La actual ciudad de San Sebastián, capital de Guipúzcoa, debe su nombre a ese mártir cristiano del siglo IV, quien, sobre el roquedal que une las playas de la Concha y Ondarreta, tenía erigido un santuario en su honor, que Sancho III el Mayor de Navarra donó a la abadía de Leire en 1014. Pasan siglos que sería muy largo para nuestro relato y que se verá reflejado en un libro sobre nuestro convento que está en preparación.
Historia
En plenas sesiones del Concilio de Trento, uno de los Obispos sinodales, Dn. Pedro Pacheco, futuro Cardenal y Obispo entonces de Pamplona, a cuya jurisdicción pertenecía la Iglesia de San Sebastián el Antiguo, la desmembró de su Mesa Episcopal y la donó a los frailes de San Telmo (habitado por dominicos, en esas fechas) para que con sus diezmos pudieran terminar su convento, con problemas de construcción, pero condicionándolo a que instauraran una comunidad de Monjas de la Orden de Predicadores en los locales anexos a dicha Iglesia, para ejemplo de la feligresía y a fin de que con su colaboración espiritual hicieran fecundo el apostolado de los frailes, como es tradición dominicana. De esta manera se inauguró la clausura mediante una Bula pontificia en los angostos recintos parroquiales de San Sebastián el Antiguo, suscitando con ello un doble caso atípico en la Historia de la Orden de Predicadores: el que los frailes regentaran una parroquia y que las monjas vivieran en un complejo de la misma. Era el 17 de abril de 1546, año de la muerte de Lutero, cuya heterodoxia se infiltraba en Guipúzcoa. Los acontecimientos político-militares subvenidos a la Ciudad de San Sebastián, en las diversas épocas, determinaron los diez éxodos que ha sufrido esta comunidad de Dominicas, actualmente asentada en un magnífico edificio en Ategorrieta.
En el Antiguo vivieron nuestras Madres el período más largo de nuestra historia conventual, centenaria e intermitente. La comunidad ha escrito con su vida su propia historia de oración, sacrificio, predicación callada, en la itinerancia de la "Sancta Predicatio" como quería Santo Domingo haciendo del monasterio una estación de servicio evangélico, donde se llenaban de Cristo, para salir de nuevo a predicar a donde Dios las indicaba con los signos de la historia.
Alguien escribió "San Sebastián entero debe estar agradecido a las dominicas por su presencia orante durante cuatro siglos y medio, sin olvidar su generoso desprendimiento del monasterio como hospital de guerra, en 1808 y posteriormente para impedir que el enemigo lo convirtiese en bastión de sus ataques contra la ciudad. Las Dominicas de San Sebastián sin dejar de ser orantes han sido donantes de su propio convento lugar de oración, ascesis, y predicación silenciosa, para colaborar solidariamente a la integridad urbana de San Sebastián y sus moradores".
Como grandes bienhechores contamos con el prelado Dn. Pedro Pacheco y a los señores de Idiáquez al comienzo de la fundación; en el siglo pasado, al P. Larroca, Maestro de la Orden más tarde; a Dª. Celestina Albizu y otros insignes bienhechores y al sacrificio de las monjas, que habiendo fallado los cimientos del nuevo edificio de Ategorrieta, tuvieron que trabajar intensamente, postulando casa por casa, pueblo por pueblo, e incluso ayudando con sus manos a la edificación del nuevo convento que quedó completamente destruido.
Hablamos del presente
Somos una Comunidad de 20 monjas, procedentes de muchas regiones de España; también tuvimos 5 mejicanas, que después de una ejemplar vida religiosa, se fueron a gozar al Paraíso.
Tratamos de vivir a tope el carisma de la Orden. LAUDARE, BENEDICERE, PREDICARE. Dios nuestro centro, y los sufrimientos de los hombres tensión vital, que practica la transfusión de Dios gota a gota en el ser humano necesitado de todo bien.
Nota característica legada por nuestras Monjas, demostrable en las crónicas que guardamos en nuestro rico Archivo, que estamos reorganizando desde su fundación a nuestros días, ha sido y es gracia de Dios, la inalterable armonía entre las religiosas y la caridad hacia los demás según nuestras posibilidades.
La vida Litúrgica, naturalmente, con su eje central la Santa Misa, ocupan la mayor parte de nuestra jornada, que comienza con el canto solemne del Oficio Divino (cantamos todas las horas del mismo, para lo cual no escatimamos tiempo dedicado a los ensayos) así como la Eucaristía. El horario varía según el tiempo litúrgico pues en adviento, cuaresma y tres veces por semana en el tiempo ordinario a partir de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, interrumpimos el descanso a las 2 de la madrugada para cantar el Oficio de Lecturas, volviendo al descanso hasta las 6 de la mañana para Las Laudes. Tenemos durante el día, dos horas de oración comunitaria, lectura espiritual y las tres partes del Rosario ante el Sagrario también comunitariamente.
Otra de las peculiaridades más directamente relacionadas con el Señor es el culto al Santísimo Sacramento, que se refleja en los siguientes actos. Diariamente, turnándonos cada media hora, hay una monja acompañando al Señor en el Sagrario. Al atardecer, Exposición mayor y dentro de este acto eucarístico, rezamos la tercera parte del Rosario. Dos noches al mes, Expuesto el Señor, hacemos la vela turnándonos cada hora. Y en fiestas especiales, días de retiro etc. todo el día Exposión mayor.
Formacion espiritual
Estudio, conferencias y clases para lo cual invitamos a Padres cualificados de la Orden.
Devoción a la Santísima Virgen
Como característica de nuestra vocación dominicana que nos legó Nuestro Padre, un amor entrañable a María, esmerándonos en propagar la devoción del Rosario, pues aquí en el Convento tiene su sede la Cofradía del Rosario, que arranca del siglo XVII así como una delegación de la Orden seglar de Santo Domingo.
Nos comunicamos con los cofrades, por medio de cartas, pues hay personas inscritas de distintas Diócesis, un total de más de 1500 miembros y además una publicación periódica familiar del Boletín ENGARCES, cuyo director es el P. Tomás Polvorosa López, O.P. que la dirige con enorme acierto y que es recibida por los cofrades con muestras de gratitud por su contenido doctrinal y formativo. Por eso, además de los trabajos que diariamente desarrolla la comunidad, uno que es cuidado y mimado por todas, es el de propagar la devoción del Rosario, para lo cual cada monja tiene su sección para comunicarse con los devotos de la Virgen.
Durante ocho años, fue retransmitido por radio el Santo Rosario y la oración del Angelus, hasta que por causas ajenas a nosotras tuvimos que dejarlo con gran dolor, a pesar de las protestas del buen pueblo donostiarra y provincia, así como la Provincia de Vizcaya a la cual llegaba nuestro rezo y con los cuales conectábamos diariamente a las 8 de la tarde. Hasta llegaban telegramas de alta mar, donde los trabajadores se encontraban acompañados por el rezo de las monjas y agradecían este recuerdo.
La Virgen milagrosa que tenemos en el coro
Dicha imagen data del siglo XV. No sabemos su procedencia. La trajo al convento una de las primeras fundadoras, natural de Pasajes y ella decía, así consta en la Crónica de 1546, que viniendo su padre de un viaje, la halló en una caja flotando en el mar y se la regaló a su hija. Esta Virgen siempre acompañó a la Comunidad en todos los avatares y está al lado de la monja cuando pasa la barrera del tiempo.
Año 1663, un día del mes de julio, 17, estando 15 monjas en el coro las demás se encontraban ausentes pues había obreros en el convento, presenciaron un prodigio que creyeron sobrenatural, como señal de que su oración era escuchada por la Madre del Cielo. Estaba la Orden de Predicadores de la Provincia de España con suma aflicción y el P. Provincial desterrado por el Rey y su Consejo en la Peña de Francia, por no haberse rendido a la voluntad de dichas autoridades, sin la voluntad de los prelados de la Santa Iglesia en materia tocante a ella. El P. Provincial mandó a todos los conventos de la Provincia se hicieran procesiones implorando la ayuda del Señor. Y en este convento de San Sebastián el Antiguo comenzaron las procesiones diariamente con la Imagen de nuestra Señora rezando las letanías. En el día 4º de la procesión que comenzó como se menciona arriba con solo 15 monjas, iban rezando con fervor la letanía y en las palabras de Consuelo de los Afligidos, cuentan que la santa Imagen bajó la cabeza hacia el Niño Jesús que tiene en sus brazos. Viendo todas este prodigio, presintieron que la Madre rogaba a su Hijo pidiendo misericordia. Llenas de emoción una de las monjas dice "recemos la Salve" dentro de la cual la Santísima Virgen fue levantando lentamente la cabeza quedando su rostro más resplandeciente. Esta gracia fue aprobada como verdadera oficialmente por el Maestro de la Orden. El P. Provincial Fr. Juan Martínez de Prado, visitó a la Comunidad, oró ante la imagen y les pidió que entre las 15 se dijera diariamente el rosario completo, un misterio cada una. Y para que se perpetuara esta dichosa memoria, en muriendo una de las 15, entra en suerte otra del convento que no tenga el misterio. Hermosa costumbre que se sigue en la Comunidad, así como celebrar con gran solemnidad, todos los años el 17 de julio el acontecimiento ocurrido como aquel venturoso día. Así nació en la Comunidad el Rosario Viviente.
Y actualmente la gruta de nuestra Señora de Lourdes
Otro recuerdo del convento del Antiguo, es la devoción que sus moradoras, nuestras hermanas, tenían a la Virgen Santísima; para ello construyeron una ermita a Nuestra Señora de Loreto, en un plano de la huerta y luego abrieron un lateral para el culto público. En la colección de documentos inéditos de la Historia de Guipúzcoa, de la Diputación Provincial, unas escrituras de la Cofradía del Rosario del año 1727 que la asigna exageradamente de "inmemorial" calificándola de "basílica". Una galerna la derribó en 1729 y la princesa de Esquilache la reedificó destinándole desde Bruselas una eficaz ayuda.
Pues bien, también en nuestra huerta, pero sin abrirse al público hay una Gruta dedicada a la Virgen de Lourdes. Los planos, con todo el cariño de hijo enamorado de la Virgen, los hizo el P. Tomás Polvorosa. Un gran arco de luz de forma elíptica señala la entrada de la gruta cuya planta ovoidal, revestida de cesped arropa una fuente circular con una estrella de cinco puntas en el fondo y cinco chorros -además del surtidor central- brotando de cada punta aluden el nombre de María. De la planta sube la bóveda elíptica que diseña la concavidad de la Gruta en donde va colocada la imagen de Nuestra Señora de Lourdes. De esto surge una meditación. Somos piedras vivas elegidas de la Iglesia para formar esta Comunidad concreta, somos piedras elegidas por la misericordia del Señor que formamos todavía parte de esta familia comunitaria. Y podemos decir, que somos piedras vivas con dos puntos de convergencia común, el Sagrario y esta Gruta; en aquél está vivo el Señor, en esta hay una imagen de la Virgen que nos acoge a todas "Bajo tu amparo": cada vez que una monja que se acerca a la gruta, debe irradiar amor a la Santísima Virgen y a la comunidad, a la diócesis y a la Iglesia; especialmente a la Iglesia del dolor, del sufrimiento y de la enfermedad. Nuestra Gruta, oasis de paz, donde recibimos las caricias de la Madre.
Monasterio de Santo Domingo
MM. DOMINICAS
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