Algo de historia
Santo Domingo el Real de Toledo es un auténtico espejo de la historia de la Ciudad Imperial desde la Baja Edad Media. El monasterio fundado allá por el año de 1364 en una de las zonas con más sabor de esta capital, ha permanecido a lo largo de los siglos bien asentado y a pesar de los avatares, tanto buenos como malos, que en la historia se han sucedido.
Su origen se remonta como en tantas otras ocasiones a la voluntad de una dama de la nobleza castellana deseosa de generar un convento en su morada. Inés García de Meneses, viuda del alguacil Sanz de Velasco. Con licencia de las autoridades civiles y eclesiásticas y con el apoyo de los frailes predicadores instalados en Toledo desde la época de Fernando III el Santo, originó en compañía de otras señoras la génesis de la comunidad en la colación de San Vicente, ocupando lo que en la actualidad es la zona noroccidental del cenobio. Los siglos XIV y XV representan por una parte la culminación en las relaciones entre convento y monarquía que llevarían a aquel a convertirse en lugar de recogimiento de infantas y otras señoras ligadas directamente con las casas reales de Castilla y Aragón; por otra, es época en la que se alcanza un gran esplendor en todos los campos, incluyéndose el artístico del cual aun restan notables testimonios como el coro o el patio del Moral. Se debe mencionar también que en este coro se enterraron varios infantes, hijos de Pedro I, relacionados íntimamente con algunas prioras como Teresa de Ayala y María de Castilla, hija asimismo de ese monarca. Desde estos momentos muchos vástagos de la nobleza elegirían esta comunidad para tomar el hábito por lo "saneado y espacioso" de la casa tal como se recoge en varios documentos.
Hay que recordar que fue precisamente en la segunda mitad del siglo XV cuando residió en este convento Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de las Concepcionistas. Santa Beatriz llegó a Toledo insatisfecha de su vida en la Corte donde era dama de la reina Isabel de Portugal, y con deseos de retirarse del mundo. Santo Domingo le pareció el lugar adecuado y durante 34 años convivió con las religiosas haciendo una vida devota en la que fraguó su idea de crear una orden dedicada a la Inmaculada Concepción a la que tantos favores debía. Con la ayuda de la reina Isabel la Católica en el año 1481 abandonó definitivamente los claustros y celdas de este monasterio para fundar la Casa Madre de la nueva congregación. El recuerdo de la Santa es bien patente para todos aquellos que tiene la dicha de visitar o vivir en este monasterio.
En algunas ocasiones los provinciales de la Orden decidieron que por la fama en la perfección cristiana que tenían las dominicas de Santo Domingo, fueran estas las elegidas para la creación de nuevas casas como el convento de la Madre de Dios de Sevilla en 1476 y el de San Benito en Orellana.
Gracias a la intervención de los Reyes Católicos cuya "dilecta tía" Catalina de Castilla fue priora en esta casa durante casi cuarenta años, se produjo una reforma espiritual en buena medida en todos los conventos femeninos de la Orden de Predicadores. En nuestro caso las protagonistas de esta reforma fueron en los albores del XVI, las hermanas del ya extinto convento toledano de la Madre de Dios como María de Silva o Catalina de Mendoza, que introdujeron en Santo Domingo una espiritualidad más próxima a los principios impulsados por Cisneros y tantos otros en esta época. En este siglo la comunidad siguió siendo un notable mecenas para el que trabajaron artistas de gran renombre tales como Juan de Borgoña, Diego Velasco de Ávila, Juan Bautista Monegro, y otros tantos que trabajaron para instituciones de tanta relevancia como la Catedral Primada o los monarcas reinantes. También sobresalieron religiosas de existencia virtuosa con fama reconocida en su época y cuya vida se recoge en diferentes crónicas. Entre éstas podemos destacar a Ana Duque o Francisca Gudiel, mujeres emprendedoras y que encarnan las gracias más características de la vida cristiana. La iglesia, excepcional ejemplo del Renacimiento hispano se levantó sobre una anterior en la segunda mitad del siglo XVI, ornándose con altares de bellísima factura en los últimos años de este siglo y en los inicios del siguiente. Su exterior, pórtico único en la ciudad de Toledo que inspiró al poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer, es de armónicas y elegantes proporciones aunque hayan desaparecido las esculturas que en otro tiempo tuvo. Además se emprendieron otras obras durante esta época como son el claustro de la Mona (en la actualidad propiedad de una comunidad de Comendadoras de Santiago) o la realización de la sillería del coro y retablo mayor de este espacio, obra capital de la escultura plateresca toledana.
En los siglos XVII y XVIII se inicia una inexorable decadencia como ocurre en general con Toledo, en el número de religiosas. No obstante todavía en estas centurias la vida dentro de los muros que constituyen Santo Domingo el Real sigue siendo esplendorosa tanto en espiritualidad como en trabajos emprendidos por las monjas. Los Borbones reemprendieron una estrecha relación marcada por la protección de la institución monárquica al convento. Felipe V, Luis I y Fernando VI confirmaron todas las gracias y exenciones obtenidas desde antaño, y aún dieron algunas más como limosna. Carlos III como ya lo habían hecho otros reyes, sanciona el privilegio de patronazgo regio a favor de este monasterio. El mecenazgo artístico al que antes habíamos aludido también se perpetúa entre 1600 y 1800. En algunas ocasiones gracias al interés particular de algunas religiosas como las prioras Ana María Portocarrero o Antonia María de Perea. La primera que encargó y pagó en parte el fantástico retablo mayor de la iglesia en estilo barroco. La segunda que financió la construcción del arca del monumento a mediados del XVIII, que por fortuna aún hoy se conserva. O de monjas que por diferentes circunstancias gastaron sus bienes y rentas en alhajar la casa como Mariana de Herrera, Ana Enríquez, Isabel Nieto, y tantas otras. De esta época son ejemplos las obras de pintura de Tristán o Angelo Nardi, de escultura de Narciso Tomé, o de plata de Manuel Vargas Machuca que subsisten. No queremos olvidar y tal como han sacado a la luz recientes investigaciones, la importancia que la música tuvo y tiene en la existencia del convento. Así durante el XVIII se contó con una pequeña orquesta compuesta por religiosas de habilidad sobrada que con sus voces e instrumentos ensalzaron las celebraciones litúrgicas siendo admiradas éstas en toda la ciudad.
Durante el siglo XIX y a partir de ocupación francesa, Santo Domingo sufre un buen número de percances, que si bien no influyeron en la calidad de la vida en común, sí tuvieron funestas consecuencias en lo que atañe al patrimonio y bienes del monasterio que se fueron perdiendo a lo largo de esta centuria. La Desamortización de Mendizábal no solo privó a las dominicas de sus fincas urbanas y rústicas, también supuso un aldabonazo en otras propiedades, tales como objetos artísticos, que debieron ponerse en venta para la pervivencia de una comunidad que llegó de esta manera a una extrema pobreza. Esta situación llegó a su cenit en 1934, cuando por varios impagos de la contribución por falta de medios, todo el conjunto arquitectónico estuvo a punto de venderse en subasta pública.
Nuestra comunidad
Son de especial devoción en la comunidad, por supuesto N. P. Santo Domingo, que se celebra de forma muy especial desde la víspera con tradiciones como el despertar de la priora o el canto del "O Spem Miram", Santa Catalina de Sena, Santo Tomás de Aquino y el entrañable San Martín de Porres, bajo cuya intercesión se reparó el convento en un momento en que amenazaba ruina.
Un sabor muy particular tiene la procesión del Niño, en el tiempo de Navidad, en la que una bella imagen se pasea en brazos de la priora por las celdas siendo acompañado por los cantos populares de la comunidad, gozosa por el nacimiento de Cristo.
La iglesia del convento guarda la imagen de Nuestro Padre Cristo Redentor, bellísima imagen de Nazareno con la cruz a cuestas propiedad de la comunidad, y obra castellana de finales del XVI, que es la titular de un prestigioso capítulo de caballeros penitentes. Esta Hermandad procesiona la talla del Redentor la noche del miércoles santo por las recoletas calles toledanas ofreciendo un espectáculo de arte y fe de memoria imperecedera.
Viviendo en este marco artístico e histórico, somos en la actualidad 17 monjas, una de ellas profesa temporal.
Nuestra jornada comienza a las 6 de la mañana en que nos levantamos todos los días excepto los domingos que lo hacemos a las 6,30. Media hora después vamos al Coro para el canto de Laudes. Cantamos todo el Oficio Divino, si bien los días laborales el Oficio de Lecturas lo hacemos rezado y los domingos cantado también. Después Laudes y Oficio de Lecturas, tenemos una hora de oración. A las 8, tenemos la Santa Misa cantando Tercia al final. Después de unos minutos de acción de gracias, vamos a desayunar. A las 9,30 toca la campana para ir a la sala de labor. Unas trabajan en el damasquino, otras cosen, planchan... Durante el trabajo se reza una parte de rosario y oímos una lectura espiritual. Así estamos hasta las 12,45 en que cantamos Sexta. A continuación vamos a comer y lo hacemos en silencio mientras oímos la lectura que cada semana hace una monja. Después tenemos el recreo hasta las 14,30. A esa hora se toca a silencio profundo. Un espacio de tiempo libre que cada una emplea como quiere, hasta las 15,30 en que vamos a Nona y rezamos otra parte del rosario. El ensayo musical para el oficio se tiene algunos días en este
momento, aunque no es diario. Luego vamos otra vez a la sala de labor para continuar el trabajo de la mañana y también durante este periodo se vuelve a tener lectura espiritual. A las 17,30 se toca otra vez a recreo, pero se sigue con el mismo trabajo. A las 18,30 se tiene el estudio. A las 19,15 volvemos al coro para rezar la tercera parte del rosario, cantar Vísperas y tener otra hora de oración personal. A las 20,45 vamos al refectorio para la cena, que también es en silencio y con lectura. Alrededor de las 22 horas toca la campana por última vez y vamos a Completas, dando fin a una jornada de trabajo y oración, ocupando ésta el lugar más importante y siendo el fin de nuestra vida.
Nuestro Trabajo
Esta comunidad tiene como trabajo remunerativo el Damasquino, típica artesanía toledana. Algunos quieren remontar sus orígenes al imperio faraónico, pero lo que sí es cierto que fueron los árabes sus impulsores, de ahí su nombre, derivado de Damasco. Ha habido épocas de mucho esplendor en esta técnica y otras de total languidez, pero ha sido últimamente gracias al turismo, el que esta industria haya vuelto a resurgir y ser el trabajo emblemático de la Ciudad Imperial. Requiere un proceso laborioso en el que en una superficie de acero se hacen dibujos con hilo, láminas, etc., de oro o plata. A continuación con un hierro llamado Mate, se va incrustando el oro dando pequeños golpes con un martillo o Maceta. El fondo negro de la pieza se consigue introduciéndola en una solución de nitrato de potasa y sosa cáustica puesta al fuego (a este porceso se le llama Pavón). Finalmente a la pieza ya pavonada, se la da un cincelado o repasado y que dará todo su esplendor a la labor realizada.
Esta comunidad lleva haciéndolo unos 37 años. Allá por los años sesenta, tres monjas salieron durante casi dos años todos los días a un taller de damasquino adquiriendo una total pericia para poder luego establecer una fábrica en el convento. Esas mismas monjas enseñaron a otras y así continúa el trabajo artesano y comunitario.
Otro dato a tener en cuenta es que todo el archivo del convento de la Madre de Dios, suprimido en 1993, pasó a este monasterio, juntamente con parte de sus obras de arte y cuatro monjas de dicha comunidad.
Nuestro archivo histórico:
Si desea conocer nuestro archivo conventual, pulse en el botón. También puede conocer la historia de la construcción del monasterio cuyos datos proceden de nuestro archivo, para ello entre en la zona de Estudios pulsando el boton correspondiente del menú; y en esa misma sección una descripción de nuestro monasterio Santo Domingo el Real, un lugar de oración.
Monasterio de Santo Domingo el Real
Buzones, 5
45002 TOLEDO