Celebración de la festividad de Sto. Tomás de Aquino en la facultad de teología San Vicente Ferrer
Con el cardenal de Valencia y el dominico Hyacinthe Destivelle
[Facultad de Teología San Vicente Ferrer] La Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia celebró la festividad de Santo Tomás de Aquino en un doble acto presidido por el Arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares. El purpurado concelebró, primero, una eucaristía por el patrón de las universidades católicas y presidió el acto académico posterior.
Durante su homilía, Antonio Cañizares quiso destacar la figura de Santo Tomás de Aquino al que definió como "un gigante" de la teología y de la humanidad. "Necesitamos volver a Santo Tomás de Aquino", dijo el prelado, ya que con él podemos "encontrar y fundamentar la sintesis entre la fe y la razón". Santo Tomás "escrutó la naturaleza del acto humano" e hizo evidente que "el conocimiento de Dios y el conocimiento moral van de la mano". Para el Arzobispo "la quiebra de la humanidad y de la moral que hoy padecemos van unidas a la crisis de Dios. Todo cambia si hay Dios o no hay Dios".
"Santo Tomás", explicó Cañizares, "sigue siendo actual y por ello debemos volver a él. Su doctrina es un instrumento eficaz para experimentar los frutos de una sana evolución".
El dominico Hyacinthe Destivelle, responsable en Roma de la sección oriental del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, fue el encargado de ofrecer la lección magistral La sinodalidad, un desafío ecuménico. El reto de la sinodalidad en el Papa Francisco, en el Concilio ortodoxo de Creta y el Documento de Chieti.
Destivelle comenzó su exposición, en italiano, explicando que el 2016 ha sido “un año excepcionalmente rico desde el punto de vista ecuménico”. Además, considera que la cuestión de la sinodalidad ha sido el “tema principal” tanto en el Concilio ortodoxo de Creta como en el Documento de Chieti, aprobado este último por la Comisión mixta internacional de diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.
La sinodalidad no solo es un desafío interno para las Iglesias católica y ortodoxa, sino un reto ecuménico en el que son invitadas
La conferencia quiso “mostrar que la sinodalidad no solo es un desafío interno para las Iglesias católica y ortodoxa, sino un reto ecuménico en el que son invitadas a hallar respuestas comunes”. En este sentido, dejó bien claro que para el Papa Francisco “la sinodalidad es tan importante para la vida interna de la Iglesia católica como para las relaciones con los otros cristianos”. Y reforzó sus palabras con las del discurso de Santo Padre con ocasión de la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de Obispos: “El camino de la sinodalidad es el que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.
El padre Destivelle considera que “para el Papa Francisco, la sinodalidad es la palabra clave de la vida eclesial y tiene una dimensión a la vez interna y externa. Interna porque es el principio que debe guiar a la Iglesia en todos sus niveles –diocesano, regional, universal–. Externa porque podemos aprender esa sinodalidad de otras Iglesias, particularmente ortodoxas, y porque una sinodalidad más actualizada en la Iglesia católica será también un elemento fundamental para nuestras relaciones ecuménicas”.
Tras explicar la visión del Papa Francisco, el dominico expuso su punto de vista sobre el Santo y Gran Concilio de la Iglesia ortodoxa celebrado en Creta durante el mes de junio de 2016. Destivelle acudió como observador y desde esta privilegiada posición “se puede decir, sin traicionar la realidad que, más allá de los documentos aprobados, el principal tema del concilio fue la sinodalidad, y que la sinodalidad fue el interés ecuménico principal”.
Además, en la sesión final del concilio el patriarca Bartolomé resumió el principal logro: “Este Santo y Gran Concilio nos ha entregado la oportunidad de revitalizar el proceso conciliar de manera que los concilios eclesiales vuelvan a ser el camino canónico y natural para alcanzar y afirmar la unidad ortodoxa para todas nuestras Iglesias hermanas ortodoxas”.
El Documento de Chieti, aprobado por la Comisión mixta internacional de diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, camina por la misma senda expuesta por el Papa Francisco y por el Concilio ortodoxo de Creta. Aprobado el 21 de septiembre de 2016, este documento se titula Sinodalidad y primado en el primer milenio: hacia una comprensión común de la unidad de la Iglesia.
El Documento “propone una definición de la sinodalidad” como “una cualidad fundamental de la Iglesia en su conjunto”. Además “se refiere a la participación activa de todos los fieles en la vida y la misión de la Iglesia”. También analiza “las relaciones entre sinodalidad y primado en los tres niveles de la Iglesia: local, regional, universal”.
Hyacinthe Destivelle destaca una de las conclusiones de dicho Documento de Chieti: “Esta herencia común de principios teológicos, de disposiciones canónicas y de prácticas litúrgicas del primer milenio constituye un punto de referencia necesario y una poderosa fuente de inspiración tanto para los católicos como para los ortodoxos, mientras buscan curar la herida de su división en este inicio del tercer milenio. Sobre la base de esta herencia común, los unos y los otros deben estudiar cómo el primado, la sinodalidad y sus relaciones mutuas pueden ser concebidas y ejercidas hoy y en el futuro”.
Después de todo lo expuesto, el padre dominico comentó que “uno queda sorprendido por la profunda convergencia de puntos de vista y la similitud de las expresiones de los diferentes documentos mencionados. Para el Papa Francisco, la sinodalidad es la palabra clave de la vida eclesial y tiene una dimensión a la vez interna, de reforma de la Iglesia católica, y externa para sus relaciones ecuménicas. Para la Iglesia ortodoxa también, en particular en el discurso del Patriarca Bartolomé, el tema de la sinodalidad ha sido el verdadero corazón de su Concilio de Creta. Finalmente, el Documento de Chieti propone una visión sinodal del primado sobre la base de la experiencia del primer milenio, común a católicos y ortodoxos ".