Compartiendo esperanza
En el número de la revista “Vida Nueva”, previo a la Navidad del 2012, se pregunta a 17 miembros de la Iglesia española (Obispos, teólogos, teólogas, religiosas, religiosos y laicos comprometidos) cómo viven y comparten su esperanza. Entre los entrevistados hay dos dominicos, fray Martín Gelabert y fray Xabier Gómez.
A cada uno de los entrevistados se le hacen estas tres preguntas: ¿dónde buscas tú, adónde te agarras, para ser capaz de conservar la esperanza?; ¿cómo transmitir esa esperanza en tiempos de tantas dificultades concretas como las actuales?; ¿seríamos capaces de mejorar la realidad con una actitud esperanza y positiva? ¿o las cosas están demasiado mal?
Fray Xabier Gómez a la primer pregunta responde diciendo que él busca la esperanza donde la Orden de Predicadores lo hace: en la Palabra de Dios leída con la Iglesia, volviendo al Evangelio una y otra vez en busca de la Verdad. Manifiesta su plena confianza en las consecuencias positivas de la Encarnación y añade: “las personas buenas me enseñan cómo afrontar las decepciones y recrear la esperanza”.
Fray Martín Gelabert, responde así a la segunda pregunta: “La situación vital condiciona la esperanza. No esperan igual los que tienen trabajo que los que no lo tienen. Cuando me encuentro con personas en situación difícil procuro acercarme a ellas, interesarme por su situación, tratar de comprender, compartir su indignación y ayudarles en la medida en que puedo. La esperanza nace cuando viene el amor”.
En relación a la tercera pregunta, fray Xabier dice: “Mucha gente espera señales, referentes morales que despierten su esperanza de un cambio a mejor. Necesitamos esos referentes. Pero también descubrir que tenemos a nuestro alcance los elementos necesarios para que se produzcan cambios positivas a nivel persona o social. Se trata de reconocerlos y ponerlos en marcha. Quien se toma esto en serio, comienza por cambiarse a sí mismo para aportar algo auténtico a los otros”. Por su parte, fray Martín añade: “Como Iglesia que somos, debemos buscar gestos y palabras positivas, que denoten cercanía y comprensión. Hay que dejar de lado críticas, discursos negativos, recetas espirituales alejadas de la realidad. Para contagiar esperanza hace falta que las personas se convenzan de que viene el amor. Los cristianos debemos sur sus portadores y sus portavoces”.
Artículo completo en la revista Vida Nueva