Entre la espiritualidad de la liberación, el compromiso político y la memoria histórica
Séptima sesión de las conversaciones de San Esteban, a cargo de Maximino Cerezo, sacerdote y misionero claretiano.
Maximino Cerezo, sacerdote y misionero claretiano, supo transmitir en su intervención el alma profundamente religiosa del empobrecido pero siempre esperanzado pueblo latinoamericano. Un pueblo que busca en la Buena Noticia el aliento necesario para afrontar sus luchas diarias en medio del dolor y del sufrimiento. Su palabra, acompañada de una bella y expresiva plasticidad pictórica, puso claramente de manifiesto las razones por las que es considerado por muchos como “el pintor de la liberación”. Palabra y pintura que surgen, inconfundibles en su estilo, de una larga experiencia personal de comunicación y sintonía con las aspiraciones socioculturales y religiosas de aquellas gentes del nuevo mundo tanto en sus fiestas como en sus horas fuertes.
Para ambientar su disertación, comenzó el ponente con un breve reportaje audiovisual sobre el famoso sermón de Antonio Montesinos mostrando las inveteradas raíces de la teología de la liberación, animada desde sus inicios por una recia espiritualidad que se nutre en la defensa innegociable de la vida de los más pobres. Acto seguido fue desentrañando, desde su comprometida experiencia de más de treinta años a lo largo y ancho del continente latinoamericano, los presupuestos, motivaciones, criterios hermenéuticos, contenidos, opciones y compromisos implicados en esta nueva manera de hacer y vivir la teología siguiendo los pasos de Jesús en la memoria martirial de aquellos pueblos. Para finalizar, deleitó a todos los presentes con otro magnífico audiovisual en el que, recurriendo a la iconografía de sus dibujos, murales, mosaicos, vidrieras, carteles, azulejos, etc., plasmaba y sintetizaba de algún modo toda la exposición anterior.
El público dejó la sala entre silencioso y sobrecogido, claramente impresionado y afectado por esa vigorosa corriente de espiritualidad que recorre por las venas de tantos y tantos testigos de la teología de la liberación. Inmersos en la cruda realidad de una sociedad fuertemente golpeada y que está experimentando al presente una evidente involución, no pierden por ello su fe y su esperanza. Después de todo, esta referencia a la realidad sociopolítica y religiosa de su continente, “grávida del misterio de Dios” esbozado en el misterio de la Encarnación, seguirá siendo para muchos un rasgo característico de la espiritualidad latinoamericana.