Entrevista a fr. Bruno Cadoré
Durante su estancia en Valencia, el Maestro de la Orden fue entrevistado por la agencia de comunicación AVAN de la Archidiócesis de Valencia.
1. Fr. Bruno, ¿podría darnos una visión general de la situación y los retos actuales de la Orden de Predicadores en el mundo y, más en concreto, en España?
Para la Orden de Predicadores, el desafío hoy sigue siendo el mismo que el Papa Honorio III le brindara cuando aprobó la Orden en el siglo XIII: “evangelizar la Palabra de Dios”, hacer que el Evangelio sea una buena noticia para todos. Este tema de la evangelización es una prioridad hoy en la Iglesia, lo que nos invita más que nunca a los frailes, monjas, hermanas y laicos dominicos a desarrollar nuestra vocación. Cada Orden tiene su propia forma de colaborar en la misión de la Iglesia. Para los dominicos esta forma consiste en integrar el testimonio evangélico de la fraternidad con el compromiso apostólico en el seguimiento de Cristo, la vida fraterna con la predicación, el estudio con la contemplación. Bajo la inspiración de Santo Domingo, los primeros Predicadores quisieron ponerse al servicio del diálogo que Dios, a través de Jesús, ha querido entablar con la humanidad.
2. ¿Qué mensaje trae para los dominicos valencianos y de la Península Ibérica?
A lo largo de este primer año de mi servicio como Maestro de la Orden sólo estoy aprendiendo a conocer mejor la Orden en su conjunto. Es todavía un poco pronto para tener un mensaje preciso que dar, sino es el de desplegar nuestra vocación, de buscar siempre hacerse hermanos en este mundo, de hacer descubrir que haciéndose hermano humilde de todos los hombres es como el Hijo de Dios ha manifestado que Él es el camino, la verdad y la vida. Como en muchas de nuestras sociedades modernas, lo que está en juego es buscar siempre la manera de comprender mejor el mundo y sus cambios, buscar con todos los hombres de buena voluntad cómo poner esos cambios al servicio de un mundo habitable para todos, comenzando por aquellos y aquellos que no son espontáneamente los mejor acogidos. Comprender el mundo para aprender a dialogar con él y, en el curso de este diálogo, compartir con otros la inteligibilidad del mundo que puede ofrecernos la investigación en Teología.
3. ¿Qué necesitamos en la Iglesia para potenciar el surgimiento de vocaciones para la vida consagrada?
Naturalmente, la oración, el anuncio del evangelio, el testimonio de la fraternidad y de la alegría de la comunidad de los creyentes, la manifestación del hecho de que nuestro Dios quiere al mundo, confía en él, la llamada a promover más la humanización, el facilitar el lazo existencial entre la razón y la fe, todo lo que tiene como razón de ser el consolidar la confianza de las comunidades eclesiales. Pero también es necesario atreverse a llamar a comprometer la propia vida por la causa del evangelio, e elegir dar todo por Aquel de quien recibimos todo. Atreverse a llamar y aprender a recibir.
4. ¿Cómo cree que puede influir la JMJ en Madrid en cuanto al acercamiento a la Iglesia o intensificación de la vida cristiana por parte de los jóvenes?
La experiencia de las JMJ desde hace años muestra claramente que estos momentos de celebración, de encuentros y de alegría dan mucha fuerza y entusiasmo a los jóvenes que participan. Me parece que hemos de esperar también que todos estos jóvenes se comprometan, a partir de su propia inserción en la vida y en la Iglesia, en el anuncio de la buena noticia, que es su alegría, a sus contemporáneos. La evangelización de los jóvenes a través de los jóvenes en el corazón de la Iglesia.
5. Además de doctor en Teología, lo es también en medicina y un experto en Bioética: ¿qué acciones cree que son más necesarias actualmente para desarrollar en nuestra sociedad una cultura de la vida, que respeta la dignidad humana de los no nacidos o la de las personas ancianas o gravemente discapacitadas?
Mi experiencia como profesor e investigador en bioética me ha hecho tomar conciencia que es muy importante dar la palabra a aquellas y aquellos que están directamente implicados en el cuidados médicos -especialmente en los límites de la vida- y dialogar con ellos sobre las orientaciones más humanizadoras que se pueden dar a los progresos en biomedicina. Hay que estar con ellos tiempo para comprender la complejidad de las situaciones que afrontan, la dificultad de las decisiones que han de tomar, la manera de asumir la perplejidad que con frecuencia viven en las situaciones extremas. Me parece, en cualquier caso, que buscando el encuentro con esos científicos es cuando se descubre que su pasión es, ante todo, la de promover la vida humana que, en cierto modo, están habitados por una cultura de la vida. Pienso que sobre la base de ese diálogo, de la búsqueda común de una inteligibilidad del mundo contemporáneo, se puede, dado el caso, proponer orientaciones para ajustar mejor la acción biomédica a la promoción de la dignidad de las personas y de las sociedades humanas.
6. Es usted miembro del Consejo Nacional del Sida en Francia desde 2008, cargo para el que fue designado por el presidente de la República Francesa. Llama la atención que desde la sociedad civil, donde se vierten tantos ataques contra la Iglesia por su postura en torno a la prevención del sida, hayan pensado precisamente en un miembro de la Iglesia, en un religioso, para este nombramiento, ¿a qué cree que se debe?
En Francia, en el Consejo Nacional del Sida como en el Comité Nacional de Ética y Ciencias de la vida y de la salud, cinco miembros son nombrados por pertenecer a alguna de las principales corrientes religiosas o filosóficas. Eso explica que mi nombre haya sido propuesto, entre otros, por parte de la Conferencia Episcopal francesa. A lo largo de los años que he pasado en el Consejo, he apreciado mucho la calidad del diálogo entre personas de convicciones distintas, pero que compartían la misma voluntad de respetar la argumentación de los otros. Me parece que en el contexto actual, a la Iglesia se le espera para participar, a veces incluso promover, esos diálogos, esas búsquedas de la verdad. Esta postura de diálogo no significa que no tengamos posiciones precisas sobre un tema u otro. Pero se necesita tiempo para argumentar nuestras posturas, escuchando las argumentaciones contrarias y teniendo la convicción de que es posible, y a menudo muy fructuoso, buscar definir orientaciones sostenibles por todos.
7. ¿Cómo valora el grado de influencia de la posición de la Iglesia sobre el sida en cuanto al impacto de esta enfermedad?
Creo que es evidente que, junto con otros muchos, numerosos miembros de la Iglesia y múltiples instituciones católicas han elegido estar al lado de los portadores de esta enfermedad. Para mí es el punto esencial.
8. Visita estos días la tierra de un gran dominico como San Vicente Ferrer, ¿qué impresión la produce estar en Valencia?
Desde el mes de octubre, al hilo de mis visitas, estoy maravillado al ir descubriendo la riqueza de la historia de nuestra Orden, la fuerza del testimonio de muchos de nuestros hermanos, las figuras tan importantes en el campo predicación que la Orden ha ofrecido a la Iglesia y al mundo. Ante toda esta herencia uno se siente pequeño y, al mismo tiempo, animado por el anhelo de dejar, en lo posible, al Espíritu inventar en el corazón y en el deseo apostólicos de los miembros de la familia dominicana las vías del testimonio del Evangelio y de la predicación en el mundo contemporáneo.
9. ¿Desea comentar algún aspecto tras el encuentro con el Arzobispo D. Carlos Osoro?
Ha sido un honor muy grande y una gran satisfacción mi encuentro con D. Carlos. En particular porque me agrada saber que mis frailes, aquí, trabajan corresponsablemente en la Facultad de Teología con la Diócesis. Esta colaboración me parece muy importante. Pone en evidencia nuestra convicción de que el estudio es una de las vías esenciales de la búsqueda de la verdad. Como lo es la vida fraterna.