"Los Dominicos seguiremos escuchando el sufrimiento y luchando para erradicarlo"
Entrevista a Fr. Jesús Díaz Sariego, prior de la Provincia Hispania de los frailes de la Orden de Predicadores
"Cuando estudié con la orden, los frailes nunca me dijeron de un modo cerrado lo que tenía que pensar, y ahora, ya crecido, valoro eso sobremanera"
Oviedo, E. Lagar 20.06.2018
Jesús Díaz Sariego (Riosa, 1962), catedrático en la Pontificia Facultad de Teología San Esteban de Salamanca, es desde hace dos años el provincial de los Dominicos en España. La Orden de Predicadores celebra este sábado los 500 años de su presencia en Asturias con una serie de actos que se celebrarán en la iglesia de Santo Domingo de Oviedo. Sobre este aniversario y el carisma dominicano habla Díaz Sariego en esta entrevista con LA NUEVA ESPAÑA.
- En estos 500 años, ¿cuál cree que ha sido la aportación de la orden a la región?
-Quinientos años de historia dan para mucho. No resulta fácil condensar en pocas palabras la aportación de las diversas generaciones de dominicos en Asturias. Los frailes llegaron a esta tierra motivados por la predicación del Evangelio. Frailes de a pie, itinerantes, caminantes de un lugar para otro. Algunas huellas dejaron, especialmente la que tiene que ver con la predicación del rosario, como así podemos constatar en no pocas iglesias de Asturias. En la historia más reciente nos hemos volcado en el complejo mundo de la educación y en la formación de niños y jóvenes. Nuestra tarea en los centros educativos, primero en Corias (Cangas del Narcea) y posteriormente en Oviedo y La Felguera, condensó la misión evangelizadora de no pocos frailes. La parroquia de Santo Domingo, en Oviedo, nos ha ofrecido a lo largo de estos años una buena ventana a través de la cual mirar la realidad de la gente, pero desde otra perspectiva. Un espacio de encuentro donde acompañar algunos momentos importantes en la vida de las personas y de su entorno familiar y social. Esta cercanía y proximidad nos ha posibilitado ser más humanos, quizá mejores creyentes, pero, sobre todo, nos ha hecho frailes más predispuestos a escuchar el sufrimiento y las necesidades de muchos. Hemos aportado y hemos recibido...
- ¿Qué han recibido?
-He de decir, a este respecto, que el carácter asturiano, su modo de ser y de comportarse, así como de expresarse, a los dominicos nos ha resultado muy empático. En el asturiano hay una nobleza de fondo, un afecto por lo propio, pero al mismo tiempo una apertura a lo distinto. Estos rasgos nos han facilitado una sana integración. En general me he encontrado con frailes, asturianos o no, que en su paso por Asturias guardan con satisfacción un buen recuerdo por lo aportado y por lo recibido. Es verdad que en algunos momentos de nuestra historia hemos tenido dificultades y problemas, pero predomina un sentir positivo. Nos hemos percibido queridos y, en algunos momentos, admirados y respetados. He de agradecer la confianza que muchas generaciones de asturianos han puesto en nosotros.
- ¿Qué le atrajo a usted de la orden para ingresar en ella?
-Estudié en la Virgen del Camino, donde los Dominicos tenían "la escuela apostólica" (lo que en otro lenguaje entendemos por seminario). Un lugar donde se nos ayudaba a discernir la vocación vital de cada uno. La orden la fui descubriendo poco a poco. Hubo un momento, después de un cierto tiempo, en el que me di cuenta de lo siguiente: los frailes nunca me dijeron de modo cerrado y definitivo lo que tenía que pensar. Confiaban mucho en nosotros. Nos acompañaban desde esa confianza inicial permitiendo el propio crecimiento. Ahora, ya más crecido en años, valoro esto sobremanera. Sin darme cuenta me otorgaron espacios de libertad personal que me hicieron más responsable. Me atraía especialmente de los Dominicos su capacidad de interactuar con lo diferente.
- ¿Qué valores aportan los Dominicos a la sociedad actual?
-No me resulta fácil encontrar respuestas. Al hablar de lo propio, se hace difícil no caer en la subjetividad y autosatisfacción. Intento darle una respuesta. Los dominicos procuramos, con mayor o menor acierto, estar abiertos a la actualidad para interactuar con ella. En estos últimos años estamos intentando mejorar "nuestra conversación con el mundo". Hay dos ejes sobre los que se ha de establecer esa "conversación". El primero de ellos tiene que ver con el pensamiento y el segundo con el sufrimiento y el dolor.
- El pensamiento.
-Las ideas marcan tendencias, estilos y formas de vivir. Explican la realidad y se aproximan a ella desde una determinada perspectiva. Proyectan valores e influyen en nuestro modo de vivir. En cierto sentido nos configuran. La Orden de Predicadores es rica en pensamiento. Está nutrida de la vitalidad que le proporciona sus 800 años de existencia. No quisiéramos renunciar a este valor. Es mucho lo que del mundo tenemos que aprender, pero también somos conscientes de los valores que podemos aportar. Ninguna experiencia religiosa, por la densidad de lo humano que representa, es desdeñable. El patrimonio cristiano, en la lectura que como dominicos podemos hacer, no resulta inútil ni mucho menos despreciable. Aquí es donde la reflexión teológica y filosófica de los Dominicos tiene mucho que decir.
- El sufrimiento y el dolor.
-Nos preocupan -ojalá nos quitaran el sueño- las heridas de la humanidad. Especialmente aquellas que se producen por nuestras luchas feroces. Tienen que ver con la injusticia, con la dignidad pisoteada, con la pobreza extrema. Pero también con la guerra fratricida de unos contra otros. Incluso allí donde gozamos de cierto desarrollo y derechos adquiridos no deja de anidar el dolor. La compasión dominicana tiene que ver con todas estas realidades. Escuchar el sufrimiento y luchar para paliarlo e incluso erradicarlo, al menos allá donde esté en nuestras manos, es un valor que quisiéramos seguir aportando al mundo de hoy.
- Un aspecto interesante de su organización interna es el carácter democrático de las elecciones de sus cargos.
-Más que de carácter democrático deberíamos hablar de personas comunitarias. No se trata tanto de llegar a la mayoría como, en la medida de lo posible, al consenso. Esto exige tiempo, debate, escucha mutua y voluntad comunitaria de acuerdo. Me atrevería a decir incluso que cuando el acuerdo parece imposible se precisa "negociar hasta el desacuerdo". Esto nos permite seguir avanzando sin que por ello las heridas del "no acuerdo" rompan lazos y vínculos fundamentales entre las personas. En este sentido sí podemos decir que somos una orden democrática, pero con el acento en lo fraterno y en lo comunitario. De esta forma se fomenta la corresponsabilidad. Como decían los medievales, "el bien de todos por todos debe ser discernido". Éste es un objetivo no siempre fácil de alcanzar. Pero quisiera ser nuestro horizonte de vida, como usted dice, democrático. Santo Domingo confiaba tanto en los frailes y en el valor de sus personas que quiso unas leyes para su orden que obligasen a pena, pero no a culpa. Cuando hablamos de "culpa" pronunciamos una "palabra mayor" que no debemos banalizar. Las primeras constituciones de la orden sitúan a la ley de forma muy respetuosa con el fraile y su conciencia. La confianza en la gracia de Dios presente en cada uno es total. Esta convicción nos exige mucha madurez y responsabilidad. Nuestra democracia encuentra aquí una razón básica para desarrollarse en el estilo de vida que profesamos.
- ¿Cuánto cree que ha cambiado o está cambiando la Iglesia con el Papa Francisco?
-Cada Papa aporta su personalidad a la Iglesia. Los papas que he conocido a lo largo de mi vida han dejado su impronta. Se han ido sucediendo unos a otros sin fracturar la unidad en la evolución normal de una institución doblemente milenaria. La llegada del Papa Francisco supuso una cierta sorpresa, al provenir de otro continente. Religioso y jesuita. Muchos han querido ver en todo esto "aire nuevo" que se respira, además, en su personalidad y modo de comunicar y de interactuar con el mundo. La perspectiva histórica nos permitirá valorar con mayor precisión lo que Francisco aporta a la evolución de la Iglesia. No obstante, me atrevería a sugerir algunas líneas de fuerza.
- Enumérelas.
-Su empatía y naturalidad con la gente; sus gestos sinceros de acercamiento a los que sufren, a las periferias; su libertad de acción, pero al mismo tiempo su firmeza con determinadas situaciones y temáticas. Es arriesgado y valiente. Su implicación más personal en determinados asuntos, etcétera. Como buen jesuita es un hombre de decisión y de decisión en conciencia después de haber sopesado las cosas y los asuntos. Todo ello configura un estilo, un modo de hacer, una manera de presentarse ante el mundo. ¿Puede un solo hombre cambiar la Iglesia? Los cambios en una institución tan compleja como lo es la Iglesia deberán venir fundamentalmente por la capacidad de conversión y, por lo tanto, de cambio, de sus miembros. Que el Papa Francisco se ofrece como estímulo e impulsa nuevos dinamismos eclesiales en no pocos miembros de la Iglesia, sin duda.