Enviados a predicar
Última jornada del congreso para la misión de la Orden de Predicadores, que ha reunido a más de 600 miembros de Familia Dominicana en Roma
La última jornada comenzó con una sesión de diálogo en grupos reflexionando sobre lo vivido en el congreso y con el objetivo de ofrecer ideas e iniciativas de predicación para el futuro. Posteriormente un representante de cada una de las ramas de la Orden expuso, desde su propia trayectoria personal, cuáles habían sido sus reflexiones y sus conclusiones que habían sacado de su participación en el Congreso. Uno a uno fueron presentando los puntos más importantes y sugerentes que han ido saliendo en los distintos paneles y diálogos.
Un laico dominico escocés insistió en la importancia de la predicación más allá del púlpito, a través del gesto, del cuidado de los otros que tiene muchas veces más fuerza que la palabra sobre un ambón y por eso destacó la numerosa presencia de los laicos en el congreso y por tanto, en la misión de la Iglesia, a quienes hay que dar espacio porque son capaces de predicar en ámbitos muy variados.
La hermana contemplativa resaltó la importancia de la oración para la predicación, escuchando el latir del mundo, reivindicando el papel de las monjas contemplativas.
Mi tristeza se ha convertido en esperanza
Un fraile dominico de Camerún confesó que se marchaba de este congreso lleno de esperanza después de escuchar los testimonios de dominicos y dominicas que se encuentran junto a los que sufren de tantas maneras en el mundo: “mi tristeza se ha convertido en esperanza”. Urgía a seguir predicando, a ser más sensibles ante el sufrimiento humano, a predicar llevando el rostro de Cristo, a salir de nuestra casa, de nuestro ser interior, de nuestras fronteras y debilidades.
Por último el testimonio de una hermana dominica de vida apostólica de Filipinas, reconoció que el congreso le ayudó para darse cuenta que el fuego de la predicación sigue vivo y le ayudó a descubrir la universalidad de la misión de la Orden y estaba segura que el congreso iba a ser una bendición para toda la Orden.
“En este mundo y para este mundo somos enviados a predicar y vemos en este envío lo que constituye nuestra unidad, la unidad de todas las ramas de la Orden”
Las palabras del Maestro de la Orden cerraron el congreso reconociendo que ha sido un momento de gracia para todos, donde dominicos y dominicas han descubierto que la Orden es una casa común donde conviven en comunión distintas formas de vivir el carisma de Santo Domingo: “En este mundo y para este mundo somos enviados a predicar y vemos en este envío lo que constituye nuestra unidad, la unidad de todas las ramas de la Orden”. Presentó tres convicciones para un estilo de vida de predicación: en primer lugar una predicación que no se limita a lo homilético y que recurre a los múltiples lenguajes de nuestros días: el lenguaje de los gestos, el de la defensa de la justicia, del lenguaje del arte que nos conduce a la capacidad de verdad y belleza… “lenguajes buscan el despliegue de una predicación cualificada adaptando medios que nos hacen salir de nuestras burbujas para ir a los otros. Lenguajes que muestran la belleza de la encarnación”. En segundo lugar la fraternidad, por la que somos testigos de la amistad de Dios con la humanidad. En tercer lugar el encuentro “Dios nos envía al encuentro con los contemporáneos para evangelizar en nombre de Jesús. Un encuentro que no es un deseo de conocer algo nuevo, no es una apología, sino la voluntad para amar, para servir, cuidar a la humanidad con la que compartimos el destino”. La predicación como encuentro, según fr. Bruno, requiere de una autenticidad de vida, de coherencia, que dará credibilidad al predicador y por tanto a su mensaje. Estas tres convicciones nos ayudarán a que nuestra predicación nos lleve a salir de nuestras burbujas, a veces estamos instalados, y encontrar a los que sufren la violencia y discriminación, y nos ponga en camino hacia nuestra propia santificación.
Al finalizar su intervención, el Maestro de la Orden enumeró las que, a la luz de las conclusiones de los talleres, considera que son necesidades de los hermanos y hermanas. La primera es establecer entre nosotros un diálogo vivo entre predicación y teología: “Necesitamos la teología no para ser sabios sino para hacer comprensible la presencia de Dios en este mundo”. En segundo lugar necesitamos vivir teniendo en cuenta que el mundo y nuestra vocación y envío están constantemente en plena evolución, nada es definitivo, todo está en camino. En este camino pensamos que tenemos que llevar nuestra contribuión de hermanos/as para construir una glesia en comunión, la edificaicón de la comunicón y comunidades por el hecho de dar el lugar pleno y laico a los laicos, el lugar en la Orden. En cuarto lugar necesitamos despertar en nosotros deseo de la educación, del discernimiento de vocaciones y complementariedad de las vocaciones. En quinto lugar es necesario el diálogo entre la reflexión teológica y los lugares en lo que lo humano es un desafío, inspirados en el Proceso de Salamanca. En sexto lugar tener en cuenta lo que deben ser nuestras prioridades en el próximo futuro: “los jóvenes, el mundo digital, la emigración, y sobretodo estudiar y estudiar y estudiar para constituir comunidades y predicar”.
La mañana concluyó con un Homenaje a Santo Domingo con música y danza contemporánea preparado por fr. Dominic White, dominico de la Provincia de Inglaterra, y un grupo de bailarines profesionales.
Tras el congreso una Eucaristía celebrada por el papa Francisco en la catedral de Roma puso el broche de oro a todas las celebraciones del Jubileo. Más de 2.000 dominicos y dominicas de todos los rincones del mundo abarrotaron la archibasílica San Juan de Letrán.
Hoy nosotros damos gloria al Padre por la obra que Santo Domingo, lleno de la luz y de la sal de Cristo, ha realizado ochocientos años atrás
El papa Francisco animó a la Orden de Predicadores a seguir con su gran labor: "Hoy nosotros damos gloria al Padre por la obra que Santo Domingo, lleno de la luz y de la sal de Cristo, ha realizado ochocientos años atrás; una obra al servicio del Evangelio, predicado con la palabra y con la vida; una obra que, con la gracia del Espíritu Santo, ha hecho que muchos hombres y mujeres sean ayudados a no perderse en medio del “carnaval” de la curiosidad mundana, sino en cambio hayan escuchado el gusto de la sana doctrina, el gusto del Evangelio, y se hayan convertido, a su vez, en luz y sal, artesanos de obras buenas… y los verdaderos hermanos y hermanas que glorifican a Dios y enseñan a glorificar a Dios con las buenas obras de la vida".