Finaliza el Campo de Trabajo descubriéndose el misterio de la comodidad
En la segunda semana los jóvenes retoman los voluntariados y estrechan lazos convirtiéndose en una pequeña familia.
Tras el “parón” que supusieron el día de ocio del sábado y la Eucaristía del domingo, la segunda semana del Campo de Trabajo (22 al 27 de julio) supuso una vuelta a la rutina, a los voluntariados de la mañana, a los talleres de la tarde… Sin embargo, el espíritu era muy distinto al del primer lunes. Ahora los jóvenes voluntarios volvían a un sitio que ya conocían, no era como una semana atrás, cuando, sin ninguna experiencia previa, se adentraban en las realidades de Oasis, Almanjáyar, La Zubia, el Hospital o el Proyecto de las Mujeres.
El ambiente en la Casa de Siena tampoco era el mismo: poco a poco, aquel grupo de personas se estaba convirtiendo en una pequeña familia, nacían sentimientos muy intensos resultado de la vida en Comunidad, y los jóvenes de Siena se sentían más unidos entre ellos, más cerca de lo que Dios esperaba de ellos en estos 15 días tan especiales.
Lunes
El lunes supuso una “vuelta a la normalidad”. Tras una sentida oración llevada a cabo por Daniel, de Pamplona, los jóvenes partieron de nuevo a los voluntariados, mientras el Equipo de Organización se quedaba en casa, encargándose de la lista de la compra, la cocina o la limpieza de la casa.
Los jóvenes voluntarios en el centro Oasis explican su experiencia
A la hora de la comida, los chicos y chicas llegaron cargados de nuevas historias, incluso habían notado ciertos cambios. Por ejemplo, las cinco voluntarias del Proyecto Mujer de Cáritas volvieron a Siena muy contentas, ya que habían venido más mujeres que la semana anterior, y además ellas notaban que estas mujeres se iban abriendo más a ellas, realizaban más actividades...
El primer taller de esta semana corrió a cargo de Álex García, procedente del Grupo Espiga de Sagunto y actual Coordinador del MJD España. Fue en este taller donde finalmente se descubrió el “Misterio de la Comodidad”, por así llamarlo: desde el primer taller de formación, los miembros del Equipo de Organización del Campo de Trabajo habían ofrecido una brevísima performance en la que, cuando una persona se veía ante una disyuntiva entre dos maneras de actuar (una más “cómoda” y otra más “comprometida”), aparecía Dios y le decía “Ante todo, COMODIDAD”; el lunes de la segunda semana se desveló que Dios, en realidad, no quería decir COMODIDAD, sino “COMO DÍ, DAD”; la sorpresa fue mayúscula.
Con el misterio resuelto, los jóvenes empezaron el taller, que llevaba por título “Cómodos en la Fe”. Hubo una parte de “desierto” en el que cada persona reflexionaba individualmente sobre la relación con Dios. En los textos que Álex proporcionó, el sacramento del Perdón tenía un papel clave, por eso no es extraño que una de las dinámicas del taller fuese coger una piedra y caminar con ella un tiempo, a la manera de una persona que camina llevando a cuestas sus faltas.
Martes
El martes fue un día distinto, al menos por la tarde, la cual destinamos a disfrutar y jugar con los miembros de la Parroquia de Almanjáyar, lugar al que cinco de nuestras voluntarias habían estado acudiendo algo más de una semana.
Como todos los años, se organizó en la Casa de Siena una Gymkana en la que nuestros jóvenes compitieron por equipos junto a los voluntarios de Almanjáyar (chicos y chicas jóvenes que se han criado en ese barrio y ahora ayudan al párroco, Juan Carlos, en su labor). Se jugó al Twister, a capturar la bandera, al Trivial… Hubo competencia, pero al final lo importante era pasar un buen rato en esta actividad organizada por el grupo Emuná de Madrid.
Tras la Gymkana, el Equipo de Organización recompensó a todos los participantes con hamburguesas y patatas fritas, un plato que nunca falla, y a eso le siguió un rato de música, risas y baile. Como cada año, la Casa de Siena volvió a vibrar con el buen rollo que transmiten Juan Carlos y los jóvenes de Almanjáyar.
Miércoles
Probablemente, el evento más importante de la mañana del miércoles, al menos para los voluntarios del centro La Blanca Paloma de La Zubia, fue la misa con los usuarios del centro. Aquella mañana, el Equipo de Organización dejó por un rato los fogones de la Casa de Siena para unirse a esta celebración. Las palabras de Fr. Félix, que ofició la ceremonia, y la voz y la guitarra de Ana Ortiz, se unieron a la alegría que siempre desprende el personal de La Blanca Paloma, dando lugar a una misa tan peculiar como entrañable.
En la tarde del miércoles se ofreció el último de los talleres formativos, titulado “Y ahora, ¿qué?”, un ejercicio de introspección personal preparado por el equipo de Organización (Álex, Ana Martín, Ana Ortiz, Elina, Lourdes e Igor). El taller comenzó con un texto que se hacía, entre otras, las siguiente preguntas: ¿Y ahora, qué? ¿Cómo va a ser mi vida? ¿Cómo llevaré lo que he vivido en el Campo a mi realidad cotidiana? ¿A qué me siento llamado, llamada? ¿Cómo puedo huir de la comodidad?
Los chicos y chicas de la Casa de Siena tuvieron que reflexionar sobre estas cuestiones por parejas, y a la vuelta, Fr. Félix, a petición del Equipo de Organización, concluyó la primera parte de este taller hablándoles de la “sacralización de la persona”, y de la costumbre que tenemos de dar valor excesivo a ciertas cosas, lugares, recuerdos, etc. cuando lo necesario, muchas veces, es darnos valor a nosotros mismos.
Tras un tiempo de descanso, los jóvenes volvieron a la sala de los talleres para encontrar que se habían quitado todas las sillas excepto una. En esta misma silla se tendría que sentar quien quisiese compartir algo. Fueron muchos los que se animaron, algunos con más seguridad, otros con miedo, y hubo alguna persona que, por su carácter reservado, sorprendió al dar el paso y sentarse para abrirse delante del resto del Campo.
El día concluyó con una breve actividad a cargo de Mónica Marco, Promotora de Comunicaciones del IDYM, en la que, desde el punto de vista de la Misión, se nos habló de los distintos proyectos de la Familia Dominicana, desde los más conocidos, como Acción Verapaz o Selvas Amazónicas, a otros más desconocidos por ser recientes, como el Observatorio de Derechos Humanos Samba Martine.
Jueves
La salida del municipio de Armilla (donde se ubica la Casa de Siena) a Granada fue lo que sucedió a la tarde. Un grupo reducido de jóvenes salió en coche a la Alhambra, con la intención de disfrutar de este icónico complejo palacial, resquicio de la presencia musulmana en la España medieval. Mientras ese grupo se maravillaba con las estancias de la Alhambra, el resto de la casa (que ya había visitado el palacio en años previos) se perdió por las calles granadinas para hacer algunas compras o relajarse en una tetería.
Visitando la Alhambra
Algo más tarde, toda la Comunidad se reunió en el Mirador de San Nicolás para cenar unas hamburguesas que se habían preparado en casa. A algunos esto les supo a poco y bajaron a una heladería cercana a servirse el postre. La luz del sol fue desapareciendo poco a poco, y la noche los sorprendió observando la Alhambra iluminada por los focos, o haciéndose fotos para inmortalizar el momento. Se les hizo algo tarde y cuando volvieron estaban agotados.
Viernes
Este fue el último día de voluntariado, una jornada de lágrimas, despedidas y emociones fuertes. Más de un voluntario volvió a la Casa de Siena con la mirada triste de dejar atrás a los niños, mujeres, pacientes, ancianos, etc. Con los que había compartido su vida aquellas dos semanas, pero también llevaban en su corazón la alegría de haberlos conocido y acompañado.
Por la tarde, todos los jóvenes se juntaron en el patio de la Casa para hacer una breve evaluación de lo vivido aquellos 15 días. En general, el sentimiento de los chicos y chicas respecto a los voluntariados era muy positivo: por ejemplo, los que fueron a Oasis habían vencido su timidez inicial y habían descubierto a personas como Gloria, Manolo, Trini, Antonio o Carmen; y quienes fueron al Hospital concluyeron que, pese a no comprender del todo algunas situaciones, habían acabado entendiéndolas mejor.
A continuación, se procedió a la preparación de la Vigilia, uno de los momentos clave del Campo de Trabajo. Mientras el Equipo de Organización preparaba la Oración penitencial y un pequeño gesto, se les asignó a los cinco voluntariados una parte de la Casa de Siena, en la cual tendrían que montar un espacio en el que se reflexionase sobre uno de los textos de la Liturgia.
La preparación llevó horas de trabajo, pero los frutos fueron muy satisfactorios: las voluntarias de Almanjáyar recrearon el que podría ser el hogar de un niño de ese barrio, un escenario muy duro, a través del cual se invitaba a reflexionar sobre las sensaciones que nos despertaba.
Las voluntarias que acompañaron a las mujeres con Cáritas diseñaron un espacio lleno de fotografías de aquellos 15 días, con una mesa en la que animaban al resto a poner sus nombres y escribir algo bonito sobre su compañero o compañera de Campo, todo ello con una pista de audio de fondo, en la cual se oía a las mujeres cantar y reír junto a las voluntarias.
Los tres voluntarios del centro La Blanca Paloma en La Zubia hicieron un vídeo en el que reflexionaban sobre los sentimientos que afloraban cuando estaban junto a los usuarios, y también colocaron unos pupitres con actividades lúdico-educativas muy semejantes a las que se realizan en el centro, todo ello acompañado del famoso texto que dice que el Reino de los Cielos es para quien se vuelve como los niños.
Los jóvenes que habían estado en el Hospital San Juan de Dios plantearon un doble espacio en el que, por un lado, se invitaba a quienes llegaban a sentir lo que siente una persona de la calle, y, por el otro, se animaba a escribir palabras de ánimo a los pacientes del hospital; por último, los voluntarios de Oasis crearon su propio “oasis” en medio del desierto, y ahí invitaron a quienes vinieron a descubrir recuerdos adquiridos estas dos semanas mientras observaban el cielo estrellado.
Tras este recorrido, toda la Comunidad de Siena se reunió en el patio para celebrar la Eucaristía con Fr. Félix, el cual, al acabar, obsequió a cada uno de los jóvenes con un precioso cuadro elaborado por él mismo. Tras este intenso momento, los jóvenes dominicos recogieron todo lo empleado en la Vigilia y comenzó la fiesta de despedida del Campo.
Sábado
Finalmente llegó el momento de recoger la casa, con el objetivo de dejarla tan limpia como el día de inicio. También era el momento de la despedida. A lo largo de la mañana se sucedieron los abrazos, las despedidas, los “nos vemos en el siguiente Encuentro”, algún que otro “A ver cuándo te vienes a mi ciudad”… Y la casa de Siena volvió a quedar vacía. No así los corazones de los jóvenes dominicos, los cuales estaban llenos a rebosar de experiencias, sentimientos, momentos inolvidables, nuevas amistades que habían nacido estos días y otras, más antiguas, que sin duda se habían fortalecido.
En efecto, el Campo de Trabajo había llegado a su fin, y sin embargo, aquellos momentos sonaban más a “hasta luego” que a “adiós”. Los vínculos permanecían, los abrazos seguían sucediéndose, había nacido una auténtica Comunidad que no se iba a romper por unos pocos kilómetros, y la promesa de volver a juntarse en el otoño hizo que la alegría del futuro reencuentro venciese a la pena de la separación.