La Regla de San Agustín como marco para un modo de vida apostólica que expresa el carisma-vocación de la Orden de Predicadores
IX Encuentro de la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España
Entre el 5 y el 7 de marzo de 2018, la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España celebró su IX Encuentro. En esta ocasión fue en la hermosa ciudad de Oviedo, capital del Principado de Asturias, acogidos por las monjas benedictinas en el emblemático y bien conocido Monasterio de San Pelayo de Oviedo. La Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España, rama de la Orden de Predicadores que ya existía en otros lugares del mundo desde hace tiempo, nació como fruto del VIII Centenario de la Orden de Predicadores a impulso del maestro general de la misma, Fr. Bruno Cadoré.
El tema de formación-reflexión escogido para este encuentro fue la Regla de San Agustín, de la mano del dominico Fr. Francisco Rodríguez Fassio, promotor de la Fraternidad Sacerdotal. Se puso en valor el hecho de que, respondiendo a las disposiciones del IV Concilio de Letrán al que asistió como teólogo y perito, Santo Domingo de Guzmán y su primera comunidad de presbíteros vieron en la Regla de San Agustín el marco para un modo de vida apostólica que expresa el carisma-vocación de la Orden de Predicadores, en cualquiera de sus formas de pertenencia a la misma.
La reflexión se encaminó a descubrir cómo la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo se sitúa en la Iglesia y ante el mundo. Una fraternidad de presbíteros seculares que, desde el ministerio que desarrollan en sus respectivas diócesis, se consagran a vivir la experiencia fontal y sanante del Amor de Dios revelado en Jesucristo, testimoniado en la misión apostólica de la que participan. Toman a Santo Domingo de Guzmán (presbítero él mismo) como fuente inspiradora, desde una vocación común con el resto de la Orden de Predicadores a la que pertenecen por un vínculo específico, simbolizado en el uso del hábito dominicano.
El día 6, por la mañana, el encuentro se transformó en peregrinación al bellísimo Santuario de Nuestra Señora de Covadonga en su triple año jubilar. Allí, junto a la Santina (como cariñosamente llaman los asturianos a su patrona), se trató de la vida interna, relaciones, evolución y expectativas de futuro de la Fraternidad. La misa en la Santa Cueva fue un motivo de regocijo y esperanza. El abad y el cabildo del Real sitio acogieron y saludaron con alegría esta visita. El día 6 mismo, por la tarde, ya en Oviedo continuó la reflexión y se celebraron las vísperas en el Convento de Santo Domingo de la ciudad: fue un auténtico encuentro de familia dominicana.
Un momento apasionante, lleno de posibilidades nuevas aún por explorar y desarrollar
El 7 de marzo, celebraron su identidad de sacerdotes diocesanos compartiendo la eucaristía con los canónigos de la Catedral de Oviedo. El deán y los canónigos, además del vicario general, Jorge Sangrador, que presidió la celebración, recibieron con amable alegría a los participantes en el encuentro. Particularmente bella e instructiva fue la visita a la Cámara Santa de Oviedo y a algunas dependencias catedralicias, acompañados por el canónigo D. José Luis González Vázquez, quien hizo una exposición con gran sensibilidad catequética de las veneradas reliquias que allí se contienen, especialmente el Santo Sudario. Aún se trataron algunos asuntos internos y la preparación del próximo encuentro; que se celebrará en el mes de julio en Caleruega, pueblo natal de Santo Domingo. Tras la comida, y antes de la dispersión, la madre abadesa compartió unos minutos de tertulia con la fraternidad. El prior de la misma agradeció la acogida y todo lo compartido, especialmente la liturgia, así como le hizo entrega de un ejemplar de la Regla de la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España. En la conversación se puso en evidencia que este es un momento crucial para la misión evangelizadora de la Iglesia, un momento apasionante, lleno de posibilidades nuevas aún por explorar y desarrollar.
En resumen: un encuentro gozoso, eclesial, esperanzador, estimulante… y toda una experiencia de cómo el Espíritu Santo alienta nuevos modos de consagración eclesial, apoyados en los carismas más señeros. La intuición y testimonio propio de Santo Domingo de Guzmán brinda una posibilidad actual de responder, desde la pertenencia a una Iglesia Particular, a lo que el Espíritu Santo inspira hoy en la Iglesia para la salvación del género humano.