La crisis económica: un desafío para la fe
El pasado martes 19 de febrero tuvo lugar la novena sesión de las “Conversaciones de San Esteban", a cargo de José Luis Segovia, director y profesor del Instituto Superior de Pastoral de la UPSA en Madrid.
José Luis Segovia, sacerdote plenamente involucrado y curtido en cuestiones de marginación social, además de formar parte del Comité técnico y científico de la Fundación FOESSA, es director y profesor del Instituto Superior de Pastoral de la UPSA en Madrid. Su bella y magistral conferencia se hizo acreedora a un merecido y prolongado aplauso de los presentes. Cuatro fueron los puntos centrales de su reflexión:
1. ¿Por qué la crisis afecta a la fe? Porque la fe cristiana incide en lo más neurálgico y nuclear de la persona humana, allí donde el hombre sufre y goza, donde experimenta su propia realidad vital. De hecho, el Dios cristiano heredado de la tradición bíblica, defensor insobornable de la dignidad humana, nos revela desde un principio su misericordia entrañable, teñida de indignación ante los atropellos humanos. Es imparcial y justo con todos, no hace acepción de personas, sus cálculos matemáticos no son los nuestros (Mt 20,1-16; 25, 31-46). Y no es otra la misión de la Iglesia, llamada a prestar una delicada y amorosa atención a las víctimas de la crisis, articulada en prácticas de justicia.
2. ¿En qué afecta la crisis a la fe? La afecta, en concreto, porque se trata de una crisis idolátrica que ha puesto toda su confianza en el crecimiento económico ilimitado ahondando la brecha de la desigualdad. Porque se trata de una crisis que descansa sobre un modelo antropológico falso, fuertemente cuestionado por el ponente: el del hombre concebido como un “ser racional, egoísta e interesado, susceptible de elecciones diversas”. Porque estamos, en el fondo, ante una crisis de decencia y de falta de ética, sustentada en un sistema sin credibilidad alguna, enmascarado en la hipocresía.
3. Ante esta situación, ¿qué reclama de nosotros la fe? La audacia del conocer, de abrir los ojos y el corazón, de aprender a ver, escrutar y discernir. La audacia de sufrir con los otros, así como la de disentir en defensa de la verdad. La audacia de repensar la vida cotidiana y hacer propuestas creativas. La audacia, en definitiva, de creer, de hacer una oferta de sentido desde la fe en un Dios que nos regala un lugar en el mundo como protagonistas de nuestra propia vida; desde la escucha del evangelio, que es en sí mismo valioso y transformador.
4. ¿Qué podemos aportar desde la Iglesia? Ante todo, cultivar cuatro actitudes fundamentales: combatir la mentira proclamando valientemente la verdad; desmentir, desde la “caridad política”, determinados intereses creados; inyectar valores que nos devuelvan la credibilidad ante el individualismo atroz que nos corroe; aunar la fraternidad y la ciudadanía democrática.
Concluyó su intervención invitando a vivir la crisis como una oportunidad para la fe cristiana. La crisis nos ha desvelado una parte de la verdad. Nos ha hecho ver que, además del mercado y del Estado, ha entrado en escena un nuevo protagonista: la sociedad civil. “A pesar de lo que vemos”, nos está propiciando una buena oportunidad para purificar y vivir mejor nuestra condición teologal de cristianos.