La predicación debe salvarnos a todos de la inhumanidad
Tercera jornada del Congreso sobre la misión con el tema “Predicar” y el subtítulo “Encuentro”
La tercera jornada del Congreso sobre la misión tuvo por tema Predicar y Encuentro por subtítulo. Estuvo centrada en el diálogo interreligioso, la unidad de los cristianos, el diálogo ciencia-fe, educación y evangelización, escucha y mundo digital.
La hermana Mary Catherine Hilkert, de los Estados Unidos, fue la encargada de abrir la jornada con una intervención sobre la predicación como encuentro. Se basó en el fragmento de los discípulos de Emaús para mostrar como cada encuentro, especialmente el encuentro con Cristo, comienza escuchando al otro, para conocer lo más profundo del corazón del ser humano, y así poder dar una respuesta que sane, que dé esperanza. Todo encuentro con Cristo provoca en nosotros una transformación personal, una conversión y nos debe mover a la misión, a dar testimonio de la esperanza que hemos vivido en nuestra propia vida: “La predicación tiene que estar respaldada por el testimonio personal, porque solo podemos predicar aquello que hemos conocido y que `nuestras manos han tocado´: El testimonio conlleva algo más que las palabras – es necesaria la credibilidad. No podemos predicar sobre algo en lo que no creemos”.
Una predicación desde la humildad, porque el que escucha es más importante que el que predica
El teólogo fr. Felicísimo Martínez presentó las que él considera consecuencias de entender la predicación como encuentro. La primera hace referencia al cuerpo: “es preciso predicar con todo el ser, porque el cuerpo es sacramento del silencio, de la palabra, de los sentimientos, de los afectos, de la fe. Con nuestra predicación hay que salvar el cuerpo, lo material y eso es tan urgente ahora como en tiempo de los cátaros”. La segunda consecuencia tiene que ver con la importancia de la palabra a través de la cual la predicación se convierte en encuentro. Felicísimo hacía un llamamiento a “salvar la palabra en esta cultura de la sospecha y de la desconfianza, a la que se ha llegado por la cantidad de palabras huecas, vacías, mentirosas, ofensivas”. En tercer lugar se centró en la importancia del mensaje evangélico, que se tiene que presentar como mensaje de sentido para las gentes y los pueblos en un mundo en que es “abundante en placer, pero escaso en sentido”, y se tiene que presentar como camino de humanización: “la predicación debe salvarnos a todos de la inhumanidad”. En último lugar planteó la importancia del encuentro en la predicación asimétrica, una predicación desde la humildad, porque el que escucha es más importante que el que predica, por eso el predicador debe estar más preocupado por los oyentes que por sí mismo, pensar más en los que escuchan que en uno mismo.
La siguiente sesión fue de talleres de trabajo de todos los asistentes al congreso por bloques temáticos. Más de dos horas en las que se trataron temas como ecumenismo, diálogo interreligioso, pueblos originarios, pentecostalismo, medios de comunicación...
Jean-Jacques Pérennès hizo un repaso a la histórica presencia de los dominicos en Irán y El Cairo desde el siglo XIII, quienes hicieron y hacen verdaderos esfuerzos aprendiendo las lenguas y las culturas, buscando el diálogo con los musulmanes. Fr. Jean Jacques, partiendo de su propia experiencia viviendo con musulmanes, reconoció la importancia de la convivencia con personas de otras religiones para descubrir que el otro no es una amenaza sino un desafío y fuente de alegría. Eso no significa obviar el sufrimiento que determinados grupos de musulmanes están provocando a los cristianos. Al final Jean Jacques hizo un llamamiento al diálogo, aun siendo consciente de las dificultades: “Necesitamos aprender a respetar a los demás, salir a su encuentro, hacer amigos, lograr una fraternidad espiritual”.
El diálogo con los diferentes es posible si empezamos a hablar desde el dolor, desde nuestra vulnerabilidad
Claudio Carvalhaes, protestante de Brasil, desde su experiencia de relación con los católicos, agradeció la labor intelectual y de defensa de los derechos humanos de los dominicos en Brasil. Tomando como referente el encuentro con la samaritana, explicó cómo se puede entender el diálogo interreligioso. Lo que propicia el encuentro y el diálogo entre Jesús y la samaritana, pertenecientes a grupos religiosos contrarios, es una necesidad personal: la sed. El diálogo con los diferentes es posible si empezamos a hablar desde el dolor, desde nuestra vulnerabilidad, en el que todos, independientemente de nuestra condición y de nuestra religión, somos capaces de comprendernos: “Mi experiencia es que los dominicos habéis creado en muchas partes del mundo espacios de encuentro porque habéis entendido que la gente `tiene sed´ y habéis creado condiciones para que esas necesidades se satisfagan”.
Natalia Trouiller habló de internet, un medio pero también un nuevo lugar, donde se encuentran los jóvenes que nos están diciendo quienes son, y donde podemos transmitir lo más precioso que tenemos: Cristo. Las nuevas tecnologías, por esa razón, se convierten en verdaderos espacios de la comunicación y encuentro personal al servicio de la evangelización. La experiencia con las redes sociales en los últimos años nos muestra que internet no es un lugar muy diferente al mundo en el que vivimos. La diferencia, según la profesora Natalia, es que se trata de una multitud de mundos en paralelo en los cuales nos movemos, habitualmente, solo en aquellos que nos resultan más afines según nuestra cultura, religión o gustos. Eso es algo que puede resultar un peligro porque al final en internet buscamos aquello que nos interesa y nos quedamos solo en lo que nos resulta cercano, cuando nuestra evangelización debería dirigirse a los diferentes y no quedarnos en los mismos círculos de siempre. La profesora finalizaba su intervención explicando que, si escuchamos en internet las necesidades de la gente, descubriremos que lo que en realidad lo que busca la gente en las redes sociales es el encuentro con los demás. Nuestro esfuerzo evangelizador, por tanto, debe estar dirigido a ayudar a conseguir ese encuentro que debe ser, al final, un encuentro personal, cara a cara, para conseguir que sea verdaderamente valioso.
La jornada finalizó con una visita de los participantes del congreso a la Sinagoga de Roma.