Las huellas de lo oscuro. El mundo de la estética.
La penúltima sesión de las Conversaciones de San Esteban corrió a cargo de Francisco Javier Martínez Contreras, profesor de Historia de la Filosofía Contemporánea y de Ética en la Universidad de Deusto.
El profesor Javier Martínez Contreras hermana su dedicación a la investigación sobre temas de ética política, derechos humanos y ciudadanía con su compromiso en actividades encaminadas al desarrollo y la transformación del medio social en el que vive. Una de ellas es su compromiso con la ONGd Acción Verapaz, a cuya Junta Directiva pertenece, además de ser Presidente de la Asociación de Euskadi.
Especialista en Ernst Bloch, tiene publicado en la Editorial San Esteban un libro titulado Las huellas de lo oscuro. Estética y Filosofía en Ernst Bloch. Su conferencia, expuesta con claridad y soltura, vino a incidir sobre algunos de los puntos fundamentales del pensamiento de este gran filósofo de la utopía y la esperanza desde una perspectiva estética.
La singular y azarosa vida de este judío, ateo y marxista (1885-1977), esbozada en sus momentos y rasgos más significativos, le sirvieron para encuadrar su rico y profundo bagaje filosófico entreverado con el tema de la estética. E. Bloch, interesado por el movimiento artístico del expresionismo, comprendió que la filosofía y el arte se dan la mano cuando buscan y fondean en el alma humana. El hombre es consciente de la inadecuación que se da entre lo que quiere ser y lo que consigue ser, dado que el alma y sus deseos siempre superan las realizaciones humanas. Ahora bien, es el artista – que no sólo busca la belleza sino también la verdad- quien viene a colmar ese vacío con su obra de arte, realización acabada de esos deseos que nunca logramos realizar de otra manera. “El contenido del arte no es sólo un cómo sino un qué”.
Para E. Bloch, pensar significa “transgredir” la realidad dada y constituida, con la que se está de antemano en desacuerdo por el hecho mismo de que entraña una serie de posibilidades que no se realizan. Denuncia “la oscuridad del instante vivido”, ya que sólo nos percatamos y recomponemos la existencia cuando la reflexionamos. Es la oscuridad que embarga “ese todavía no es”, porque, a lo que está siendo, le falta el punto de madurez que nos anticipa lo que seremos y que se nos entrega a través del arte. La identidad está al final de la vida, cuando cogemos las riendas y nos entrega su sentido. El arte viene a ser algo así como la recopilación de esas páginas “oscuras” de la vida que nos abre al futuro, ilustra las posibilidades de lo que podemos ser, compromete. Por eso, la gran vileza del hombre reside en el “tomar las cosas como son para dejarlas como están”. Lejos de falsas ensoñaciones, de ilusiones escapistas, la utopía responsabiliza, recupera la capacidad introspectiva del hombre en su doble dimensión de mirada a sí mismo y de mirada sobre el mundo.
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