La iglesia Cristo del Olivar de Madrid realiza la quinta sesión del ciclo ‘Música y Mística’
“Música y Misterios del Rosario”. En el acto se fueron intercalando piezas de música y lectura de textos
La quinta sesión del ciclo Música y Mística en la iglesia del Cristo del Olivar (Madrid) tuvo como tema “Música y Misterios del Rosario”. El viernes 18 del mes mariano de mayo tuvo lugar el acto en el que se fueron intercalando piezas de música y lectura de textos. Entre las piezas musicales destacaron algunas de las impresionantes sonatas de Biber, interpretadas por Jaime Calderón al violín, con una técnica y sensibilidad impecables, y el acompañamiento al órgano del fraile dominico Sixto J. Castro. Otras piezas interpretadas fueron de Schmelzer, Corelli, Matteis y Bach.
La selección de textos corrió a cargo de fr. Vicente Niño, acompañado en la lectura por Mónica Marco. Se escucharon textos de Fray Luis de Granada, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Juan XXXIII, Schillebeeckx y Timothy Radcliffe.
Textos del Concierto
- Primera Parte. Vida.
De las Meditaciones de la Vida de Cristo. Año de 1586. Fray Luis de Granada
El principio de toda nuestra bienaventuranza consiste en el conocimiento de Dios. Mas a este soberano Señor no podemos en esta vida conocer en sí mismo sino en sus obras, y entre éstas las más excelentes fueron las de la sagrada humanidad. De donde se sigue que éste es el medio más excelente que hay para venir en conocimiento de la soberana deidad, por medio de la sagrada humanidad. Y así no es otra cosa la devoción del Rosario, si se aplica como conviene, sino meditación de los principales misterios de la vida de nuestros Salvador y de su santísima Madre, los cuales andan juntos, porque en todos ellos entrevino la Virgen nuestra Señora como su Hijo bendito, mayormente en los de su santa niñez.
El que quiere cumplir con esta devoción, no se ha de contentar con rezar secamente las Avemarías que el Rosario comprende, sino, rezando con la boca, debe el corazón ir rumiando y meditando estos misterios susodichos, deteniéndose en cada uno con la devoción que el Espíritu Santo le administrare.
De Juan Pablo II en la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae.
El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. La escena evangélica de la transfiguración de Cristo, en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor, puede ser considerada como icono de la contemplación cristiana. Fijar los ojos en el rostro de Cristo, descubrir su misterio en el camino ordinario y doloroso de su humanidad, hasta percibir su fulgor divino manifestado definitivamente en el Resucitado glorificado a la derecha del Padre, es la tarea de todos los discípulos de Cristo; por lo tanto, es también la nuestra.
De Benedicto XVI en la declaración apostólica sobre el Rosario
En el mundo actual, tan dispersivo, esta oración ayuda a poner a Cristo en el centro, como hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía de su Hijo, y también lo que él hacía y decía. Cuando se reza el rosario, se reviven los momentos importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las diversas etapas de la misión de Cristo. Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria. Cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico y superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro de cada avemaría. Con el rezo del Rosario nos adentramos en el misterio salvífico de la Vida de Cristo, de su profundo amor por todos, su misterio de entrega, su ministerio que muestra el Rostro de amor del Padre a través de su predicación, de sus curaciones, de sus palabras, de sus comidas con todos, de su vida entregada al misterio del Reino.
- Segunda Parte. Pasión-Muerte
De un comentario al Rosario del papa Juan XXIII
Con ánimo conmovido se vuelve una y otra vez sobre la imagen de Jesús en la hora y el lugar del supremo abandono. “Y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra”. Pena íntima en su alma, amargura insondable de su soledad, decaimiento en el cuerpo abrumado. Su agonía no se precisa sino por la inminencia de la pasión que Jesús, a partir de ahora, ya no ve lejana, ni siquiera próxima, sino presente. Eso son los misterios dolorosos, de la pasión y la muerte del Señor.
De E. Schillebeeckx en María Madre de la redención
La formulación del rosario es tan atinada, que el alma puede remontar el vuelo místicamente. Y, en el momento de la más alta contemplación, aun pasando maquinalmente las cuentas del rosario, el alma se eleva y la oración se hace más interior. El rosario ha alcanzado entonces su meta. En la mayoría de los casos, el rosario sería un precioso auxiliar para los momentos de sequedad y desolación espiritual. El abandono filial, con espíritu de fe y amor, la intención que preside la oración, determinan -también aquí- el valor del rosario: se trata de estar en la presencia de Dios. Esta conciencia de la presencia de Dios se mantiene y fomenta por medio del rosario, incluso en los momentos en que el alma se siente embotada y el corazón desolado.
De un autor anónimo del s. XXI
Estos misterios nos presentan e invitan a meditar sobre el dolor, la enfermedad, la separación, la muerte… aspectos nada tolerados en nuestra vida.
Los misterios dolorosos tienen que hacer que fijemos nuestra mirada en el árbol de la cruz. Meditar sobre getsemani, el flagelo, las espinas y cargar con el madero, nos tienen que adentrar en una meditación contemplativa sobre la cruz.
Meditar los misterios dolorosos nos tiene que hacer ver que un Dios crucificado constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los seres humanos nos hacemos de la divinidad. Porque contemplar la cruz, meditar sobre la cruz, nos muestra que este Dios crucificado no permite una fe frívola.
Esa cruz que contemplamos en los misterios dolorosos nos recuerda que Dios sufre con nosotros. Porque a Dios le duele que un niño yazca muerto en la orilla de una playa. A Dios le duele y sufre cuando seres humanos salen de su hogar en busca de un futuro incierto. No sabemos explicarnos la raíz última de tanto mal. Y, aunque supiéramos, no nos serviría de mucho. Solo sabemos que Dios sufre con nosotros y, por ello, no estamos solos.
Meditar los misterios dolorosos nos tiene que cuestionar sobre qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no vemos marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios. Nos tiene que llevar a preguntarnos qué sentido tienen llevar una cruz sobre nuestro pecho si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros.
- Tercera Parte. Resurrección
De T. Radcliffe. “Rezar el rosario” (en Alabar, Bendecir y Predicar. Palabras de gracia y verdad
El rosario evoca el momento presente: “ruega por nosotros pecadores, ahora…” ahora es el instante del presente en la peregrinación de nuestra vida cuando tenemos que mantener, sobrevivir, proseguir nuestro camino hacia el Reino. El avemaría es la oración que cada uno debe recorrer del nacimiento a la muerte, pasando por el momento presente. Pero, a fin de cuentas, nuestra vida no tiene sentido en sí misma, como historia privada, individual. Nuestra vida no tiene sentido más que unida a una historia más vasta que se extiende desde el principio hasta el fin desconocido, desde la creación hasta el Reino. Y esta extensión más amplia está presente en los misterios del rosario, que recorren la historia de la Salvación.
Se han comparado los misterios del rosario con la Suma de Teología de Santo Tomás de Aquino. Cuentan a su manera cómo todo viene de Dios y todo vuelve a Dios. Porque cada misterio del rosario forma parte de un único misterio, el de nuestra redención en Cristo.
Se podría decir entonces que cada avemaría representa una vida individual, con toda su historia de la vida a la muerte. Porque todos esos avemarías están abrazados en una historia más larga, la de la Redención. Por ello necesitamos de ese avemaría individual, para plantar cara a mi pequeña muerte personal. Mi avemaría personal debe encontrar lugar en los misterios del rosario. Así el rosario propone el perfecto equilibrio del cual tenemos necesidad para la búsqueda de sentido de nuestra vida, tanto en el plano individual como en el plano colectivo.
Como escribiría Pablo a los Efesios: “Él nos ha hecho conocer el misterio de su voluntad, ese deseo amoroso que él había formado en él por adelantado para realizarlo cuando se cumpliera el tiempo: recapitular todas las cosas bajo un solo Señor, Cristo, los seres celestes como los terrestres.