“Llegó un momento en que mi vida no la podía separar de esa experiencia amorosa que es Dios”
Ordenación presbiteral de Fr. Juan Manuel Martínez Corral el día de la festividad de la Traslación de Santo Domingo
El viernes 24 de mayo en la Real Basílica Ntra. Sra. de Atocha de Madrid, coincidiendo con la festividad de la Traslación de Santo Domingo de Guzmán, la Orden de Predicadores celebró con gozo la ordenación del presbítero Fr. Juan Manuel Martínez Corral O.P., por la imposición de manos del también dominico monseñor Juan José Larrañeta.
Fr. Juan Manuel estuvo acompañado por padres, abuela, hermano, familiares, amigos, frailes, hermanas, monjas, jóvenes, laicos y sacerdotes que abarrotaron la iglesia. Una celebración sencilla y multicultural (con ofertorio africano incluido) que estuvo acompañada musicalmente por un coro formado por frailes predicadores. Fr. Iván Calvo fue el maestro de ceremonias.
Durante la homilía, el Obispo dijo a Fr. Juan Manuel que la Iglesia le encomienda hacer presente a Dios en este mundo de una forma peculiar: “viviendo con su pueblo y compartiendo sus alegrías, ilusiones y sufrimientos; ayudando a que crezca y profundice su fe, presidiendo su asamblea en los sacramentos y como ministro de su misericordia y compasión”. Larrañeta quiso recordar también que la celebración tuvo lugar en un día muy señalado en que se recuerda a Santo Domingo de Guzmán: “Fray Juanma ha de vivir su sacerdocio desde el carisma de Santo Domingo, que sirvió a la humildad con sabiduría y pasión”.
Juan José continuó señalando que la eucaristía y el sacerdocio nacieron el Jueves Santo: “El Jueves Santo es el día en que se instituyó la eucaristía y fue el día de la primera ordenación de los apóstoles, el día del sacerdocio. Sin eucaristía, decía el papa Juan Pablo II, no hay Iglesia; y sin sacerdotes no hay eucaristía, por eso son tan importantes los sacerdotes”. Explicó también que Juan Manuel recibía algo muy grande, algo que le iba a llegar a través de la transmisión de la Gracia: «Y te digo lo mismo que la Virgen María le dijo a Domingo de Guzmán cuando estaba predicando a los albigenses y no lograba conversiones le dijo “Domingo, ¿pero tú solo qué vas a hacer? Necesitas una herramienta”. Y la herramienta fue el rosario. Y a partir de ese momento Domingo predicó con un ímpetu, con un impulso verdaderamente fantástico. Pues nosotros también, los obispos a través de esa imposición de manos hemos recibido al Espíritu, que es esa herramienta que es tan importante que la podemos transmitir».
Sacerdote, profeta y rey
El Obispo dio algún consejo más a Juan Manuel: “Te vas a comprometer a apacentar el rebaño de Dios, el que te asigne, del que serás responsable. Cuando hablamos del sacerdocio debes presidir la eucaristía con piedad. Vas a ser sacerdote, profeta y rey. Sacerdote para santificar a través de la eucaristía. Profeta para encauzar, anunciar y muchas veces denunciar. Y rey para dirigir, como párroco o incluso como obispo”.
El nuevo sacerdote, en la acción de gracias se acordó especialmente de Dios, de su familia y de la Orden de Predicadores: “Llegó un momento en que mi vida no la podía separar de esa experiencia amorosa que es Dios. No podía separar todo lo que me ha pasado de Dios. De su plenitud hemos recibido gracia sobre gracia, regalo sobre regalo, don sobre don, que se concretiza en el regalo de la familia, en la gracia de nacer en el pueblo que he nacido y rodeado de la gente que he nacido, el don de la vocación, el regalo de pertenecer a la Familia Dominicana y todo eso se concretiza con rostros, con nombres y apellidos de tanta gente que me ha acompañado”.
Fray Jesús Díaz Sariego, prior de la Provincia de Hispania, por su parte, dio gracias a Dios en nombre de la Provincia de Hispania y en nombre de los frailes de la comunidad Ntra. Sra. de Atocha, “por haber tenido la suerte de encontrarnos en la vida con Juan Manuel, quien proviene de una tierra que hace a las personas especialmente fuertes (Gorafe, Granada), que saben sufrir en silencio y que saben compartir en común la alegría de la fe, la alegría la vocación, la alegría de su persona. Gracias a familia de Juan Manuel y a las monjas dominicas del Monasterio de la Santísima Trinidad de Baza que han sido las manos del alfarero para que la vocación de Juan Manuel haya llegado a buen término”.