Peregrinación y Visita a la Cueva de Santo Domingo en Segovia
Miembros de la Familia Dominicana se reúnen un año más en este importante enclave dominicano.
Hace casi 800 años, Santo Domingo viajó desde Madrid hasta Segovia, tras visitar a las monjas del monasterio madrileño, para fundar el convento de frailes en esa ciudad castellana. Lo hizo siguiendo una antigua calzada que desde tiempos de los romanos unía las dos mesetas y de la que hoy se conserva una parte, particularmente la que atraviesa la sierra de Guadarrama. Durante su estancia en Segovia, Santo Domingo pasó algunas noches orando en soledad en una cueva próxima al río Eresma.
Con el deseo de evocar este viaje, aunque en condiciones mucho menos duras de lo que lo hizo Santo Domingo, el pasado sábado 22 de junio un grupo de peregrinos recorrió a pie el camino que va desde Cercedilla hasta Segovia por la antigua calzada romana.
La peregrinación comenzó en la estación de tren de Cercedilla con una sencilla oración que dio fuerzas a los peregrinos para iniciar los primeros tramos de suave subida. En seguida, y tras pasar las Dehesas, el trazado de la calzada romana se convirtió en una ocasión estupenda para recordar la rica historia de esta parte de la sierra. Sin embargo, el esfuerzo es importante y las dificultades no se hicieron esperar, en ocasiones en forma de toros y vacas que, en algunos puntos del recorrido, se empeñaban en bloquear vados y otros lugares de paso. Con un poco de paciencia, los animales, afortunadamente mansos, terminaban por dejar libre el camino para, finalmente, alcanzar al puerto de la Fuenfría, límite con Castilla y León.
El descenso es bastante más llevadero, aunque los kilómetros se iban acumulando. Cerca del cruce llamado Cruz de la Gallega los caminantes se tomaron un descanso para comer y reponer fuerzas, y acometer la última parte del viaje. El ánimo se revitalizó cuando Segovia apareció en el horizonte (aunque resultó estar más lejos de lo que en principio parecía).
Los últimos kilómetros fueron, sin duda, los más difíciles, bajo un sol de rigor por la meseta castellana. Pero todo mereció la pena cuando los agotados peregrinos llegaron a Segovia. Primero, visita obligada al acueducto para hacerse la foto de rigor. Después, al monasterio de las monjas dominicas. A ellas, como recuerdo de la peregrinación y en agradecimiento por su acogida, les regalaron una cuchara de madera en la que grabaron los nombres de los peregrinos y de quienes habían colaborado en la organización.
Los caminantes disfrutaron de la hospitalidad de las monjas pasando la noche del sábado en su hospedería para unirse al día siguiente al resto de la Familia Dominicana en la tradicional visita a la cueva de Santo Domingo.
Así, el domingo 23 a las 12 del mediodía, los peregrinos caminantes llegados desde Cercedilla y los demás peregrinos, provenientes de Madrid y de Segovia, celebraron juntos la eucaristía en la Cueva. Presidió fray Iván Calvo, OP, asistente de la fraternidad de Atocha. En su homilía, fray Iván llamó especialmente la atención sobre la esencia itinerante de la predicación de los dominicos, lo cual debe traducirse para todos (monjas, frailes, laicos y hermanas) en una actitud fundamental: ser capaz de prescindir de lo superfluo para quedarse con lo esencial. Entre las ofrendas, junto al pan y el vino, se presentaron unos Evangelios, que durante la peregrinación los caminantes habían llevado por turno, y uno de los bastones empleado también en la caminata. Ambas ofrendas evocan atributos característicos de Santo Domingo y simbolizan, también, aspectos fundamentales de la predicación dominicana.
Después de la comida de fraternidad, tras una agradable sobremesa, la oración de vísperas con las monjas volvió a congregar a todos antes de iniciar el regreso. Un rato de charla con las hermanas contemplativas, que celebran el quinto centenario de su fundación, puso punto final a la visita con un deseo compartido: que vuelva a repetirse el año que viene.