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Presentación Libro de Jesús Espeja en la Facultad de Teología «San Esteban» de Salamanca

21 de junio de 2012

El día 18 de junio a las 20 horas, en el Aula Magna de la Pontificia Facultad de Teología «San Esteban» de Salamanca, tuvo lugar la presentación del hasta ahora último libro del Prof. Jesús Espeja Pardo, O.P., titulado A los 50 años del Concilio. Camino abierto para el siglo XXI.

Presentación Libro de Jesús Espeja en la Facultad

Después de unas breves palabras de presentación del Presidente de la Facultad, abrió este Acto Académico el Regente de Estudios de la Provincia de España, Fr. Jesús Díaz Sariego, O.P., quien aludió a la trayectoria teológica del Prof. Jesús Espeja y a su vinculación al concilio Vaticano II. En esta perspectiva recordó el primer libro del dominico burgalés, que fue publicado precisamente en 1962, en el contexto conciliar, y que lleva por título La Iglesia: encuentro con Cristo sacerdote. Este libro está inspirado en el pensamiento –entre otros autores– de los célebres dominicos franceses Dominique Chenu e Yves Congar; con él intentaba atisbar lo que entonces acontecía en la Iglesia y en el mundo. Como los teólogos dominicos de su generación, Jesús Espeja supo utilizar los cauces que tanto el convento de San Esteban como la Facultad de teología que en él se alberga, le ofrecía para divulgar sus reflexiones sobre este gran acontecimiento eclesial del siglo XX. El Prof. Jesús Díaz se refirió expresamente a las revistas La Vida Sobrenatural y La Ciencia Tomista. Jesús Espeja publicó en la primera de las mencionadas revistas, en 1969, una serie de artículos sobre la reforma litúrgica, donde retoma la intuición de Pablo VI al afirmar de la Iglesia que, ante todo, es una «comunidad orante». También en la segunda de estas revistas publicó muchos estudios relacionados con el concilio, estudios que siguen siendo hoy día muy demandados por los lectores. Recordó también su participación en el ciclo de conferencias de las «Conversaciones de San Esteban» del curso 2004-2005, que tenían por título Concilio Vaticano II: memoria provocativa. El Prof. Jesús Díaz concluyó su intervención agradeciendo al P. Jesús Espeja su entusiasmo, su trabajo y, sobre todo, su esfuerzo por mostrarnos cómo hacer avanzar la reflexión teológica releyendo nuestra memoria eclesial más reciente, abriendo nuevos caminos para el futuro.
A continuación se proyectó sobre la pantalla el esquema del libro, ilustrado con frases de los papas.

Luego intervino el Prof. José María Yagüe, sacerdote de la diócesis de Salamanca, amigo personal del P. Espeja, quien colaboró como Director Espiritual y como profesor en el Seminario de Jaén, y como Rector y profesor en el seminario del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado (en Perú), y que, además, cuenta con una gran experiencia pastoral. José María Yagüe comenzó felicitando al autor del libro porque –a su juicio– escribir un libro como este, de 380 páginas, a los 80 años, denota mucha fe y mucha esperanza en la Iglesia y en el mundo moderno. Esta esperanza se confirma casi a cada página a medida que se avanza en su lectura; y que no se reduce a un mero optimismo antropológico, sino que se trata de una esperanza que va contra toda esperanza. Se trata de una verdadera esperanza cristiana y no de mero optimismo, pues no oculta las sombras y pecados del mundo y de la misma Iglesia. Por eso –afirmó– el P. Espeja y su obra son un buen testimonio para las generaciones jóvenes y no tan jóvenes, sumidas en el escepticismo, la apatía y el pesimismo que conducen a la parálisis y a la inacción.

Después de estas palabras se detuvo en el tema de Dios tal y como aparece en estas páginas; pues, aunque el libro se refiere continuamente a la Iglesia, la cuestión fundamental que está en el trasfondo no es otra que la cuestión de Dios. Subrayó que el Dios al que se refiere aquí el P. Espeja es Dios que se encarna en nuestro mundo, de manera continuada, mediante Jesucristo. A juicio del Prof. Yagüe «todo el empeño de nuestro autor es hacernos caer en la cuenta de que, en efecto, Dios está aquí, no sólo en la Iglesia, sino en el Mundo, en el Hombre. Son muchas las páginas en las que se insiste en esta firme convicción». Señaló también cómo nuestro autor ve más peligroso el teísmo que el ateísmo. Porque el Dios del teísmo, tal y como se formula en el s. XVIII, indiferente al sufrimiento humano, es más directamente opuesto al Dios cristiano; y también más peligroso, porque permanece presente en el imaginario de muchos cristianos.

Después de mostrar la relación entre la fe en Dios y la moral cristiana, concluyó diciendo que la lectura de este libro clarifica los múltiples retos que hoy se nos plantean, entre los que señaló: la presencia de Dios en nuestro mundo, el discernimiento de los signos de lo que Dios nos está diciendo y, por consiguiente, lo que espera de nosotros, la necesidad de encarnarnos en el mundo presente y de hablar de Dios con humildad.
En tercer lugar habló el Prof. Manuel Ángel Martínez Juan, O.P., centrando su intervención principalmente en el tema de la Iglesia –que es el tema más recurrente en el libro–, limitándose únicamente a espigar algunos de los puntos que aparecen en estas páginas. Comenzó señalando cómo después de la presentación que hace el propio autor, el libro inicia haciendo referencia al concepto de «encarnación continuada». Afirmando en concreto que la Iglesia, suscitada y sostenida por el Espíritu siempre dentro de una historia cambiante, es como el signo de «una encarnación continuada». Sin duda se trata de una afirmación muy matizada que escapa a los peligros que señalaba ya en el año 1968 el famoso eclesiólogo Heribert Mühlen (en su obra El Espíritu Santo en la Iglesia, publicada en español en 1974 por el Secretariado Trinitario, en Salamanca). Mühlen decía que llamar a la Iglesia «continuación de la encarnación» es insuficiente y podría conducir a error. Decir que la Iglesia es “el Cristo que sigue viviendo” es ya más justo, si tomamos la palabra “Cristo” en el sentido primitivo que traduce al hebreo massiah=ungido. Este es el punto de partida de nuestra tesis fundamental: la Iglesia no es la continuación de la encarnación en cuanto tal, sino la continuación, en la historia de la salvación, de la unción de Jesús con el Espíritu» (pp. 274-275).

Después de un breve recorrido por las distintas partes y capítulos del libro, resaltando las ideas eclesiológicas que en ellos aparece, se detuvo especialmente en el cuarto, donde el autor se pregunta por qué la opción preferencial por los pobres, que vienen proclamando las iglesias y la teología de América Latina, no ha tenido tanto eco en las iglesias y teología europeas. La respuesta –a juicio de Jesús Espeja– no se encuentra sólo en la tendencia espontánea que todos tenemos a la comodidad, sino más bien en la racionalidad científica que tiende a ser la única ventana o el único camino de acceso a la verdad. Ante ello el P. Espeja nos invita a recordar el caso de Antón Montesino y de Bartolomé de Las Casas, quienes tuvieron en cuenta que también la afectividad es un camino de conocimiento de la realidad. El impacto causado por el sufrimiento de los pobres y las razones del corazón que la razón no comprende, pueden convertirse en punto de partida del conocimiento de la realidad.

Manuel Ángel Martínez concluyó diciendo que se trata de un libro de ágil lectura, accesible a todos los públicos y que constituye un verdadero estímulo a releer los documentos conciliares y a recuperar la fuerza esperanzadora y misionera que contienen.

Finalmente, el Acto se cerró con la intervención del propio autor, en la que enfatizó, en primer lugar, que su libro no pretende ser un tratado sobre todo lo que dijo el concilio Vaticano II, pues sobre ello existen ya muy buenos libros, sino que su propósito principal ha sido más bien destacar el gran cambio hermenéutico de este último concilio, caracterizado por el deseo de la Iglesia de caminar con los demás seres humanos, su deseo de ser servidora del reino, y su deseo de encarnarse en el mundo.

Concluyó haciendo memoria de los teólogos de los que se siente heredero y hacia los que está profundamente agradecido. En cuanto al tema de la autonomía de lo secular y de la presencia pública de la Iglesia, Jesús Espeja se siente heredero de Dominique Chenu y de Yves Congar; de los obispos de la transición española con los que colaboró, de los que en el año 1973 elaboraron el documento Iglesia y comunidad política, de los obispos que en el año 1986 elaboraron el documento Constructores de la paz; de Tomás de Aquino y a su célebre adagio: «La gracia no destruye la naturaleza, sino que la supone y la perfecciona».

En cuanto al tema de la libertad y la moral, su inspiración ha sido Jesucristo, el Sermón de la montaña, las bienaventuranzas; santo Tomás de Aquino, que sigue aquí a san Agustín en la moral de la gracia. Y a tres profesores dominicos, amigos entrañables con los que trabajó y que ya han fallecido. Antonio Sanchís, con su tesis doctoral La moral como madurez de la persona, Rafael Larrañeta, con su obra Una moral de felicidad; Bernardo Cuesta Álvarez, que ha dejado unos artículos preciosos, escritos con una exquisita sensibilidad, sobre una moral compasiva.

En cuanto a la opción y la causa de los pobres, se muestra agradecido a su contacto con los movimientos de los obreros de España desde su etapa de estudiante, su estancia en América Latina, sus años en el barrio de Vallecas (Madrid), al entrañable obispo Alberto Iniesta, y también al episcopado español, en su documento del año 1974, cuando habló de la actitud cristiana ante la situación económica, o en el año 1994, cuando publicó aquel documento extraordinario La Iglesia y los pobres.

Finalmente, en cuanto a los signos de qué Dios estamos hablando hay dos dominicos de los que se siente heredero: en primer lugar, Juan González-Arintero, con el amor misericordioso; y, en segundo lugar, Santiago Ramírez.

Más información: Presentación del libro en Madrid