Promesas en la fraternidad laical de Segovia
Promesas Perpetuas de Jose Luis Córdoba y Juan José Martín; renovación de la Promesa de Ester Bermejo
El sábado 3 de junio, víspera de Pentecostés, realizaron su Promesa Perpetua en las fraternidades laicales de Santo Domingo D. Jose Luis Córdoba y D. Juan José Martín; también renovó por un año Dña. Ester Bermejo, en la Fraternidad Laical de la Orden de Predicadores de Segovia.
Los tres laicos estuvieron bien arropados en todo momento por la Orden, representada no solo por las monjas, en cuya casa se realizaron las promesas, sino por otros miembros de las fraternidades de Madrid y Valencia, junto con Fr. Iván Calvo, quien presidio la Eucaristía.
Fr. Iván en su homilía subrayó “la importancia de este compromiso en el que primaron los profesos, el valor del mensaje salvador de Jesucristo a través de su predicación y su ejemplo en la vida cotidiana”.
También indicó “que esta promesa cobra mayor importancia en una sociedad que parece volver la cara a la transcendencia y animó no solo a los miembros de la fraternidad laical sino a todos los cristianos a ser valientes y decididos en la esperanza que el Espíritu de Dios insuflará en el ánimo y en la palabra de vuestros labios”.
Los nuevos profesos pronunciaron su promesa en manos de Cristina de Miguel O.P. ,presidenta de la Fraternidad, con la alegrÍa de haber podido llegar a dar este nuevo paso de su entrega para la proclamación de la Buena Noticia de Jesucristo.
La Eucaristía estuvo acompañada por el Coro Congregamini et Psallite, de canto gregoriano, que junto con la comunidad dio brillantez a la celebración.
Fraternidades laicales
La Orden de Predicadores no sólo la forman frailes y monjas, también pertenecen a ella laicos. El reconocimiento de laicos como miembros de una orden religiosa supuso una importante novedad para la vida de la Iglesia. Los laicos de la Orden de Predicadores recibieron del Maestro fray Munio de Zamora su primera regla de vida en 1285, pocos años después de la fundación de la Orden. Los laicos, por tanto, no se limitaron a ser destinatarios de la predicación, sino que desde muy pronto se sintieron llamados a ser parte activa de la misma. Es este un acontecimiento especialmente relevante si tenemos en cuenta el momento histórico en que Sto. Domingo funda su Orden. Precisamente, en la Edad Media (sobre todo a partir del s. XI con la reforma gregoriana) comenzará a acentuarse la diferencia entre el clero y el laicado, no ya en razón de la diversidad de carismas, sino en razón de unos pretendidos grados de perfección. A pesar de que ésta fue la comprensión dominante en la Iglesia hasta el s. XX, la rama laical de la Orden siempre ha estado presente como signo de la comunión y la fraternidad que debe existir entre todos los que -desde las distintas formas de vida y ministerios- formamos la Iglesia.