Relato de una Pascua
Ha sido mi primera Pascua rural. Sé que no será la última. Y es que esto engancha, entusiasma. Porque siento que he compartido vida, he celebrado una Pascua diferente
Después de haber compartido tanto en cuatro intensísimos días, puede que el motivo de la rebelión que siento en mis adentros sea la tristeza. Sin embargo, también podría tratarse de nostalgia; ya que, tras tantos abrazos, miradas de complicidad, canciones, sonrisas y carcajadas… uno echa de menos ese frenesí de sentimientos.
Desde luego me encuentro un poco triste y algo nostálgico, no voy a mentir. Pero los autores de esta sensación que siento ahora mismo no son ni la nostalgia ni la tristeza. No me andaré con rodeos, porque creo que sabéis ya por dónde voy y hacia quién me dirijo.
Siento a Dios en mi interior. De verdad que lo siento. ¡Y cómo remueve mis entrañas! Se manifiesta a través de una ALEGRÍA profunda que invade mi cuerpo y no deja hueco a nada más.
He preparado con mi comunidad las celebraciones y luego, llevándolas a la práctica, hemos orado juntos y junto al pueblo al que pertenecíamos. Nos hemos hecho habitantes de Albarracín, de Gea, de Tramacastilla, de Terriente…
Todo esto con el acompañamiento humano y espiritual de cuatro frailes dominicos que son el mayor ejemplo de coherencia y de Palabra que he conocido. No encuentro mejor manera de impregnarse del carisma dominicano que conviviendo a su lado y sintiendo su vocación.
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