Santa Catalina de Siena en San Cristóbal de la Laguna: Un legado espiritual centenario
Descubre la rica historia y la vida diaria en el monasterio de dominicas más antiguo de las Islas Canarias
Breve historia del Monasterio
El monasterio de Santa Catalina de Siena es la más antigua de las casas de clausura femeninas con las que contó la Orden de Predicadores en las Islas Canarias. Dicho monasterio está situado en San Cristóbal de La Laguna, ciudad de la isla de Tenerife. Su fundación se remonta al 23 de abril de 1611 cuando se inaugura con el ingreso de cuatro religiosas procedentes de Sevilla, aunque en años posteriores llegaría a tener hasta cien monjas, marcando así el comienzo de una presencia espiritual que ha dejado una huella profunda en la ciudad de la Laguna.
El monasterio de las monjas dominicas en la Laguna se fundó con la intención de crear un espacio de contemplación y servicio en el corazón de la comunidad Canaria. Guiadas por una profunda devoción a su fe, estas mujeres consagradas tomaron la decisión de llevar su vida monástica a este entorno único, buscando contribuir al bienestar espiritual de las necesidades de la Iglesia orante y contemplativa.
La Sierva de Dios Sor María de Jesús de León Delgado (La Siervita)
En la iglesia de Santa Catalina de Siena se encuentra la Sierva de Dios, Sor María de Jesús León y Delgado. La vida de la Siervita fue un incesante caminar hacia Dios en la fe, la esperanza y la caridad. Sin embargo, en su vida humilde experimentó algunos fenómenos místicos como otros tantos santos.
Los restos de la Sierva son venerados en elogio de su santidad los 15 de febrero de cada año, mientras su cuerpo ha permanecido incorrupto a lo largo de los años. En la actualidad las autoridades eclesiásticas gestionan el proceso de canonización.
Vida diaria en el Monasterio
El día a día de las monjas dominicas está marcado por la oración, la reflexión y el estudio. Su rutina matutina comienza con la liturgia de las horas, seguida de momentos dedicados a la lectura espiritual y la meditación. Sin embargo, su vida monástica no se limita solo a la contemplación, sino también en la caridad con los más pobres.
A lo largo de estos años, las dominicas en la Laguna han enfrentado diversos desafíos, entre ellos la escasez de vocaciones. Sin embargo, el monasterio es un espacio de espiritualidad y solidaridad en la Laguna, demostrando que la vida monástica puede ser una fuerza transformadora en cualquier estado de vida, y promete seguir siendo una fuente de inspiración y guía espiritual para todos aquellos que buscan significado y conexión en sus vidas.
Para la madre priora, sor Cleofe O.P.: “La contemplación es toda una trama viva de fe y de amor. En definitiva es obra de Dios que se ofrece a Sí mismo como Don divino para ser saboreado, para ser gustado. Desde el lado de Dios todo es simple, todo está dado, todo está a disposición del alma para su fruición y su gozo. Desde el lado del hombre todo suele ser complejo y arduo, pero es posible tener una experiencia de Dios en nuestro interior y en nuestra vida cotidiana”.
Fr. Carlos Ávila Martínez O.P.