Somos testimonio de que la violencia no tiene la última palabra
Impresionante testimonio de una hermana dominica de Irak relatando su valiente trabajo con los cristianos en los campos de desplazados que huyen de la guerra
En la cuarta jornada del Congreso, sin duda el testimonio de la hermana Luma fue el momento más destacado, cuando poco a poco fue relatando el impresionante trabajo que las dominicas han realizado en medio de un ambiente de violencia y muerte. Las hermanas dominicas tuvieron que abandonar Mosul y han permanecido en Irak en campos de refugiados junto con numerosos cristianos expulsados de su tierra por el Daesh. Desde el primer momento las hermanas se preguntaron qué habría hecho Jesús en una situación así y concluyeron que tenían que ponerse al servicio de la gente en medio de ese caos y ese sufrimiento, ser testigos de fe y esperanza en medio de la oscuridad, mantener la dignidad humana en medio de la guerra: “Nuestra presencia les da esperanza y vida, y es prueba de que el cristianismo puede continuar en Irak”. Durante estos años han organizado guarderías para hacer que los niños se olvidaran del sufrimiento aunque fuera por un rato, crearon dos escuelas para formar a más de 600 niños, han mantenido las tradiciones católicas... Y han formado grupos de oración para mantener viva la fe en medio de ese caos donde muchos se preguntan ¿dónde está Dios en medio de ese sufrimiento? ¿por qué permite ese dolor? Ellas han sentido su presencia a su lado y han querido convertirse en testigos de que Jesús sigue trabajando entre nosotros: “Somos testimonio de que la violencia no tiene la última palabra en nuestro país. Queremos ser una luz para todos, traer la salvación es terminar el sufrimiento o eliminarlo en la medida que sea posible”. Una vez liberadas las ciudades cristianas de Irak se plantean nuevos y difíciles retos, pero las hermanas dejaron bien claro que no se van a marchar: “Continuaremos nuestra misión mientras haya un solo cristiano en Irak”. Un prolongado e intenso aplauso de una asamblea puesta en pie manifestó el cariño y apoyo que toda la Familia Dominicana.
En la mañana, Gilles Routier se encargó se introducir la jornada con una charla en la que hizo un repaso a la evolución del significado de la palabra misión, señalando cómo se dio un cambio radical a partir del siglo XVII cuando misión no se entiende ya como la acción del que envía sino que se entiende como una tarea, la función. La modernidad hace que el sujeto principal sea el yo: “Antes el sujeto era el que enviaba y después fue el enviado. Nos hemos puesto en el centro como origen de la iniciativa, y en realidad es Dios el sujeto que es quien se conmueve por el sufrimiento de su pueblo y envía a la misión a sus hijos” . Por esa razón el ponente alertaba del peligro que eso supone porque nosotros no somos los protagonistas de la misión: “Más allá de nuestros deseos y de nuestros planes, tenemos que ponernos al servicio del proyecto de Dios para la humanidad”. El padre Routier animaba a salir de nosotros mismos y ponernos ante Dios preguntándonos a qué nos llama, para qué nos envía y a quien nos envía. Y se dirigió a los asistentes recordándoles que “Un Capítulo no elige la misión de la Orden de Predicadores, es Dios quien escucha los gritos de la humanidad y os envía a responder a ese sufrimiento para dar signos de la presencia del Reino en el corazón de este mundo donde está naciendo una nueva sociedad”.
La hermana Gemma Morató habló de predicar en este mundo de la información donde, paradójicamente, la comunicación es cada vez más difícil. Predicar con la vida, con el testimonio, con un lenguaje que todo el mundo que es capaz de entender y que es nuestra marca de fábrica: el lenguaje del amor: “El amor es el lenguaje que el sordo percibe, que un ciego ve y percibe con toda nitidez y claridad, es la lengua que entiende todo el mundo incluso los locos”. Hizo un llamamiento a los dominicos y dominicas para que prediquemos con la vida, con la alegría, con la palabra para llegar a comunión con Dios y con los otros. Predicar es nuestro estilo de vida, dar razón de la esperanza que nos habita.
El mediodía estuvo dedicado al trabajo por grupos en los talleres. Las diferentes áreas de trabajo fueron: predicación, pueblos originarios, rosario, estudio y misión, salud, pastoral de la santidad, pequeñas comunidades parroquiales, presos, predicación, educación y media.
Servir a la Iglesia significa estar permanentemente en misión
El primero en intervenir en la sesión de la tarde fue fr. Bruno Cadoré, Maestro de la Orden, hablando del servicio en el amor. Explicó que el servicio en la Orden no es una lista de cosas o de palabras que habría que hacer o decir, sino “una actitud de escucha de una palabra, de una conversación de Dios, una conversación de amor”. Somos predicadores que estamos al servicio del mundo, que tenemos que amarlo y contemplarlo para descubrir cómo es “trabajando por una Palabra, trabajando por la gracia que los lleva a su plenitud”. La Orden está también al servicio de la Iglesia, porque la Orden es enviada a aquellos lugares donde la fe no ha llegado, donde la Iglesia todavía está por construir. Servir a la Iglesia significa estar permanentemente en misión, estar al servicio de la Palabra como misioneros que van más allá de las fronteras, las fronteras geográficas y las fronteras mentales, fronteras en todos los sentidos.
Al final de su intervención puso como modelo a las monjas dominicas quienes nos recuerdan que la Orden de Predicadores tiene que estar vigilante, despiertos, y recordó a todos los miembros de la Orden que “Todavía hay muchas razones por las cuales la Orden debe permanecer insomnes, bien despiertos. Tenemos que estar despiertos porque todavía hay mucha gente que no conoce el Evangelio, porque hay mucha gente que sigue sufriendo, porque hay mucha gente que ha perdido toda la esperanza”.
Finalizaron las intervenciones de la tarde con la intervención de la hermana Faustina Jimoh de Nigeria quien dijo que nuestra predicación tiene que cumplir tres condiciones: que sea creativa, es decir, que sea capaz de recurrir a cualquier manera para llevar esa palabra viva a los demás, incluso recurriendo al talento de los otros: tiene que ser dinámica, es decir que debemos saber adaptarnos a los tiempos, aunque eso no significa dejar que las tendencias de la sociedad controlen nuestra predicación, pero sí que se adapten a los tiempos; y tiene que ser una predicación que permita ayudar a otros a predicar porque la Iglesia somos colaboradores, no competidores. “Cuando estos elementos están presentes nuestra predicación tiene que estar caracterizada por esperanza”. La hermana hizo un llamamiento a los asistentes a predicar porque “Cualquier dominico que no esté dispuesto a predicar es un `ladrón´, porque estamos obligados a compartir con los demás los frutos de la predicación. Necesitamos ser más visibles, como predicadores. Tenemos que estar dispuestos a ser las `manos de Cristo´ porque hay mucha gente `ahí fuera´ que quiere conocer gente `como nosotros´. Necesitamos salir, conocer gente, dar a conocer a Cristo – ir a esas fronteras en donde aún no lo conocen”.
La jornada finalizó con una peregrinación a la Santa María sopra Minerva donde los congresistas rezaron unas vísperas que quisieron ser un homenaje a las mujeres predicadoras y a los artistas dominicos, ante las tumbas de Santa Catalina de Siena y Beato Angélico.