Las dominicas sor July y sor Olga hacen su profesión solemne en Alcalá la Real
La celebración tuvo lugar el 25 de marzo en el monasterio jienense de la Encarnación
A las cinco de la tarde todo estaba preparado, sacerdotes locales, el capellán del Monasterio, don Antonio, otros sacerdotes amigos de la comunidad que vinieron de fuera de la ciudad, un franciscano de Madagascar, y los miembros de la Orden: fray Luis García Matamoros, fray Benito Medina y fray Urbano Alonso. En el coro se encontraban las dos hermanas profesas sor Julie y sor Olga con sus padrinos y madrinas, toda la comunidad, la madre Teresa, sor Emilia de Jaén y las madres trinitarias del Monasterio de Alcalá.
Ceremonia sencilla y solemne que se inició con una monición de entrada que expresaba la emoción y alegría que un acontecimiento así supone para la comunidad de dominicas de Alcalá la Real (la monición puede leerse completa al final de la noticia).
Acto seguido comenzó la Eucaristía, con un canto de entrada interpretado por el coro de antiguos alumnos de la Safa. Se celebró la liturgia de la Palabra y a continuación los sacerdotes se acercaron al coro para asistir a la celebración de la profesión solemne de las hermanas.
Antes de dar las hermanas este paso, pidieron la bendición a sus padrinos como representantes de sus padres y a la madre priora, como representante de la comunidad. Tras un interrogatorio que les hizo fr. Luis, comenzó la homilía. En la homilía el celebrante hizo un recorrido desde la creación del mundo hasta el día presente, teniendo en cuenta cómo Dios nos quiere salvar siempre: “Cayeron en pecado nuestros antepasados, Él quiso salvarlos y mandó a los profetas. No obstante siguieron cayendo y Dios entregó a su Hijo gracias al Sí de María, así hasta el día de hoy”. Y terminó diciendo que “con nuestra entrega estamos colaborando a la economía de la Salvación. Y como María, estas hermanas tienen que dar su Sí, sin condiciones”.
Tras la homilía el presidente interrogó a las profesas sobre su disponibilidad en su entrega al Señor, se cantaron las letanías de los santos e hicieron su profesión en las manos de la madre priora. A continuación se bendijo el velo y se les entregó el anillo como signo de desposorio con Cristo, la corona como símbolo de la que un día el Esposo les entregará y unos cirios recordando a las vírgenes sensatas. Y así engalanadas, las hermanas cantaron alrededor de ellas derramando flores. A continuación dieron a toda la comunidad el beso de la paz, mientras el franciscano de Madagascar cantaba un canto en malgache.
Al finalizar la celebración sor Julie dio las gracias a todos por su presencia y especialmente al alcalde de la localidad y a los miembros de la Corporación que estuvieron presentes, así como a la senadora Elena, amiga de la comunidad.
Al final de todo hubo una pequeña invitación a chocolate y dulces en una tarde fría de ambiente pero cálida en la amistad y la cercanía de la gente de Alcalá.
Monición de entrada:
“…El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres…”
…Van pasando los años y aunque afortunadamente nos vamos acostumbrando a estas celebraciones, signo de la llegada de nuevas vocaciones, siempre que estas ocurren son para los que aquí estamos motivo de gozo e ilusión. Hoy Sor Julie y Sor Olga dan un paso más en su acercamiento a Dios, en su entrega sencilla, voluntaria y como acción de gracias a ese don maravilloso que recibieron un día. Para los que andamos con ellas con frecuencia sabemos de su gran ilusión, de su entrega generosa y de la alegría que de ellas emana cada día, esa alegría que hacemos todos nuestra, cada vez que estamos con ellas y especialmente hoy en esta solemne celebración.
Llevamos la Cuaresma ya mediada, un tiempo dedicado a la oración, la mortificación y la caridad, tres palabras y tres pilares de nuestra Fe que esta Comunidad conoce y practica a la perfección en su vida cotidiana ya que ellas se han entregado por entero a los demás a través de la oración, el ayuno y el despego de todo lo material.
Sin embargo dentro de este tiempo especial de preparación y cercanía a Dios, hoy día 25 hemos hecho un alto en este andar peregrino y lo hemos dedicado al gozo de alabar y dar gracias por Sor Julie y por Sor Olga, que con sabia intuición han elegido el día de la Encarnación, nombre hermoso con que se llamó desde tiempos pretéritos a este monasterio y hoy, como María, ellas también van a dar su sí generoso de entrega a Dios y a todo lo que ello conlleva en sus vidas. Tomando a María como ejemplo reciben el mensaje de Dios y como Ella en silencio y oración lo recibió y nos trajo al Dios hecho Hombre como fiel reflejo de una promesa secular de Dios a su pueblo, ellas a su vez y de igual manera se entregan a Él y nos lo revelan en su sencillez.
Quiero acabar con las palabras de nuestro obispo D. Amadeo del que tenemos grata memoria de sus recientes visitas a esta casa, dice nuestro Prelado en su Carta Pastoral en Cuaresma:
“Necesitamos estar muy afianzados en nuestro seguimiento de El Maestro para poder llegar a ser misioneros que le lleven al corazón de los hombres y mujeres de este tiempo… Sólo el discípulo tiene grabado en su corazón el sueño de Cristo: “Para que el mundo crea”. Por eso es importante que el discípulo misionero lleve muy dentro de su corazón esta convicción: ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo o de rodillas ante el Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!...”
Estas palabras son la realidad de cada día de sor Julie y de sor Olga, así como de este Comunidad que siempre nos dicen al encontrarse con cada cual:
“Lo que hemos visto y oído eso es lo que os anunciamos”.