Un modo de predicar dominicano: fr. Luis de Granada
Quinta conferencia impartida por fr. Francisco Rodríguez Fassio, en las Conversaciones de San Esteban (Salamanca), dentro del ciclo "Lugares, caminos, encuentros. 1216-2016. 800 años del camino dominicano"
Fray Luis de Granada es un clásico: el autor español más editado después de Cervantes y uno de los creadores del castellano moderno, un fenómeno editorial, un autor ecuménico, un clásico espiritual con el testimonio su favor de Santa Teresa de Jesús, San Juan de Rivera, San juan de Ávila, San Carlos Borromeo, San Francisco de Sales, etc., un santo que no ha sido canonizado por la complejidad de la historia política de España y Portugal en su tiempo y, también y sobre todo, por la tradicional desidia de los dominicos para esta clase de asuntos.
¿Qué nos puede decir este clásico a hombres y mujeres, creyentes o no, de aquí y ahora? Tras presentar unos interesantísimos apuntes biográficos de este granaíno, hijo de emigrantes gallegos apellidado Sarria, inicia sus primeros pasos con la mendicidad hasta que es acogido como paje en la familia de don Luis hurtado de Mendoza, conde de Tendilla y alcaide de la Alhambra, donde reina un ambiente de cultura renacentista. A los 20 años entra de dominico en Santa Cruz la Real, convento recién fundado por los Reyes Católicos (5 abril de 1492), y que cuenta con un Studium Generale. Sobresaliendo en sus estudios es enviado al famoso colegio de San Gregorio de Valladolid, donde se formaban los más prometedores dominicos de toda España. Tuvo por profesores teólogos de la talla de Bartolomé Carranza, Melchor cano y Pedro de Sotomayor. Su destino normal hubiera sido la cátedra. No obstante, impulsado por el afán misionero, lo encontramos en 1534 en Sevilla para embarcarse a América. Pero con el billete pagado (seis ducados librados por orden del emperador Carlos), el Provincial le cambió el rumbo radicalmente: le envía como restaurador al convento de Scala Coeli, en la sierra cordobesa, a 7 km de la ciudad. Convento cuna de la reforma dominicana de España en el siglo XV. En este viaje le acompaña un clérigo que también soñaba con las misiones de ultramar y que ha de quedarse aquí: Juan de Ávila, el cual será su gran maestro espiritual.
Scala Coeli supone para fray Luis el descubrir la necesidad de la evangelización integral: cómo formar perfectos cristianos enseñándoles metas, caminos, medios... Para él, situándose en una audaz posición teológica que más tarde acarreará la condena de la Inquisición: todos están llamados a la santidad y todos están llamados a la contemplación, a experimentar el saber y el sabor de la presencia viva de Dios y entregarse a Él y a su Reino. Continúa perfeccionando su tarea del predicador concienzudo tanto en la práctica como recopilando materiales que más tarde le servirán en sus publicaciones.
Tras presentar las andanzas y los retos de su predicación, el conferenciante muestra como respuesta a los mismos tres aspectos de la predicación que fr. Luis trata expresamente:
1) El primero es: Los modelos de predicadores. Su modelo máximo, aparte de Santo Domingo, de predicadores y predicación: San Juan de Ávila. La historia es conocida: El joven Fray Luis es invitado por el cabildo de la catedral de Córdoba a predicar la Cuaresma. Está contento por la oportunidad y el honor, y escribe a Juan de Ávila pidiéndole algunos consejos. Éste le envía la famosa carta primera de su epistolario, un verdadero tratado sobre la predicación lleno de emoción, teología y pastoral: fr. Luis le contesta: “Con atención y casi sonriéndome leí la palabra que vuestra reverencia en su carta dice: que le parece dulce cosa engendrar hijos y traer ánimas al conocimiento de su Criador, y respondía entre mí: ‘la guerra parece fácil a los inexpertos’. El engendrar no más, confieso que no tiene mucho trabajo, aunque no carece de él; porque si bien hecho ha de ir este negocio, los hijos que hemos por la palabra de engendrar, no tanto han de ser hijos de la voz cuanto hijos de las lágrimas”.
2) El segundo aspecto es su tarea de predicador, primero predicación oral por toda Andalucía y Extremadura y Portugal, y más tarde predominantemente literaria por su deseo de aprovechar a más gente en todo el mundo. Nada menos que 40 tomos se requieren para recoger su obra y siempre con un criterio: no repetir lo ya dicho.
3) El tercer aspecto es la enseñanza de la predicación, sobre todo en su obra "Retórica eclesiástica" que según Azorín, y desde el punto de vista exclusivamente literario: "La ‘Retórica’ de fray Luis de Granada es uno de los más admirables libros de estética que conocemos; los más hondos e interesantes problemas modernos –el problema del romanticismo y el clasicismo, por ejemplo, el problema de la intuición y de la reflexión– están en esa obra planteados con toda claridad y reiteradamente (...) El libro de Granada es capital para la historia de la estética en España. No se le ha dado importancia esta obra. No se la di ni yo mismo al escribir mi libro sobre fray Luis. Es interesantísima la “Retórica” de Granada porque en ella se plantea –no al azar, incidentalmente, sino con toda deliberación– los mismos problemas que el artista actualmente se plantea".
"Granada fue un hombre europeo, se leía en todos los pueblos de Europa; lo cita del satírico Regnier, y lo cita Moliere". El primer traductor de la obra, el obispo ilustrado José Climent en 1770, decía: "Podemos gloriarnos de que los sermones del venerable Granada, en parte, contribuyeron a que se estableciera o restableciera en Francia la elocuencia sagrada".
Entrando en detalles, el conferenciante añadió: La predicación es una comunicación y como tal precisa de destinatario, mensaje y mensajero.
1.- ¿A quién predica fray Luis? A toda clase de personas: reyes, obispos, clérigos, nobles, pueblo sencillo. Unas veces en púlpitos, otras por carta o por conversación privada. Pero más interesante es apreciar cómo ve fray Luis a sus destinatarios: Las personas, toda clase de personas, incluso las más humildes o ignorantes, están llamadas a vivir y a disfrutar la salvación que es Cristo y de su medio que es la oración. Habrá diferentes caminos, pero no diferentes grados de perfección. Hay peligros, equívocos, pecados, manipulaciones, vicios. En esto es realista nuestro autor: Pero sí abundó el pecado, parece decir con San Pablo, sobreabundó la gracia.
Consecuencia de lo anterior, es su pedagogía. Positiva, respetando particularidades, procesos, con gran sentido del equilibrio y con un maduro ejercicio de discernimiento de espíritus en cada circunstancia.
2.- Este es su mensaje: Para él, Hay una armonía entre la acción salvadora de Dios y el esfuerzo ascético del hombre. Si desde el punto de vista del proceso humano podría hablarse de que primero hay una etapa ascética y después una mística, la espiritualidad dominicana y Fr. Luis con ella, insisten más en que desde la perspectiva de Dios es al contrario: porque Dios nos ha amado primero y escogido desde toda la eternidad para ser sus hijos en Cristo, es por lo que es posible y deseable al hombre allegarse a ese encuentro. Por lo cual, el tono de la predicación, de la espiritualidad y de la oración en Fr. Luis de Granada es fundamentalmente alegre, vital, estimulante. Para él es evidente que el amor puede más que el deber o el temor.
Fray Luis resalta el carácter encarnatorio de la espiritualidad. Todas las dimensiones humanas: cuerpo, alma, relaciones, inteligencia, voluntad, acción, afectividad, sensibilidad, trabajo, aspectos sociales y políticos, todo, ha de ser movilizado en ese encuentro con Dios. Una espiritualidad, del hombre entero y del hombre sin aislamientos, en solidaridad, con conciencia de su entorno y de sus responsabilidades. Su predicación es eminentemente Cristocéntrica y cristimórfica: Cristo es la meta, el camino, la vida. No se debía leer por separado la "Guía de pecadores" y el "Libro del amor de Dios"; nunca la moral sin la mística ni la mística sin moral.
3.- El modo de transmisión: Indica fray Luis a la hora de justificar su obra de la “Retórica eclesiástica”: "Lo cierto es que con más elegancia y facilidad ejercerá el ministerio de la palabra el que con diligente estudio se ayudare en este arte. Por tanto, no sin razón debe culparse la negligencia de muchos predicadores que suben al púlpito sin el subsidio de esta arte. A la verdad tengo por cosa indignísima que un empleo tan noble, tan necesario en la Iglesia y el más difícil de todos, se ejerza sin ningún principio ni regla, siendo así que hasta los oficios mecánicos no pueden ejercitarse bien sin haberlos antes aprendido.
4.- Perfil del mensajero o predicador: Una de las características que más resalta fray Luis es la de que el predicador no se puede predicar a sí mismo. Su tarea es simplemente hablar en nombre de otro. "Quiero decir que, olvidado de sí, de sus comodidades y de su honor, ponga fija su mira en la gloria de Dios y salvación de las almas, atienda solamente aquella, búsquela, piense en ella, téngala siempre delante de sus ojos y jamás aparte de ella el pensamiento para pensar en sí mismo. Porque es cosa indigna que, cuando se trata de la gloria de Dios y de la salud o muerte eterna de las almas, despreciando el hombre cosas de tanta importancia, cuide de su pundonor y sienta más que peligra esta vana e inútil aura del rumorcillo popular… Pero ¿quién habrá tan enamorado de sí, y olvidado de Dios, que si conoce que predomina en su ánimo esta ambición no se avergüence de una deformidad tan fea cuál es el desprecio de Dios? (...). Porque la pureza y rectitud de intención que se pide en el predicador evangélico tiene un poderosísimo enemigo entrañado en lo íntimo del hombre. el apetito de la honra y de la propia excelencia" .
El predicador tiene pues que ser absolutamente consciente de que los protagonistas de la comunicación en toda predicación son Dios y cada uno de los oyentes. Él es simplemente, y en palabras del Bautista, el “amigo del esposo”, que los presenta y, después, se queda a la puerta, alegrándose de la alegría del esposo.