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Verdad, sentido fe Presupuestos y actitudes de apertura

8 de noviembre de 2013

Primera sesión de las conversaciones de San Esteban, que tuvo lugar el martes 5 de noviembre, durante la cual se leyó la conferencia preparada por el teólogo dominico fr. Felicísimo Martínez, quien no pudo estar presente a causa de una enfermedad.

Verdad, sentido fe Presupuestos y actitudes de ape

La primera conversación estaba a cargo de Felicísimo Martínez, fraile dominico con una amplia trayectoria docente ejercida sobre todo en Venezuela, en Honkong y en Madrid. Desde ahí ha impartido cursos y conferencias por toda América latina, por todo el extremo oriente cristiano (de Filipinas a Vietnam) y también por toda España. Fr. Felicísimo no pudo estar presente el martes porque se encontraba enfermo. Por esa razón envió su conferencia titulada Verdad, sentido, fe: presupuestos y actitudes de apertura, que fue leida por fr. Moisés Pérez en el Salón de Actos de San Esteban de Salamanca. Tras la lectura de la conferencia escrita por fr. Felicísimo, se abrió una mesa redonda con los profesores fr. Juan Huarte, fr. Juan Almarza y fr. Ricardo de Luis Carballada.

1. La primera parte de la conferencia de fr. Felicísimo se centraba en Cuestiones en torno a la verdad y el sentido. Hoy es casi una osadía pronunciar la palabra “verdad”, porque la verdad ha quedado asociada para muchas personas con el dogmatismo, el fundamentalismo, la violencia, la cruzada, la intolerancia… Pero, ¿vale la pena vivir la vida al margen de la verdad? En el juicio de Jesús aparece la cuestión de la verdad: ¿Qué es la verdad? La pregunta sigue presente.

La más genuina relación con la verdad es la búsqueda, es la indagación, es la apertura..., no la apropiación. La verdad no es patrimonio de nadie, sólo es patrimonio de Dios. Así lo entendió el rabino ante la oferta que Dios le hizo: “Mira, en una mano tengo la verdad, en la otra tengo el instinto de la verdad, escoge”. Y el rabino contestó: “Señor, la verdad es sólo patrimonio tuyo, a mi dame el instinto de la verdad”. El ser humano tiene que aprender a vivir, no con certezas plenas, sino con infinidad de cuestiones e incertidumbres. Pero esto requiere aprender a vivir una cultura de la confianza. Vivimos, dice Timothy Radcliffe, una crisis de confianza o de sospecha, de suspicacia y de recelo frente a todo y frente a todos. A la vez que se insiste en la cultura de la trasparencia, cada vez se expande más una cultura de la desconfianza y del recelo.

La verdad no está ya asociada a la dignidad de las personas. Se pretende ser persona respetable sin vivir en la verdad. Aquí el problema no es la verdad objetiva, sino la veracidad, el vivir en la verdad. Se ha expandido una crisis de sospecha y ya no confiamos en los políticos, en los economistas, en los medios de comunicación, en los científicos… No creemos que nos digan la verdad. Nos ahogamos en la información, pero no sabemos a quién creer. Como decía nuestro filósofo, recientemente fallecido, Eugenio Trías: “No es la verdad, sino la mentira lo que rige este mundo”.

Sin embargo, la verdad es absolutamente imprescindible para la vida y la convivencia. Tiene tres niveles: el primero es el de la “patencia de la realidad” o la realidad misma sin disfraces. El segundo nivel se refiere al sentido de la realidad, el mundo del sentido: el sentido es absolutamente necesario para vivir, porque, como decía Víctor Frankl, la falta de sentido conduce al vacío y al despiste existencial y, en definitiva, al suicidio. El tercer nivel nos sitúa en el nivel creyente o teológico y se refiere a la dimensión salvífica de la realidad. Para el creyente Dios es la verdad, la verdad es el ámbito de Dios.

2. Desde esta perspectiva aborda la segunda parte de su conferencia: Presupuestos y actitudes de apertura a la verdad, sobre todo a la verdad de la vida.

Entre éstas, señala las siguientes:

1. Cultivar la cultura de la confianza,
2. Cultivar también los hábitos del corazón
3. Vivir en profundidad y cultivar la dimensión contemplativa
4. Abrirse a experiencias de trascendencia.

La versión mística de la trascendencia no es exclusiva de la religión cristiana. Es compartida por todas las grandes tradiciones religiosas. Aún más, es una experiencia que conoce también versiones no religiosas. Cada vez más personas agnósticas, ajenas a una fe religiosa reclaman el derecho a la espiritualidad, a la experiencia mística, a la experiencia secular de lo trascendente.

Esta experiencia sólo puede acontecer desde la dimensión relacional, comunicacional y comunitaria del ser humano. Hay que subrayar en este último aspecto que Santo Tomás definía la búsqueda de la verdad recurriendo a la imagen de la caza: Es una empresa colectiva realizada por un equipo coordinado y bien conjuntado… Por eso el único método es el diálogo…