D. Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo: “En clave cristiana no existe la autorrealización, sino la realización”
X Conferencia Santa Catalina, organizada por laicos dominicos
La décima edición de la Conferencia Santa Catalina organizada por la Fraternidad Laical de Santo Domingo de Atocha (Madrid) en honor a la laica dominica más universal, se celebró el pasado miércoles 25 de abril bajo el título “Nueva Era: vuelta al paganismo y la magia ancestral”. El ponente fue de uno de los mayores especialistas en Nueva Era: D. Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, nombrado en 2014 por el Papa Francisco Consultor del Pontificio Consejo para la Cultura.
En su exposición, D. Raúl Berzosa trazó un perfil muy preciso de la historia de este movimiento gnóstico contemporáneo -desde su gestación en la década de los años 20 del siglo pasado hasta su apogeo en la década de los 80- y desgranó sus rasgos más característicos, tanto en su versión americana (centrada en el autodesarrollo de las potencialidades humanas), como en la europea (más inclinada hacia lo esotérico). Según la Nueva Era, soy yo quien debo salvarme conquistando estados de conciencia superiores que me liberen de la ignorancia, no del pecado. El pecado no existiría, ni tampoco, por tanto, la responsabilidad.
Se manifiesta en elementos culturales muy diversos
El obispo de Ciudad Rodrigo recalcó en varias ocasiones una advertencia: la Nueva Era no es una simple moda, sino una cosmovisión, una concepción del ser humano. La tendencia gnóstica que la inspira no es algo circunstancial, sino epocal. Esto hace que todos, la mayoría de las veces inconscientemente, nos veamos arrastrados por esta corriente que se manifiesta en elementos culturales muy diversos: música, literatura, ecología, feminismo, etc. Es importante tomar conciencia de ello para poder responder adecuadamente a los retos que esta tendencia nos plantea. Mientras la antropología cristiana se fundamenta en concebir al ser humano como “los ojos y las manos de Dios”, las antropologías alternativas de inspiración gnóstica actuales nos presentan a un ser humano que sería pura cultura y que puede elegir ser cualquier cosa (ideología de género), o que sería “los ojos y las manos de la madre Tierra” (ecologismo profundo), o que sería fruto de sus conocimientos y su aplicación tecnológica (evolucionismo cyborg), etc.
D. Raúl recordó cómo, desde sus inicios, los distintos papas han avisado de los riesgos que este nuevo gnosticismo entraña. Juan Pablo II advirtió contra un intelectualismo que lleva a un ateísmo práctico y de los peligros de la entonces naciente Nueva Era. Benedicto XVI señaló que el mayor peligro para la religión es la propia religión tal y como la entiende el gnosticismo. Y el actual papa, Francisco, en su última exhortación apostólica Gaudete et exsultate, considera al gnosticismo, junto con el pelagianismo, como uno de los dos grandes enemigos de la santidad (nn. 36-46).
Para la Iglesia, según D. Raúl, uno de los principales retos es revertir el proceso que se ha ido dando en nuestras sociedades occidentales desde la década de los 60 del siglo pasado mostrando que “no puede haber espiritualidad sin religión, que no puede haber religión sin Dios, que no puede haber Dios sin Cristo y que no puede haber Cristo sin Iglesia”. La manera de lograrlo es a través de una respuesta positiva: creando comunidades que den un testimonio auténtico de vida cristiana. “La prueba de autenticidad de nuestra fe cristiana es: primero, que tengamos una relación personal con Jesucristo, de tú a tú, que Cristo sea alguien para mí, no algo. Segundo, que esa relación influya realmente en mi vida, que me sienta transformado, aunque sea mínimamente. Tercero, que viva mi relación con Cristo en comunidad, no aisladamente. Y cuarto, que en mi vida exista compromiso con los desfavorecidos”. Precisamente, hay dos rasgos de nuestras sociedades que constituyen un perfecto caldo de cultivo para la Nueva Era y las nuevas corrientes gnósticas: la despersonalización y desencarnación de las relaciones interpersonales -a lo que están contribuyendo brutalmente el mal uso que se hace de las nuevas tecnologías de la comunicación (redes sociales, etc.)- y la soledad, verdadera epidemia social que está generando graves carencias en la vida de las personas y una búsqueda desesperada por solventarlas.