Feb
Evangelio del día
“ ¿Con que compararemos el Reino de Dios? ”
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 10,32-39:
Hermanos:
Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes.
No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa.
Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa.
«Un poquito de tiempo todavía
y el que viene llegará sin retraso;
mi justo vivirá por la fe,
pero si se arredra le retiraré mi favor».
Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.
Salmo de hoy
Salmo 36,3-4.5-6.23-24.39-40 R/. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Confía en el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía. R/.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano. R/.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,26-34
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Reflexión del Evangelio de hoy
Es Dios quien salva
El don de la fe no algo meramente personalista e individual como estamos acostumbrados en la mayoría de nuestros ámbitos. La fe es siempre comunitaria, es publica por cuanto hacemos nuestros los gozos y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de nuestros hermanos en la fe y de toda la humanidad.
La fe es ante todo don de Dios, por supuesto, pero lleva también otras virtudes que debemos trabajar y acrecentar para poder mantener viva la llama primigenia de la fe. Estas virtudes son: la constancia (“os hace falta constancia”, nos dice el texto), valentía para soportar todo con magnanimidad, con alegría; perseverancia (un poquito de tiempo todavía y el Justo llegará sin retraso).
Es cierto que es Dios quien salva (salmo 36) pero nosotros no debemos de dejar de poner de nuestra parte para alcanzar la promesa y para atraer a través del testimonio de vida a muchos otros al camino de Vida Eterna, Cristo el Señor.
Sucede con el Reino de Dios como con el grano que se siembra en tierra…
Con dos breves parábolas, tomadas del mundo agrícola Jesús enseña el proceso de crecimiento del Reino de Dios dentro de nosotros y como no en el mundo. Como la semilla que se siembra necesita un largo proceso en silencio y paciencia, para poder llegar a germinar y madurar. Tras dejar el grano en la tierra el labrador sigue con sus trabajos, sin preocuparse más de la semilla. Es la tierra por el don de su propia fuerza la que llevará a cabo el milagro de la transformación. Todo lo que desde fuera a nosotros nos parece tiempo perdido, tiempo muerto, es tiempo fecundo, tiempo de gracia y cargado de vida para los planes de Dios. Siempre más grandes y más profundos que cualesquiera de los nuestros. También descubrimos en este texto la referencia a la sorpresa del labrador, que será tan grande como la que encontramos en la segunda parábola. De la más pequeña de las semillas nos encontraremos después del tiempo oportuno con un arbusto tan grande que hasta los pájaros lo escogerán para sus nidos.
Dios escoge lo más pequeño: los instrumentos más pobres, los menos aptos para cooperar en su designio de salvación. Los caminos de Dios no son los nuestros; su Reino lleva en sí mismo un principio de desarrollo, una fuerza secreta que lo conducirá a su consumación más allá de lo que la mente humana pueda imaginar.
Sin duda que con humilde colaboración por nuestra parte y firme esperanza el mundo nuevo soñado y amado por Dios desde la eternidad es posible.