Sep
Evangelio del día
“ ¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen. ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11
Hermanos:
En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis que os escriba, pues vosotros sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche.
Cuando estén diciendo: «paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, de forma que ese día os sorprenda como un ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.
Así, pues, no nos entreguemos al sueño como los demás, sino estemos en vela y vivamos sobriamente.
Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él.
Por eso, animaos mutuamente y edificaos unos a otros, como ya lo hacéis.
Salmo de hoy
Salmo 26, 1.4. 13-14 R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz:
¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús le increpó diciendo:
«¡Cállate y sal de él!»
Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.
Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí:
«¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen».
Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.
Reflexión del Evangelio de hoy
Todos sois hijos de la luz e hijos del día
Por segunda vez Pablo responde a la preocupación de los de Tesalónica acerca de la inminente fecha de la venida gloriosa de Jesús. Respuesta incompleta pues el apóstol ignora la fecha por imprevista. Y siendo así, la vida cristiana vendrá marcada por la obligada preparación y la necesaria vigilancia. El Día del Señor, rótulo con hondo sabor profético, será negra sorpresa para los que viven en las tinieblas, pero para los que viven en el discipulado fiel del Maestro, será ocasión para esperar la salvación que ya han recibido, como señal, en la muerte de Cristo. Abiertos, pues, al futuro, que será un tiempo a seducir con fe y amor, que puede ser identificado como vivir en la luz y vivir con el Señor. Es tiempo de fidelidad, de congruente discipulado pues sabedores somos de que transitamos caminos de luz como tales hijos de la luz. Es una hermosa llamada a vivir nuestra fe con responsabilidad, con inteligencia, y poniendo todo lo que podamos de nuestra parte, que la parcela del Espíritu del Señor es siempre cumplida. Propicia ocasión para perfilar mejor nuestra presencia cristiana en el mundo: vivir nuestros días con la alegría de Cristo, ser referentes de gratitud por lo dado y vivido y en ningún momento apagar el Espíritu. Así nos estimulamos cual hermanos para encarnar la ley de Cristo Jesús aquí y ahora.
¿Qué tiene su palabra?
A la hora de concretar la propuesta salvadora de Jesús de Nazaret, el evangelio recalca la fuerza sanadora de su Palabra. Ésta nos viene dada repleta de fuerza, fecunda en su eficacia contra el mal que deshumaniza a este maltrecho hombre de la sinagoga de Cafarnaúm. Jesús dice y hace, mira desde el corazón y se compadece, sabe encajar el dolor de los que a él se acercan y asume nuestras dolencias hasta el misterio de su muerte. El poderío de su Palabra estriba en su transparencia, en la sinceridad de su presencia, en la fuerza de su corazón, en el contenido liberador de sus expresiones y, sobre todo, en la experiencia de un Dios Padre-Madre al que le duele el dolor de todos sus hijos. Padre-Madre que en ningún instante dejará de ejercer de tal, aunque los hijos le demos la espalda. Por eso, el mal reculaba ante la presencia del Maestro de Galilea, el proyecto del Reino de los cielos se abría camino, las gentes buscadoras constataban que una nueva vida es posible de la mano de la Palabra nueva, la que dice y hace verdad, la que por su virtud hace posible que todo lo nuestro, todo lo humano, pueda ser nuevo.
¿Damos en la comunidad eclesial la primacía que merece la Palabra de Dios, o prestamos exclusiva atención a otras muchas palabras que no son de Dios, aunque como provenientes de Él se nos dan?
¿Hacemos todo lo que en nuestra mano esté para que el Día del Señor sea una experiencia de esperanza en Cristo Jesús en medios secularizados como los nuestros?