Nov
Evangelio del día
“ Hijos de la luz ”
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15,14-21
Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y de que tenéis suficiente saber para aconsejaros unos a otros.
Pese a todo, os he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar vuestros recuerdos. Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable.
Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios. En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios.
Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo.
Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno; sino como está escrito:
«Los que no tenían noticia lo verán,
los que no habían oído comprenderán».
Salmo de hoy
Salmo 97 R/. El Señor revela a las naciones su salvación.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su salvación.
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16,1-8
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite».
Él le dijo:
«Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él dijo:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Con mis palabras y acciones
En la primera lectura del día podemos escuchar a San Pablo enviándonos a predicar en espacios abiertos, en las fronteras. Él nos dice que para «no construir sobre cimiento ajeno» sino para anunciar a Cristo entre los que no han escuchado nunca su nombre, para que vean y comprendan. Y no solo a través de sabias palabras sino en un sincero ejercicio de transparencia, mostrando su obra: la que realiza en cada uno de nosotros, los que declaramos seguirle o intentamos hacerlo.
Para mostrar el tesoro que llevamos dentro, hemos de realizar una dieta de adelgazamiento, dieta que no está pautada por ningún nutricionista, sino que encontramos muy bien explicada en las obras de misericordia. No se trata de dejar de comer o de comer ciertos alimentos sino de «dar de comer al que tiene hambre», no se trata de engañar a nuestro estómago bebiendo mucha agua sino de ofrecer un vaso de agua fresca «al que tiene sed», no se trata de ejercitar nuestro cuerpo con largas caminatas sino de «acoger» al que llega de muy lejos y permitirle descansar entre nosotros.
Al escuchar, consolar y cuidar a otros que lo necesitan más, mostramos nuestro tesoro, y ese bendito descuido sobre nosotros mismos nos desinfla el ego y aligera la vida al vaciarla de inútiles preocupaciones que nos llenan de ansiedad y de colesterol, del malo, además.
Hijos de la Luz
El evangelio de hoy se comenta solo.
Pues sí, parece que son otros los que practican la misericordia, los que perdonan las infracciones, los que acogen al extranjero y le hospedan, mientras miramos recelosos a quienes nos han tomado la delantera y afeamos como podemos su conducta, intentando desvelar sus aviesas intenciones acomodados delante del televisor, buscando la paja en el ojo ajeno.
Aunque también vemos un luminoso testimonio de vida y compromiso con los pobres desde el faro de la Iglesia de Cristo.
Pidamos, para el Papa Francisco, la fuerza del Espíritu de Dios.