Sep
Evangelio del día
“ Estaban al acecho para ver si curaba en sábado ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 1-8
Hermanos:
Se oye decir en todas partes que hay entre vosotros un caso de inmoralidad; y una inmoralidad tal que no se da ni entre los gentiles: uno convive con la mujer de su padre.
¿Y vosotros seguís tan ufanos?
Estaría mejor ponerse de luto y expulsar de entre vosotros al que ha hecho eso.
Pues lo que es yo, ausente en el cuerpo, pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros en el nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús entregar al que ha hecho eso en manos de Satanás; para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor. Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser.
¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?
Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos.
Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.
Salmo de hoy
Salmo 5, 5-6a. 6b-7. 12 R/. Señor, guíame con tu justicia
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R/.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor. R/.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar.
Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.
Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él conocía sus pensamientos y dijo al hombre de la mano atrofiada:
«Levántate y ponte en medio».
Y, levantándose, se quedó en pie.
Jesús les dijo:
«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?».
Y, echando en tomo una mirada a todos, le dijo:
«Extiende tu mano».
Él lo hizo y su mano quedó restablecida.
Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús.
Reflexión del Evangelio de hoy
El Beato Alfonso, originario de La Rioja, ingresó en el convento dominico de San Pablo de Valladolid. Nada más ser ordenado sacerdote, se le destinó a las misiones de Oriente. Estuvo evangelizando en Filipinas, primero, y más tarde en Japón, brillando por las virtudes de piedad, misericordia, gratitud y confianza en María, especialmente por medio del Rosario. Fue encarcelado, por su fe cristiana, y, luego, decapitado en la isla de Tokasima el 1 de junio de 1617. Fue el primer mártir dominico en Oriente, beatificado, junto con 205 compañeros mártires, por Pío IX el 7 de julio de 1867. Con seguridad que la Palabra del evangelio de hoy nos ayudará a comprender el porqué de su fuerza hasta el martirio y nos animará a imitarlos en la fidelidad.
Jesús se conmueve. Dios se conmueve. ¿Y nosotros?
Uno de los verbos que más emplean los evangelistas para expresar la reacción de Jesús ante el sufrimiento de las personas es conmoverse, compadecerse. Como indicando que ante ese espectáculo, Jesús no puede pasar de largo sin hacer algo. Así sucede cuando se le acerca un leproso, el centurión rogándole por su criado, la suegra de Pedro, el paralítico, etc. Jesús muestra siempre la misma actitud ante todo el que sufre. Para él, los humanos no eran números sino personas con nombre y apellidos cada una. Y si, para lograrlo, tiene que violentar costumbres, leyes mal interpretadas o la furia de los escribas y fariseos, lo hace.
A nosotros nos cuesta más conmovernos. Por eso, Jesús nos ofrece hoy la oportunidad de recordar que podemos no pasar de largo, podemos detenernos –por más prisa que tengamos- ante cada persona necesitada. Y bien estaría que aprendiéramos de él a detectar necesidades, problemas y sufrimientos en las personas con las que convivimos y con las que contactamos por el motivo que sea.
La letra y el espíritu
La primera mata, el segundo vivifica (Cfr. 2 Cor 3,6). Y no es cierto porque lo diga San Pablo sólo, sino porque lo hemos experimentado también nosotros y, en el evangelio, hemos gozado viendo a Jesús practicarlo. Cierto que toda sociedad bien establecida necesita normas y leyes, pero nunca para ahogar a las personas sino para ayudarlas en sus comportamientos habituales. En tiempos de Jesús había demasiadas normas que, según dijo en una ocasión, asfixiaban a la gente. Hoy se enfrenta con una de las más extendidas, que reglamentaba milimétricamente lo que se podía hacer y lo que se prohibía en sábado. La escena evangélica de hoy se desarrolla en sábado. Jesús, coloca a un paralítico en medio de la asamblea y plantea el dilema:
¿Qué hacemos? ¿Observamos el sábado, dejando abandonado a este pobre enfermo, o lo salvamos al margen o en contra de la ley? “¿Que está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?” Los fariseos callan. Jesús, sin despreciar la ley, pero poniéndola en su sitio, cura a aquel hombre. No podemos, no debemos, relacionarnos con Dios a base de formalismos, leyes, ritos y prácticas exclusivamente. Debemos servirnos de todo ese andamiaje para dar pie a la autenticidad y espontaneidad del hijo, de la hija, ante el mejor y más comprensivo de los Padres.