Ene
Evangelio del día
“ Se le pasó la fiebre y se puso a servirles ”
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel 3, 1-10. 19-20
En aquel tiempo, el joven Samuel servía al Señor al lado de Elí.
La palabra del Señor era rara en aquellos días y no eran frecuentes las visiones.
Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos habían comenzado a debilitarse y no podía ver.
La lámpara de Dios aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió:
«Aquí estoy».
Corrió adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Respondió:
«No te he llamado. Vuelve a acostarte».
Fue y se acostó.
El Señor volvió a llamar a Samuel.
Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Respondió:
«No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte».
Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor.
El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel:
«Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: "Habla, Señor, que tu siervo escucha"».
Samuel fue a acostarse en su sitio.
El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
«Samuel, Samuel».
Respondió Samuel:
«Habla, que tu siervo te escucha».
Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan a Berseba, supo que Samuel era un auténtico profeta del Señor.
Salmo de hoy
Salmo 39, 2 y 5. 7-8a. 8b-9. 10 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.
«—Como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R/.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Reflexión del Evangelio de hoy
En la primera lectura encontramos el pasaje de la llamada de Dios a Samuel cuando era aún niño. Es una lectura llena de la inocencia propia de los jóvenes: siempre están listos para la aventura. Es interesante observar la pedagogía de Dios con Samuel. ¿Por qué Dios lo llama tres veces y, a la tercera es cuando se muestra y dice quien es? Es interesante también observar como Elí, sacerdote viejo y curtido en el trato con Dios, tampoco supo reconocer al Señor hasta la segunda ocasión.
Según nos dice el texto, la razón se encuentra en que las revelaciones y la Palabra de YHWH había dejado de ser escuchadas y vistas y, en consecuencia, Samuel todavía no había conocido al Señor. Por ello, se levanta rápidamente y va a la habitación de Elí para ver si quería algo o si pasaba algo. La respuesta de Elí es clara: “Yo no te he llamado. Vete y acuéstate de nuevo” El problema era que Samuel no era capaz de reconocer la voz del Señor porque todavía no la conocía.
Me parece una interesante lectura para reflexionar sobre la situación actual en la mayoría de los países occidentales donde las personas no son capaces de reconocer al Señor. Son capaces de reconocer que hay una fuerza, un destino, una energía, un algo… que guía o protege sus vidas, pero no son capaces de reconocer que esa fuerza, esa energía… es Dios. En definitiva esa es la misión de los predicadores: ayudar a las personas a que abran los ojos y reconozcan por sí mismo que la presencia de Dios en sus vidas.
En el Evangelio, encontramos a Jesús saliendo de la Sinagoga (para los judíos el lugar donde se escucha la Palabra de Dios) e yendo a casa de la suegra de Simón Pedro, la cual estaba enferma. Jesús, al entrar en la casa, cura a la suegra de Pedro de sus fiebres y esta se pone a servirles. Este es el punto que llama la atención hoy: la salvación, la felicidad, la curación que Jesús regala no es para nosotros mismos, sino para que la hagamos carne sirviendo. Es en el servicio cuando se produce el milagro de la curación.