Sáb
11
Ene
2025

Evangelio del día

Señor, si quieres puedes limpiarme

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 5, 5-13

Queridos hermanos:

¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo.

No solo de agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y el testimonio de los tres es único.
Si aceptamos el testimonio humano, mayor es el testimonio de Dios. Pues este es el testimonio de Dios, que ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo.

Quien no cree a Dios lo hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna.

Salmo de hoy

Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20 R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 12-16

Sucedió que, estando Jesús en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús, cayendo sobre su rostro, le suplicó diciendo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».

Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio».

Y enseguida la lepra se le quitó.

Y él le ordenó no comunicarlo a nadie; y le dijo:
«Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de su enfermedades.

Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna

Nos encontramos ante una lectura cuya palabra “vida” resuena de fondo. ¿Qué es la vida? Aquello por lo que existimos, el espíritu de Dios en nosotros que nos hace seres vivos, seres humanos. Pero el apóstol san Juan va mucho más allá y él no se queda en esta vida terrena, él da el salto, nos hace mirar a una vida futura que no tiene fin. Él mismo lo dice “para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna”. Hermanos, ¡cuántas veces nos hemos sentido sin vida aun pudiendo respirar! ¡Cuántas cosas nos quitan el aliento y el pálpito del corazón! Las preocupaciones, los problemas, los sufrimientos, las mentiras, las traiciones, las tristezas y angustias…la gran incertidumbre de no saber qué será del futuro, dónde estaremos, con quien, y cómo. Cuántas personas andan como “muertos vivientes” porque no hallan fuera lo que en realidad ya tienen dentro de sí: vida eterna.

No fuimos creados para esta vida caduca: decía san Juan XXIII que “estamos hechos de pedacitos de cielo”, esto es, que una parte de cada uno de nosotros tiende hacia lo alto, hay un latir en el fondo de nuestra alma que nos impulsa a buscar la verdad, la plenitud, la felicidad. Muchas veces nos equivocamos porque vamos a fuentes que sacian por momentos pero que dejan un vacío aún mayor y oscuro que el anterior. San Juan nos revela dónde está la fuerza del cristiano para resurgir de esa muerte interna: la fe en el Hijo de Dios, que nos ha salvado con agua y con sangre. El agua del Bautismo que nos limpia los pecados y nos regenera a una vida nueva, y la sangre que mana de su costado, sangre que no es como las demás, que no mancha, al contrario, limpia y sana todo lo que está destruido.

Podemos glorificar a Dios con el salmista, porque verdaderamente, el Señor “ha reforzado los cerrojos de nuestras puertas, ha puesto paz en nuestras fronteras”. Cuando aceptamos la Verdad, el Camino y la Vida que es Jesucristo, y dejamos que transforme nuestra vida, entonces sí que experimentamos ese nuevo nacimiento, ese impulso para decir “sí” a los planes de Dios, y vivir alegres en medio de las dificultades, sean las que sean, porque Cristo está a nuestro lado y ha dado su vida por darnos a nosotros la vida eterna.

Señor, si quieres puedes limpiarme

Este Evangelio nos enseña a pedir al Señor lo que necesitamos, con humildad, sin esconder lo que más nos da vergüenza, nos invita a mostrar lo que somos sin miedo, para que Cristo pueda limpiarnos de todo aquello que nos impide ser verdaderos cristianos. Es una palabra que nos interpela, ¿de qué tienes necesidad hoy? ¿qué le pedirías a Jesús? Quizás necesitas que cure tu orgullo, que limpie tu sed de venganza, que mire con amor el pecado de avaricia que anida en tu corazón, que te conceda la gracia de perdonar a tu hermano, que Él te de su paz para poder vivir con serenidad los conflictos familiares… ¿qué necesitas del Señor hoy? Está bien pedirle al Señor por todas las necesidades, pero hoy Jesús pasa a tu lado y quiere que le muestres tu deseo más profundo.

Vemos que Jesús manda al enfermo de lepra a presentarse ante el sacerdote, primero para que pueda dar testimonio de que ha sido sanado, y también para que sea reinsertado en la sociedad, en la comunidad. Hermanos, la fe se vive en comunidad, en la Iglesia. Esto nos remite al Sacramento de la Penitencia, donde somos perdonados, y podemos volver a unirnos a nuestros hermanos con alegría, dispuestos a caminar juntos hacia la santidad. Si has perdido la comunión con algún hermano, si llevas tiempo alejado de Dios, ¡ánimo! El Señor te espera, está deseando que le muestres tus heridas, tus necesidades, que le dejes limpiarte y sanarte, Él te quiere devolver la vida que has perdido y darte a beber de una fuente que salta hasta la vida eterna. Con estas lecturas de hoy, podemos estar contentos porque el Señor no hace sino mostrarnos un camino de amor para llegar a Él. Ojalá puedas tener el corazón abierto y dispuesto para mostrar al Señor lo que hay en tu corazón, y experimentes la alegría del perdón y la reconciliación, en definitiva la comunión con Dios Padre y con su Iglesia.