Oct
Evangelio del día
“ El que no está conmigo, está contra mí ”
Primera lectura
Lectura de la profecía de Joel 1,13-15; 2,1-2
Vestíos de luto, haced duelo, sacerdotes, gritad, servidores del altar.
Venid y pasad la noche en sacos, servidores de Dios, pues no hay en el templo de vuestro Dios ofrenda y libación.
Proclamad un ayuno santo, convocad la asamblea, reunid a los jefes, a todos los habitantes del país en la casa de vuestro Dios y llamad a gritos al Señor.
¡Ay del día!
Se acerca el Día del Señor, llega como ruina arrolladora.
Tocad la trompeta en Sión, gritad en mi monte santo, se estremecen todos los habitantes del país, pues llega el Día del Señor.
Sí, se acerca, día de oscuridad y negrura, día de niebla y oscuridad, como el alba sobre los montes, avanza un gentío innumerable, poderoso como nunca la hubo ni lo habrá tras él por generaciones.
Salmo de hoy
Salmo 9,2-3.6.16.8-9 R/. El Señor juzgará el orbe con justicia
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R/.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron. R/.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
El juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,15-26
En aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice:
“Volveré a mi casa de donde salí”.
Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».
Reflexión del Evangelio de hoy
Está cerca el día del Señor
Una gran invasión de saltamontes lo ha destruido todo. Detrás tan sólo queda muerte y destrucción. Ya no hay alegrías, ni ilusiones, no hay vida.
La plaga de los saltamontes es un castigo que el Señor envía. Por eso inmediatamente ante esta gran destrucción y dolor ha que reunir al pueblo y pedirles que vayan a la penitencia, al ayuno, deben reunirse para orar, deben sentir el deseo profundo de la conversión, para que la alegría pueda volver a sus rostros. Todo es tinieblas y oscuridad. Este es el aviso de que el día del Señor está cerca.
Joel es un profeta y predica la conversión. Cada día somos juzgados por nuestros actos, pero al final la conversión debe existir y la alegría volverá. Volverá la luz y ya no habrá más tinieblas ni oscuridad, porque todos somos hijos de la Luz e hijos del día, no de la noche ni de las tinieblas (Ts 5). En otros tiempos, en estos tiempos del profeta Joel la oscuridad y las tinieblas era como llegar al fin, en un lenguaje profético-apocalíptico, donde se debía estar preparado haciendo oración y penitencia. Hoy debemos ser luces en el Señor e ir como hijos de la luz (Ef., 5,8).
Echa los demonios, por el poder de Belzebú
Vemos como Jesús expulsa los demonios, y vemos en este acto la incomprensión de un pueblo que le acusa de estar a favor de Satanás. Un pueblo dividido porque en sus mentes sólo existe el mal. Y Jesús tan sólo quiere que nos unamos a su combate contra ese mal que retrocedamos ante el mal que está a nuestro alrededor, el mal que hay en nuestro mundo y venciéndolo hacernos con Cristo partícipes de su victoria.
San Pablo nos hace ver de un modo más dramático esta división: “por cuanto no hago el bien que quiero, antes bien el mal que no quiero”. Jesús nos quiere ayudar a superar nuestras divisiones para que lleguemos a ser uno con Él. Ya que la división no provienen de Dios.
Nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro corazón, deben estar plenos para el bien y no perder tiempo en cosas inútiles en pensamientos que sólo producen maldad, porque así nos dice: ¡quién no está conmigo, está contra mí! Por eso no podemos perder nuestro tiempo en cosas inútiles, sin sentido, que nos apartan de Dios. Ya que todo nuestro afán es buscar la unión con Dios, y hacerlo con ese poder de Jesús que con su solo dedo expulsaba los demonios. El dedo es su fuerza, su poder, con ello podemos decir que ha llegado el reino de Dios. Jesús es el instrumento de la obra salvadora de Dios.
Nos deja unas armas de paz para poder echar fuera de nosotros tantos demonios, tanto mal y lo haremos teniendo una oración profunda, intensiva, una oración constante sin pausa ninguna. Profundizar en la palabra de Dios, hacerla vida, y dar vida con ella.
Mucha penitencia, necesitamos hacer mucha penitencia para vencer el mal, hay demasiado mal en este nuestro mundo, que nos invade, nos ciega, nos hace tanto daño.
Ser humildes y caritativos y poner todo nuestra confianza en Dios, solamente en Él y no en las cosas de este mundo y por último estar a cada instante vigilantes para que el bien que hay en nosotros no lo dañe el mal que hay fuera.