Feb
Evangelio del día
“ Me da lástima de esa gente ”
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes 12, 26-32; 13, 33-34
En aquellos días, Jeroboán pensó para sus adentros:
«El reino podría volver todavía a la casa de David. Si el pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en el templo del Señor en Jerusalén, el corazón del pueblo se volverá a su señor, Roboán, rey de Judá, y me matarán».
Y tras pedir consejo, el rey fundió dos becerros de oro y dijo al pueblo:
«Basta ya de subir a Jerusalén. Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto», e instaló uno en Betel y otro en Dan. Este hecho fue ocasión de pecado. El pueblo marchó de uno a Betel y delante del otro hasta Dan.
Construyó lugares de culto en los altos e instituyó sacerdotes del común del pueblo que no eran descendientes de Levi.
Jeroboán estableció una fiesta en el mes octavo, el día quince del mes, a semejanza de la que se celebraba en Judá. Subió al altar que había edificado en Betel a ofrecer sacrificios a los becerros que había esculpido y estableció en Betel sacerdotes para los lugares de culto que instituyó. Después de esto, Jeroboán no se convirtió de su mal camino y siguió consagrando para los lugares de culto sacerdotes tomados de entre el pueblo común; a todo el que deseaba, lo consagraba sacerdote de los lugares de culto.
Este proceder condujo a la casa de Jeroboán al pecado y a su perdición y exterminio de la superficie de la tierra.
Salmo de hoy
Salmo 105, 6-7a. 19-20. 21-22 R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas. R/.
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 1-10
Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos».
Le replicaron sus discípulos:
«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?». Él les preguntó:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete».
Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobres ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Reflexión del Evangelio de hoy
¡Ya está bien de subir a Jerusalén!, ¡Este es tu Dios, Israel!
Hay una idea bastante llamativa en este pasaje. Tanto las religiones como los poderes civiles y estatales tienen, como principio y fundamento, el servicio al hombre. Servicio a la sociedad, a la humanidad. Y si partimos de esa base, tanto las religiones como los gobiernos, deberían complementarse ya que su servicio es a toda persona, en su integridad. Tema este un poco escamoso ante el que, como vemos, se han enfrentado desde todos los tiempos. Haciendo caer a los hombres en la idolatría, fijando la mirada en otros diosecillos, con el telón de fondo de no perder prestigio, poder, dinero y hasta el reinado y la vida en el caso del rey Roboán. A nosotros no se nos prohibirá subir a Jerusalén a dar culto a nuestro Dios, pero debemos de estar siempre atentos a cuáles son los becerros de oro que nos hacen desatender la “Jerusalén” que anida en nuestro corazón. Siempre atentos a cuáles son nuestros intereses y motivaciones profundas, que nos hacen ver lo diferente, lo diverso como una amenaza para nuestros pequeños reinos personales llevándonos, no a dar normas porque tenemos potestad para ello, pero si a crear prejuicios y luchas para mantener por encima de todo nuestra posición.
“Me da lástima de esa gente”
El texto de la multiplicación de los panes por mucho que se lea, siempre remueve las aguas de nuestro interior. Esa “lástima” que siente Jesús nos tranquiliza porque sentimos como se compadece de nosotros. Pero creemos que, como todo pasaje evangélico, va más allá del propio consuelo interior y personal. Jesús fija su mirada en la necesidad material y espiritual del hombre. La mirada compasiva se convierte en gesto, y el gesto en don para la vida del otro. Cada día nos cruzamos en nuestras ciudades, pueblos, calles, plazas, puertas de nuestras iglesias y casas con personas que piden ayuda. Es cierto que no tenemos bienes materiales para auxiliar a todos, pero ¿cómo es nuestra mirada para con los otros? ¿Somos capaces de ver personas detrás de todas sus historias, o casi pasan tan desapercibidos como los carteles publicitarios? ¿Somos capaces de elevar una oración comprometida a Dios por sus situaciones, por sus vidas? Que el Señor nos conceda su mirada, que se convierta en gesto y este en don para el hombre y la humanidad. Hoy se lo pedimos por intercesión de la Virgen de Lourdes donde muchos se refugian en este día en que la Iglesia la recuerda.