Sep
Evangelio del día
“ Dadles vosotros de comer ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,17-26.33:
Hermanos:
Al prescribiros esto, no puedo alabaros, porque vuestras reuniones causen más daño que provecho.
En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra asamblea hay divisiones entre vosotros; y en parte lo creo; realmente tiene que haber escisiones entre vosotros para que se vea quiénes resisten a la prueba.
Así, cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho.
¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen?
¿Qué queréis que os diga? ¿Que os alabe? En esto no os alabo.
Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Por ello, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperarnos unos a otros.
Salmo de hoy
Salmo 39 R/. Proclamad la muerte del Señor, hasta que vuelva
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.
«- Como está escrito en mi libro -
para hacer tu voluntad
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R/.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R/.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes; porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Reflexión del Evangelio de hoy
«Cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él vuelva»
Pablo nos narra en este pasaje de la carta a los Corintios la institución de la Eucaristía, tal como él la ha recibido. Quiere dejar claro cómo se cumple en Jesús la plenitud de la Alianza, y cómo el mismo Señor quiso dejarnos como recuerdo de esa alianza la nueva Pascua, no la judía del sacrificio y cena del cordero, sino la comida de su propia entrega por nuestra salvación. Jesús es el definitivo Cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en la cena eucarística, que inicia la liberación de la esclavitud del pecado y marca el paso hacia la nueva salvación del Reino de Dios. Por eso Pablo urge en la necesidad de una celebración digna de la Cena del Señor. Los corintios deben corregir los abusos del ágape que precedía a la cena eucarística. Abusos que obligaron a separar la eucaristía de las cenas en común, para dignificar especialmente el momento eucarístico. Porque «quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación». La eucaristía significa la donación definitiva de Jesús por nosotros, por nuestra salvación. Jesús se entrega y asume su destino, su propia muerte, como sacrificio de amor hasta el extremo. Y la celebración en la eucaristía de esta entrega es la confirmación de ese amor definitivo que Jesús quiere que compartamos entre todos los creyentes. En la eucaristía celebramos la fraternidad del amor donde Jesús se hace presente y nos trasmite el amor del Padre. Comer a Jesús significa hacerse uno con Cristo y hacerse uno con los hermanos en el Padre, celebrar la nueva Alianza de Dios con los hombres en Cristo.
«Dadles vosotros de comer»
Este pasaje de Lucas nos narra la curación del siervo del Centurión romano. Lucas nos cuenta un diálogo «a distancia» entre Jesús y este Centurión romano, amigo de los judíos, que había oído hablar de Jesús y creía en su autoridad espiritual. Un personaje suplicante, que no pide para él, sino para uno de sus criados, lo cual, si cabe, lo dignifica y engrandece aún más. Y pide desde la humildad: no soy digno… No se considera a la altura del rabino de Nazaret, un hombre de Dios con poderes sobrenaturales. Pero su fe es total: tú que lo puedes hacer, «di una palabra y mi siervo quedará curado». Es una fe capaz de mover montañas, como nos dice Jesús en otro pasaje evangélico. Es la confianza total en la misericordia del Señor, que le da la certeza de que su petición sencilla y sincera se cumplirá. Un ejemplo para nosotros, que conociendo el poder de Jesús y el gran amor de Dios, seguimos dudando y vacilando en nuestra fe. Tenemos que dar un margen de confianza a Dios, fiarnos de Jesús, que es la Palabra personal y directa de Dios, sin ceder a las incertidumbres de los momentos difíciles. Jesús está con nosotros hasta el fin de los días. La verdadera postura creyente que debemos tener es la del «hágase tu voluntad», porque dice el Señor, el Padre sabe lo que necesitáis.
No seamos hombres de poca fe, que se agobian ante las adversidades o pierden el rastro de Dios en cuanto algo no parece salir como esperan. Pongamos nuestra confianza plena en el Señor que no abandona a los suyos, y seamos fuertes en construir el Reino de Dios, reconociendo humildemente las limitaciones de nuestra naturaleza, pero confiando plenamente en la ayuda del Señor.
¿Es la eucaristía un momento de fortalecimiento de nuestra fe y nuestra fraternidad?