Jue
14
Dic
2017

Evangelio del día

Segunda Semana de Adviento

No temas, yo mismo te auxilio

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 41, 13-20

Yo, el Señor, tu Dios,
te tomo por la diestra y te digo:
«No temas, yo mismo te auxilio».
No temas, gusanillo de Jacob,
oruga de Israel,
yo mismo te auxilio
-oráculo del Señor-,
tu libertador es el Santo de Israel.
Mira, te convierto en trillo nuevo,
aguzado, de doble filo:
trillarás los montes hasta molerlos;
reducirás a paja las colinas;
los aventarás y el viento se los llevará,
el vendaval los dispersará.
Pero tú te alegrarás en el Señor,
te gloriarás en el Santo de Israel.
Los pobres y los indigentes
buscan agua, y no la encuentran;
su lengua está reseca por la sed.
Yo, el Señor, les responderé;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré brotar ríos en cumbres desoladas,
en medio de los valles, manantiales;
transformaré el desierto en marisma
y el yermo en fuentes de agua.
Pondré en el desierto cedros,
acacias, mirtos, y olivares;
plantaré en la estepa cipreses,
junto con olmos y alerces,
para que vean y sepan,
reflexionen y aprendan de una vez,
que la mano del Señor lo ha hecho,
que el Santo de Israel lo ha creado.

Salmo de hoy

Salmo 144, 1 y 9. 10-11. 12-13ab R/. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».

Reflexión del Evangelio de hoy

Te agarro de la diestra y te digo: no temas, yo mismo te auxilio

No es extraño que “el Señor, tu Dios”, que sabe de amores, piropee con ternura a su pueblo amado: “No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel”, en un momento que lo está pasando mal, exiliado en tierra extranjera. Le recuerda lo mucho que le quiere, que no ha dejado nunca de quererle y que va a seguir queriéndole siempre: “Te agarro de la diestra y te digo: no temas, yo mismo te auxilio”.

Pero el Señor no se va a quedar en bonitas palabras, será el Redentor de su pueblo. Dotará a su pueblo de instrumentos  precisos, “trillo y bieldo” para que venzan a todos sus enemigos. Y será capaz de transformar el desierto en frondoso vergel, con agua abundante y árboles de variadas especies. Así quedará claro que el Señor está siempre con su pueblo y nunca le abandona.

Cuando llegó Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, a nuestra tierra fue más allá e hizo un pacto de amor con toda la humanidad y fue el Redentor de toda la humanidad. Y nos ha prometido, después de nuestra muerte, la resurrección a una vida de total felicidad y para siempre.    

 Los esforzados se apoderan del Reino

Una interpretación de este complicado texto es la siguiente. No hay nadie más grande que Juan en el Antiguo Testamento, es mayor que los patriarcas y profetas. Pero, entrando en el Nuevo Testamento, Juan es inferior a todos. El más pequeño en el Reino predicado por Jesús es más grande que Juan.

Juan tenía dudas sobre si Jesús era el verdadero Mesías. Por eso envió a sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Juan esperaba un Mesías juez severo, con mano dura, condenador de todos los pecadores. Y llega Jesús, el Mesías, y perdona a los pecadores, come con ellos y va detrás de la oveja descarriada y despistada. El que se apunte a este Reino predicado por Jesús es mayor que Juan.

Este Reino, el Reino de Dios, consiste, por parte nuestra, en aceptar a Dios como Rey y Señor de la propia vida, dejar que él guíe todos nuestros pasos y formar parte de esa comunidad, de la comunidad de los que tienen a Dios como su Rey… el Reino de Dios. Y rechazar a todos los otros falsos dioses, el dinero, el prestigio, el placer, el egoísmo… que llaman a nuestra puerta. La violencia de la que habla Jesús en el evangelio va por aquí, por el esfuerzo que tenemos que hacer para rechazar a los falsos dioses y aceptar de corazón y en la vida de cada día a Dios como nuestro Rey y Señor.  

San Juan de la Cruz, en su fiesta, nos recuerda su apasionado amor por Dios. Sus sublimes escritos nos narran su ardiente búsqueda de Dios, su loco deseo de encontrarle cuando cree que se le ha ido, su verlo todo, sus días y sus noches, desde su relación con Dios, lo que le llevó a amar decididamente a sus hermanos.