Sep
Evangelio del día
“ Es necesario que el hijo del hombre sea levantado en alto. ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9
En aquellos días, el pueblo ese cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.
Salmo de hoy
Salmo 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 R/. No olvidéis las acciones del Señor
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
inclina el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado. R/.
Cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios altísimo su redentor. R/.
Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él,
ni eran fieles a su alianza. R/.
Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».
Reflexión del Evangelio de hoy
Al mirarla, quedará curado
En esta Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el relato de la serpiente de bronce prefigura ciertamente el signo de nuestra Redención en un contexto de pecado y reconciliación. Ante las dificultades del camino, el pueblo desconfía de Dios, se arrepiente y reniega de Él. Entonces vuelve a aparecer la serpiente, como en el relato del Paraíso, y con ella la muerte y el sinsentido más absoluto. Y el hombre, ahora en boca de Moisés, suplica a Dios y su misericordia salvadora en forma de estandarte, como una referencia de Vida y de Salvación. Es toda una invitación a mirar a Dios desde el corazón, purificándolo en su Misericordia.
Se anonadó a sí mismo
Esta expresión de la Carta de San Pablo apenas requiere comentarios acerca del Amor gratuito de Dios expresado en el Misterio sacrificial de Cristo, un amor desconcertante, vulnerable, tan próximo que nos compromete y señala que el verdadero camino hacia Dios pasa siempre por el hombre, que sigue sufriendo en la cruz del mundo.
Dios no envió a su hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él
Jesús se presenta ante Nicodemo como el nuevo Moisés que, desde la cátedra de la Cruz, se hace elocuencia de Amor ante tantos hombres que, entonces como ahora, siguen sin comprenderlo, empeñados en encasillarlo en los moldes de la mediocridad. La Cruz es Sabiduría de un Dios que se abaja a nuestro nivel para mostrarnos su infinita misericordia y ofrecernos la definitiva Salvación, la que ya no tiene fin.
Jesús no creó la cruz, sino que la encontró en su camino, como nos ocurre a todos los hombres. Pero Él la abrazó lleno de Amor y ese amor le dio un sentido totalmente nuevo, lleno de esperanza. De esta manera la Cruz de Cristo, aunque pasa por la muerte, lleva a la Vida con mayúscula. Ser cristiano requiere también afrontar la cruz y seguir a Jesús por el camino de la vida, la propia y la de quienes nos rodean. Sólo en este sentido es la Cruz nuestro signo de identidad.
Desde la Cruz, Jesús nos invita hoy a poner todas las cruces de los hombres en relación con la suya.