Feb
Evangelio del día
“ ¿Por qué esta generación reclama un signo? ”
Primera lectura
Comienzo de la carta del apóstol Santiago 1, 1-11
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus en la diáspora: saludo.
Considerad, hermanos míos, un gran gozo cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia lleve consigo una obra perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia. Y si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídasela a Dios, que da a todos generosamente y sin reproche alguno, y él se la concederá.
Pero que pida con fe, sin titubear nada, pues el que titubea se parece a una ola del mar agitada y sacudida por el viento. No se crea un individuo así que va a recibir algo del Señor; es un hombre inconstante, indeciso en todos sus caminos.
Que el hermano de condición humilde se sienta orgulloso de su alta dignidad, y el rico de su pequeñez, porque pasará como flor de hierba. Pues sale el sol con su ardor y seca la hierba, se cae la flor y se pierde la belleza de su aspecto; así también se marchitará el rico en sus empresas.
Salmo de hoy
Salmo 118, 67. 68. 71. 72. 75. 76 R/. Cuando me alcance tu compasión, Señor, viviré
Antes de sufrir,
yo andaba extraviado,
pero ahora me ajusto a tu promesa. R/.
Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus decretos. R/.
Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus decretos. R/.
Más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.
Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos,
que con razón me hiciste sufrir. R/.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Pida con fe, sin titubear nada
Santiago se hace hoy muy actual; constantemente van a probar nuestra fe en este tiempo que nos ha tocado vivir, en el que casi podemos decir que estamos en un mundo sin Dios, mejor dicho un mundo en el que no se quiere a Dios. Se le rechaza, se le critica, se le juzga, se le odia. A nosotros cristianos se nos pide fortaleza en la Fe. El estilo de vida que llevamos como seguidores de Jesús debe ser auténtico y hay que vivirlo y transmitirlo.
Santiago al comenzar su carta se presenta como servidor de Dios y de Jesús, no alardea de ello sino que lo hace desde la máxima humildad. Y eso somos, fieles siervos de Dios y de Jesús para hacer vivo el Evangelio, para ser fuertes en las pruebas, pues son muchas y de diversas formas se nos hacen presentes.
Podemos caer en el miedo , en la vergüenza, casi hasta negar nuestra fe; hay mucha violencia, mucho fanatismo, y ahí es donde la presencia de Dios se hace fuerte en nosotros; sentirle a nuestro lado nos ayudará a levantarnos, a vencer todo miedo, a luchar para que el mundo viva el Amor que Dios nos da.
Nunca debemos dudar, nunca debemos bajar nuestra mirada. La duda nos lleva a entrar en un estado en el que vamos de aquí para allá como las olas del mar, y nuestro mar debe estar sereno, firme, para que podamos entrar en lo profundo y encontrarnos con el mismo Dios. Catalina hablaba en uno de sus diálogos: “Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo en el que cuanto más busco, más encuentro, y cuanto más encuentro , más te busco”.
Como Catalina busquemos con amor, con pasión, y Dios nos ayudará y nos dará todo. El obstáculo de la duda hay que saltarlo, y saber que siendo pobres, desprendidos de todo, encontraremos el mayor de los tesoros, al mismo Jesucristo que tanto necesita nuestro mundo.
Aprovechemos este texto que nos invita a la oración, a la alegría, a la paciencia y a la humildad.
¿Por qué esta generación reclama un signo?
En el Evangelio de hoy vemos cómo los fariseos no entendieron nada, ni percibieron el significado de la multiplicación de los panes y los peces. Y discutieron con Jesús pidiéndole un signo.
Hoy seguimos sin enterarnos de nada, pedimos signos y, sin embargo, tenemos el signo mayor, el propio Jesús, su Vida, su Resurrección. Qué tristeza no sería la de Jesús en ese tiempo y en nuestros días, ante tanta ceguera, ante tanta indiferencia.
Así que Jesús se marchó sin darles ningún signo. Si se lo estaba dando todo y ellos no querían ver, sus ojos, los del corazón, estaban demasiado cerrados, y así no se puede ver nada, todo está oscuro, vacío, hueco. Se nos muestra la belleza de la vida, la abundancia del amor, de la entrega, y no vemos nada, no queremos ver.
Nuestra fe es débil , queremos tener pruebas, signos, que nos demuestren , que nos hagan ver. No dejamos de pedir señales así como lo hacían los judíos cuando Pablo les predicaba, pero la única señal que se les podía dar, que constantemente él presentaba era la Cruz y la Resurrección.
No podemos rechazar la oportunidad que Jesús nos da para creer, para sabernos salvados por su Amor. Porque nos amó hasta el extremo, hasta dar la vida, y no nos enteramos, no lo vemos. Sí, sé que me repito en lo mismo, pero eso es lo que necesitamos, que nos lo repitan una y otra vez para que dejemos de estar tan ciegos, tan sordos. No podemos endurecer nuestro corazón ante tanto Amor, debemos estar dispuestos a reconocer a Jesús.
Quizá los fariseos le pedían una señal espectacular, como las que hizo Moisés ante el faraón…, el milagro de los panes y los peces no les parecía suficiente, no era un milagro grande; o los enfermos que curaba, no, eso no era espectacular. Por muchas señales que hubiera hecho Jesús, hubiese dado igual, no creerían, había falta de fe, y seguimos sin fe.
Si alguna vez nos doliésemos de los pecados de los otros, de su propio dolor, de sus soledades, de sus angustias, de sus muertes en vida, ese amor que Cristo nos tiene lo sentiríamos en el hermano, y así nuestra fe, volvería a nacer, a crecer y a fortalecerse.
Abramos los ojos de nuestro corazón al Amor, a la Esperanza, y hagamos de nuestra oración un constante diálogo con Dios para que nuestra Fe sea fuerte.
Debemos estar atentos para no dejarnos contagiar por esa levadura de la incomprensión e incredulidad de los que nos rodean. Debemos abrir nuestro corazón y reconocer con los ojos de la fe cuál es la verdadera identidad de Jesús, ese mismo Jesús que se ha revelado en la multiplicación de los panes y los peces, como ese pastor mesiánico, el único portador de nuestra salvación.
¡Qué mayor signo que el de Cristo que vive en cada uno de nosotros!