Sep
Evangelio del día
“ Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 12-16
Querido hermano:
Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza.
Hasta que yo llegue, centra tu atención en la lectura, la exhortación, la enseñanza.
No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por intervención profética con la imposición de manos del presbiterio.
Medita estas cosas y permanece en ellas, para que todos vean cómo progresas.
Cuida de ti mismo y de la enseñanza. Sé constante en estas cosas; pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.
Salmo de hoy
Salmo 110,7-8.9.10 R/. Grandes son las obras del Señor
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. R.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible. R.
Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
«Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que que lo está tocando, pues es una pecadora».
Jesús respondió y le dijo:
«Simón, tengo algo que decirte».
El contestó:
«Dímelo, maestro».
Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?»
Respondió Simón y dijo:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Le dijo Jesús:
«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no mediste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».
Y a ella le dijo:
«Han quedado perdonados tus pecados».
Los demás convidados empezaron a decir entre ellos:
«¿Quién es este, que hasta perdona pecados?».
Pero él dijo a la mujer:
«Tu fe te ha salvado, vete en paz».
Reflexión del Evangelio de hoy
No descuides el don que posees
Timoteo aparece como animador de la comunidad de Éfeso, en ausencia de Pablo, que se siente urgido a aconsejarle sobre el modo en que debe situarse y actuar para poder llevar a cabo su tarea.
Es posible que las recomendaciones concretas las formuláramos hoy de otro modo. También ofrece dudas que la buena conducta de Timoteo parezca tener como objetivo “que todos vean cómo adelantas”. Y sobre todo, sabemos todos -y el mismo Pablo lo deja meridianamente claro en pasajes clave de sus cartas- que nuestras obras no nos salvan y muchísimo menos aún salvan a otros.
Hay, sin embargo, una indicación que percibo que es actual siempre y que podemos retomar cada día: “No descuides el don que posees”.
Una propuesta que contiene matices cuyo recuerdo puede movilizar, activar, dinamizar nuestra actitud vital en los diversos momentos o etapas por las que cada una de nuestras vidas discurre.
En primer lugar la conciencia agradecida de que hemos recibido un don. Lo que somos, lo que tenemos, lo que podemos conseguir, lo que vamos realizando en la vida, es fruto del don recibido de Dios. No nos podemos poner medallas porque no somos los “autores” de nuestras capacidades. Las hemos recibido.
Pero en la advertencia de Pablo hay un matiz que sí nos concierne de manera personal: “no descuides”. La responsabilidad de “poner en marcha” y mantener activo ese don que hemos recibido. Porque lo que sí es cierto es que “mi don” nadie sino yo puede ejercitarlo y ponerlo a disposición del bien común.
Ojalá podamos olvidar disculpas, argumentos pomposos, hiperactividad, cansancios… y recordar cada mañana que el don está ahí, y el Señor también para sostenernos en nuestro deseo de hacerlo fructificar.
Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor
Jesús muestra claramente sus “cartas” en este bellísimo relato en el que encontramos dos modelos de relación con Él que resultan antagónicos entre sí.
- El fariseo, figura de “lo bueno”, lo correcto, lo legal, lo religioso en su acepción más “pura”. Manifiesta un cierto interés por Jesús, pues insiste en que vaya a comer a su casa. Mas el relato nos muestra que no entra en sintonía con El, no hay encuentro, ni siquiera le trata como lo hubiera hecho con otro invitado… Su propia postura le impide recibir cuanto Jesús ofrece. Y es que él ya tiene claras las claves de su vida, las leyes que ha de seguir, el modo en que ha de actuar… Es justo y probablemente ha acumulado méritos ante Yahvé para contar, sin ninguna duda, con una “entrada” para la vida eterna. Se permite juzgar a Jesús.
- La mujer pecadora, señalada por todos, rechazada, apartada de Dios… figura de “lo malo”. Una mujer marcada, que vence todos los obstáculos y todo respeto humano para poner ante nuestros ojos algo que no estamos acostumbrados a ejercitar: la desmesura inimaginable de un amor que rompe toda barrera y se manifiesta en libertad, aún rodeada de un ambiente de incomprensión, prejuicios, desprecio… Lo único que ella tiene claro es que ha pecado mucho, pero que hay Alguien que puede sacarla de su situación, perdonarla, ponerla en pie, ayudarla a estrenar una nueva vida…
Y esa salvación adivinada la colma de un amor que ella sabe diferente a todos los amores…
Ya sabemos el modelo que Jesús elige.
Que Él nos conceda la gracia de descubrir la infinita alegría de poderle amar, y amar mucho, aún siendo pecadores. Y que nuestra Iglesia sea capaz de mostrarse a sí misma ante el mundo identificada con ese segundo modelo.