Ene
Evangelio del día
“ El hijo del hombre tiene poder para poder curar nuestros pecados ”
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 4,1-5.11:
Hermanos:
Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad.
También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por La fe a los que lo habían escuchado.
Así pues, los creyentes entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho:
«He jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»,
y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo.
Acerca del día séptimo se dijo:
«Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho».
En nuestro pasaje añade:
«No entrarán en mi descanso».
Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.
Salmo de hoy
Salmo 77,3.4bc.6c-7.8 R/. ¡No olvidéis las acciones de Dios!
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R/.
Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamiento. R/.
Para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 2,1-12
Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».
Reflexión del Evangelio de hoy
“El hijo del hombre tiene poder para poder curar nuestros pecados”
Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga en la desobediencia.
Esta lectura nos insiste en el descanso. En ese descanso al que los cristianos estamos llamados, no al de la tierra prometida, sino a un descanso superior, al de la vida con Dios.
La falta de fe ha privado a los antepasados de su entrada en el descanso.
Esta carta a los hebreos nos dice, nos pide que no endurezcamos nuestro corazón por la incredulidad. Para que nuestro corazón sea un corazón de carne y pueda llegar al descanso es muy indispensable tener fe. Entablar una relación íntima, profunda, sincera con Dios.
Jesús nos ofrece ese descanso para nuestra vida.
En el judaísmo el descanso semanal es obligatorio y religioso. Así en ese descanso podemos vivir un encuentro profundo y personal con Dios. Nuestra vida está hecha de trabajo y descanso, de movimiento y paro. Si trabajamos necesitamos descansar, recuperarnos.
El descanso de Dios no significa aburrimiento puesta al pasivo, o llenos de pereza. No, el descanso de Dios es una felicidad continúa, estable.
Muchas veces vivimos nuestra vida a medias, dejándonos llevar por las agitaciones, el estrés, dejamos pasar momentos preciosos de nuestra vida por no pararnos y ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Estamos llamados a aprender de Dios, a ver con sus ojos, a sentir con su corazón, a vivir intensamente la vida que el cada día nos regala.
Hemos recibido la buena noticia, como los que salieron de Egipto. Pero a ellos no les sirvió de nada oír la Palabra de Dios, no supieron escucharla. No tenía fe.
La palabra de Dios no es como la palabra humana, la palabra de Dios es viva, real, eficaz y salva a quien sabe escuchar, a quien tiene verdadera fe. La fe es estar plenamente a la escucha de Dios, de todo lo que nos dice a través de los acontecimientos de cada día, de las personas con las que se vivimos compartimos y pasan a nuestro alrededor. Desde la paz y el descanso, estando con todo nuestro ser y corazón en Dios.
El Hijo del hombre tiene potestad para perdonar pecados
En este evangelio podemos admirar la fe y amabilidad de aquellos que ayudan al enfermo llevándolos ante Jesús, sin desanimarse. Jesús se alegra de esta fe por eso le cura enseguida y perdona.
Podemos también contemplar dos reacciones, la de unos que se quedan atónitos, asombrados de lo que están viendo, y dan gloria a Dios por la compasión de Jesús hacia el paralítico. Otros sin embargo, los letrados se oponen a la actitud de Jesús. Se escandalizan de que alguien que no es Dios quiera perdona los pecados. No aceptan la divinidad de Jesús.
Hoy nos podemos preguntar. ¿A quiénes ayudamos nosotros? ¿A quiénes llevamos para que se encuentren con Jesús? ¿Nos desentendemos de los demás, dejando un lado a quien necesita de Jesús, porque pueden ser un problema para nosotros? ¡Y no queremos problemas! Jesús no se para a mirar, a pensar que se le pide, que necesita del perdón, sea un problema para Él. Su cariño y su compasión actuarán sobre la persona sin preguntar más.
Debemos estar llenos de alegría de que Jesús quiera curarnos. El tiene todo el poder para ello. “El hijo del hombre tiene poder para poder curar nuestros pecados”. Esta afirmación tiene hoy su continuidad en el sacramento de la reconciliación, un sacramento al que mirar con alegría. No nos gusta, o nos da vergüenza confesar nuestros pecados, nuestras culpas, nuestros errores. Pero debemos darnos cuenta y sentir el gozo cuando recibimos su perdón y su paz a través de este sacramento. Las palabras que Jesús nos dice a través del sacerdote, llegan más hondo que nuestro pecado, en ese instante en que su Palabra nos dice “Levántate coge tu camilla y echa a andar” ahí nos llega la alegría y Jesús como en el paralítico ve su fe, ve nuestra fe. Jesús se compadece y perdona todas nuestras debilidades.
Ahora comenzamos ya el tiempo ordinario, tenemos que recordar la necesidad el deseo de un encuentro personal sincero con Jesús. También ahora comienza el tiempo de rebajas todas las tiendas poner sus precios a la mitad y en un sinsentido se compran cosas innecesarias. Pero Jesús nos pide, nos invita, nos ofrece lo verdadero y necesario para nuestro descanso. Él no quiere que hagamos rebajas, que nos desanimemos en nuestra necesidad de perdonar. Él nos perdona y nosotros tenemos que aprender a perdonar, a pedir perdón. Hay en ese perdón, en esa paz encontraremos el verdadero Sacramento del Amor.
Desde la paz la felicidad nos hacemos fieles discípulos de Jesús para comunicar, trasmitir por encima de todo cansancio, y ayudar a otros a encontrar su Paz su Felicidad y renovar cada día nuestra fe y confianza en él y en los demás.