Lun
18
Oct
2010
¡Poneos en camino!

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 10-17b

Querido hermano:

Dimas me ha abandonado, enamorado de este mundo presente, y se marchó a Tesalónica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia; Lucas es el único que está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, pues me es útil para el ministerio. A Tíquico lo envié a Efeso.

El manto que dejé en Tróade, en casa de Carpo, tráelo cuando vengas, y también los libros, sobre todo los pergaminos.

Alejandro, el herrero, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le dará el pago conforme a sus obras. Guárdate de él también tú, porque se opuso vehementemente a nuestras palabras.

En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta!

Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones.

Salmo de hoy

Salmo 144,10-11.12-13ab.17-18 R/. Tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-9

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.

Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».

Reflexión del Evangelio de hoy

Todos los cristianos por naturaleza somos apóstoles, en el sentido amplio; es decir, el cristiano tiene por nota distintiva el ser predicador del nombre de Jesucristo, predicador de la Felicidad, de la Vida, contenida en la Palabra de Dios. Decir cristiano y decir seguidor de Jesucristo es decir lo mismo. El cristiano es aquel que “vive en sus carnes” la Felicidad de la Palabra de Dios. Y esta Vida plena sólo se puede gustar siendo seguidor de Jesucristo.

Celebramos hoy la fiesta de San Lucas, evangelista. Hombre, seguidor de Jesús, que experimentó la Vida que regala Jesucristo y que, además, contó su experiencia con Jesús en su obra. A Lucas se le ha denominado: el evangelista de la misericordia, el escritor de los gentiles, el gentil culto, el médico.... tantos y tantos calificativos que se han hecho en nuestra tradición sobre un personaje de primera fila de cristianismo primitivo. Personalmente, me llama la atención un calificativo que pasa desapercibido y que habla de la identidad personal de Lucas: Portador de la Luz. Esto significa etimológicamente Lucas.

Pocas veces he visto esta bella calificación de Lucas, que nos sitúa en una posición adecuada para comprender mejor a la figura de un apóstol. Un apóstol es un portador de la Luz, es aquel que porta, que lleva, luz en medio de la oscuridad; es aquel que dice una palabra clarificadora, iluminadora... Por ello, ser cristiano es ser seguidor de Jesús, es ser apóstol, es ser portador de la Luz de Dios con nuestra propia vida. El apóstol es aquel que arroja la Luz de Dios en medio de la confusión.

El pasaje evangélico que se nos ofrece en la festividad de San Lucas nos habla de este poder que tenemos los cristianos por el hecho de ser seguidores, apóstoles, de Jesús. Es el poder de dar una palabra bella, clarificadora... una palabra que, aunque la pronunciamos nosotros, no es nuestra; es de Dios. Nuestra palabra sera poderosa, o dicho de otra manera: creíble, cuando sea una palabra que se refiera a Dios y no a nosotros mismos. Aquí radica el poder de los cristianos. Nuestra palabra, con pretensiones de verdad, de esperanza, de misericordia... se convierte en Palabra de Dios. A esto se refiere el fragmento evangélico: el encargo dado a los 72 coincide en su contenido con la actividad de Jesús. Los apóstoles, los discípulos, los seguidores son los que proclaman la cercanía del Reino y los que curan enfermos.... Son los intermediarios del poder de Dios... Al ser seguidores de Jesús, recibimos la misma misión que Jesús: predicar el nombre de Dios, predicar la misericordia de Dios, predicar la Felicidad que es Dios.

Lucas comprendió esto a la perfección. Comprendió que la Palabra de Dios es misericordiosa y a ello dedico su vida y su obra. Por ello, San Lucas es el portador de la Luz de Dios, el portador de la Palabra misericordiosa de Dios.