Sáb
18
Abr
2009
Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 13-21

En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
«¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».

Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».

Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.

Salmo de hoy

Salmo 117, 1 y 14-15. 16-18. 19-21 R/. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos R/.

«La diestra del Señor es poderosa.
La diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.

Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.

También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Reflexión del Evangelio de hoy

Se diría que nos sigue asustando el encuentro con Dios Padre-Madre a través de nuevas imágenes más libres y creativas. Quizá el “diablillo” interior que nos devuelve una y otra vez al universo de lo conocido, lo socialmente aceptado, lo políticamente correcto y las seguridades tenga algo que ver con ese temor. Por eso, cuando Jesús nos anuncia su permanente resurrección a través de nuevas formas seguimos siendo incrédulos. ¿Nos reprendería él, una vez más, ante nuestra falta de fe como lo hizo con sus discípulos?

No deja de ser curioso que sigamos ahondando en las mismas miserias y muertes que los que nos precedieron. Que sigamos pensando que hay que acallar a los que nos revelan una imagen de Dios nueva con fuerza y forma diferente. En el Sanedrín, otros hermanos más agarrotados y más proclives a perpetuar el orden establecido no estaban listos para reconocer al Padre-Madre en el testimonio de Pedro y Juan. Como ellos nosotros estamos muchas veces dispuestos a obedecer más a nuestras verdades que al propio Dios. Nos nace mucho antes simplificar los análisis y sentenciar, que reflexionar, entender, abrir horizontes, flexibilizar... Hemos automatizado mucho más la condena que la escucha y la acogida, pareciera que hubiésemos erradicado la misericordia de nuestros corazones. Y así nos la pasamos consumiendo esfuerzos en debates en los que las coordenadas de nuestra reflexión –si es que la hay- se mueven bien poco.

Ante esta opción, Jesús desde su cariño nos reprende por nuestra terquedad y desvía nuestra atención, una vez más, hacia lo esencial: Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia. ¿Estamos seguros que la forma que hemos elegido para llevarlo a cabo es la adecuada? No será más bien que tendremos que elegir la cercanía y el cariño para relacionarnos entre nosotros. No será más bien que hemos de concentrar todos nuestros esfuerzos en hacer visibles a los que se encuentran en el borde –o al borde-, en saber cual es la miseria que los aflige. No será que la universalidad meridiana del mensaje de Jesús (id a todo el mundo y a todos) nos la hemos “saltado a la torera” para situarnos siempre vueltos hacia y revueltos entre los que consideramos de nuestra cuerda…Dejemos entrar a Dios Padre-Madre en nuestra historia, hagámoslo presente en nuestros encuentros con los otros. Juntos hemos de anunciar que es posible tener el Amor por criterio, la compresión y la acogida como actitud, el perdón y la misericordia como herramientas de “corrección”, la libertad como regalo de amor infinito del Padre.

¡Feliz Pascua!