Abr
Evangelio del día
“ Todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 8, 1b-8
Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria.
Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él.
Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia; penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres.
Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otra anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Salmo de hoy
Salmo 65, 1-3a. 4-5. 6-7a R. Aclamad al Señor, tierra entera
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué terribles son tus obras!» R.
Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre. Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R.
Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con él,
que con su poder gobierna enteramente. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 35-40
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
Reflexión del Evangelio de hoy
Los prófugos iban difundiendo la Buena Noticia
Tras el martirio de Esteban, se desató en Jerusalén una violenta persecución contra los cristianos, todos salieron huyendo, menos los apóstoles.
La persecución, paradójicamente, parece estar encabezada por Saulo, que se ensañaba con los miembros de la Iglesia de Jerusalén.
Esta situación, en vez de ser motivo para la desaparición de los creyentes, sirvió para ir difundiendo la Buena Noticia por allá donde se dispersaban. Felipe, uno de los doce, bajó a la ciudad de Samaría donde predicaba a Cristo, la gente escuchaba con gusto la predicación, porque habían oído hablar de los signos que hacía y, ahora, los veían: curaba enfermos, expulsaba espíritus inmundos, etc.
¡Cuántas veces en la vida vemos una reacción totalmente contraria a la que se pretendía!
En este caso, una persecución que buscaba eliminar el crecimiento de la doctrina de Jesús en Jerusalén y sus aledaños, sirve para que comience a difundirse por donde pasaban aquellos que huían del acoso desatado contra ellos.
Los designios del Señor, son inescrutables, nunca podemos saber si una acción mala pueda servir para una reacción positiva.
Aquí nos dice que Saulo perseguía con odio a los cristianos y, este mismo celo que pone en perseguir a los seguidores de Jesús, sería el desencadenante para que le saliera a su encuentro, y se convirtiera en uno de los apóstoles más activos, y fuese el motor para la difusión de la verdad revelada, a los gentiles, contribuyendo a la expansión de la fe por el mundo civilizado de aquella época.
¿Qué nos enseña esto? Que no debemos dejarnos llevar por el desánimo, cuando vemos que, cada vez más, la gente hace oídos sordos a las enseñanzas de Jesús. Debemos ser constantes y consecuentes y, quien sabe, si esto no puede servir para que nuestro testimonio de vida, sea tan efectivo como la predicación de Felipe.
Hacer como nos dice el salmista: “Alegrémonos con Dios que con su poder gobierna eternamente”
Y Yo lo resucitaré en el último día
Jesús se nos muestra en este pasaje que nos narra Juan, como la solución para aquellos que andan por la vida como ovejas sin pastor, aquellos que crean en Él, no tendrán hambre ni pasarán sed jamás.
Cristo nos quiere acoger con los brazos abiertos, pues la voluntad del Padre Celestial es que no se pierda nadie ni nada de lo que le dio, sino al contrario, que los acoja y cuide y les permita la vida eterna.
Tenemos a Jesús en la Eucaristía donde nos ofrece su cuerpo y su sangre, para que no volvamos a tener sed ni hambre. Acerquémonos libremente a su mesa, con ánimo limpio, movidos por la fe, dispuestos a orar al Padre para que cuide de aquellos que tenemos a nuestro alrededor, necesitados de todo, ofreciéndoles nuestro corazón abierto, con la alegría de sentirnos hijos de Dios.
Acercarnos a la Eucaristía movidos por el ánimo de perdón, de caridad, reconociendo nuestras limitaciones, pero con la confianza de que lo que nos ha prometido Jesús, se cumplirá, pues nos posibilita alcanzar la vida eterna si somos constantes en su seguimiento y lo facilitamos a los demás.
¿Nos desesperamos ante las malas rachas y pensamos que van a ser eternas?
¿Confiamos que, con la ayuda de Dios, las malas situaciones pueden tornarse en positivas?
¿Vemos en Jesús Eucaristía el camino para la vida eterna?