Sáb
2
Nov
2019
Dios cumple siempre sus promesas

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.

Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y el "Dios con ellos" será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.

Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo».

Salmo de hoy

Salmo 24, 6. 7b. 17-18. 20-21 R/. A ti, Señor, levanto mi alma

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R/.

Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 20-21

Hermanos:

Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.

Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 17-27

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».

Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Reflexión del Evangelio de hoy

Dios cumple siempre sus promesas

 En este día de los difuntos, podemos recordar la frase de un buen cristiano: “Dios no cumple siempre nuestros deseos, pero cumple siempre sus promesas”. Porque como nos dice San Pablo: “Dios tiene poder para cumplir lo que ha prometido”. A poco que conozcamos a Dios, nos damos cuenta de que todas sus promesas coinciden con los deseos más profundos de los seres humanos. Recordemos, en este día de los difuntos, tres de nuestros deseos que se ven satisfechos por nuestro Padre Dios y su Hijo Jesús.

Uno de nuestros deseos es que nuestros seres queridos no mueran, permanezcan siempre a nuestro lado. El amor pide presencia, pide la presencia continua a nuestro lado de las personas a las que amamos. Pero este deseo nuestro no se cumple en este primer tiempo de nuestra existencia. De ahí nuestro sentimiento de dolor y sufrimiento ante la muerte-ausencia de los que queremos. Pero Dios, que cumple siempre sus promesas, nos asegura que este deseo nuestro se va a ver cumplido con la promesa fuerte de Jesús de Nazaret, nuestro Maestro y Señor: “Yo soy la resurrección y la vida el que cree en mí no morirá para siempre”. Nosotros y nuestros seres queridos vamos a disfrutar en un segundo tiempo de la vida y para toda la eternidad.

Otro de los deseos que alberga nuestro corazón es vivir la plenitud y no la mediocridad. Estamos hechos para la PLENITUD y no para la mediocridad. ¿Quién no ha sentido en su corazón, en medio de tanta mediocridad que nos rodea, el deseo de plenitud en el amor, en la verdad, en la justicia, en...? Jesús nos asegura que esas ansias de plenitud y de eternidad se van a realizar. Que el mal, el desengaño, el absurdo, la nada, la muerte... no van a tener la última palabra. “Y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, donde el llanto y el dolor no van a existir”. Nuestro destino es la vida y la vida en plenitud. Nunca la muerte.

Otro de nuestros más íntimos deseos es que se nos perdone siempre y que se nos ame siempre, con un amor incondicional. Jesús nos ha prometido que al final del primer tramo de nuestra vida nos vamos a encontrar con Él mismo. Es Él el que nos va a juzgar. Tenemos una gran suerte. No nos vamos a ser juzgados por jueces humanos que, aunque intenten hacerlo bien, pueden equivocarse. Tenemos la gran suerte de que nos va a juzgar Jesús, el hijo de Dios, el que acoge y perdona a Pedro, a Pablo, a la Samaritana, a María Magdalena... a todo el que se acerca a él, y que nos está esperando para darnos una buena noticia: “Venid, benditos de mi Padre a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

Una buena lección se desprende de todo lo dicho: Para un cristiano, para el que se ha encontrado con Jesús, el secreto de la felicidad consiste en vivir la vida humana de acuerdo a los deseos de Jesús, en acomodar nuestros deseos a los deseos de Jesús

En este día de los difuntos, volvamos a recordar e insistir en una de las grandes noticias que Jesús nos ha dado. Nuestra historia no termina en la nada, en el vacío, en la muerte. Nuestra vida termina bien. Estamos enrolados en una historia de salvación y no de perdición y de fracaso. Es la gran promesa de Cristo Jesús. Nos podemos fiar de Él.