Feb
Evangelio del día
“ El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo ”
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 11, 1-9
Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.
Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.
Se dijeron unos a otros:
«Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego».
Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.
Después dijeron:
«Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.
Y el Señor dijo:
«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.
Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.
Salmo de hoy
Salmo 32,10-11.12-13.14-15 R/. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad
El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad. R/.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.
Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 34 – 9, 1
En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles».
Y añadió:
«En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».
Reflexión del Evangelio de hoy
Cuando estudié Filología en la universidad, el profesor correspondiente no nos explicó el origen del idioma acudiendo al Génesis y a Babel, ni siquiera lo citó en la bibliografía. Allí se da una explicación científica, aquí, en el Génesis, una explicación religiosa, acorde con la mentalidad de entonces. Hoy, como en Babel, seguimos sin entendernos. Entonces por los idiomas, hoy por las causas que, según ellos, provocaron el castigo de Dios y la proliferación de idiomas diversos. Todo un canto a la comunicación, querida por Dios y no sólo querida sino artículo de primera necesidad para los humanos.
En el Evangelio, Jesús habla a sus discípulos –los de entonces y los de todos los tiempos- del proyecto que él tiene para ellos. Jesús sabía que si las cosas no eran fáciles estando él, iban a ser bastante más difíciles después. Por eso, les habla con claridad meridiana sobre lo que él quiere y busca en orden a la implantación del Reino. Hoy sobresalen tres consignas.
“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo”
La primera condición del seguimiento es negarse a uno mismo o renegar de uno mismo. Cuando se sigue a Jesús la única gloria que importa es la suya, no la nuestra; el poder único sobre el que ajustarlo todo, el de Dios; no servirnos nosotros de Dios para ejercer el nuestro, sometiendo a los demás. Por supuesto que los discípulos siguen preocupados buscando su perfección y autorrealización, pero siempre según criterios evangélicos y con las “Bienaventuranzas” por delante, nunca según lo que este mundo entiende por perfección. A ejemplo de Jesús, nuestra obsesión, como seguidores, será el Padre, y nuestro quehacer, el suyo, la implantación del Reino de Dios, viviendo y enseñando con nuestra vida el estilo de Jesús.
“El que quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz”
En el mismo contexto de libertad que ha querido Imprimir Jesús al dar sus paradójicas consignas, la segunda invitación se refiere a la cruz. Pero no a la cruz de Jesús, sino a la de cada uno de sus voluntarios seguidores. No les dice que vayan a acabar todos crucificados –hubiera usado, en lugar de “cargar”, otro verbo-, sino que, teniendo en cuenta quiénes acababan crucificados –esclavos, traidores a la patria, etc.- les dice que, por seguirle, tendrán que llevar un estilo de vida similar al de esos marginados. Que no esperen otros títulos ni otras glorias, reservadas para otros seguimientos. Y que no “soporten” como esclavos lo que tienen que portar –cargar- espontánea y libremente como hijos.
“El que quiera venirse conmigo, que me siga”
El que quiera irse con él, tendrá que dejar familia, oficio, barca o telonio y hasta aparejos y redes. “Ligeros de equipaje”, para facilitar lo único importante, el seguimiento.
Los discípulos conocieron dos etapas en el seguimiento de Jesús: desde que le conocieron y fueron llamados hasta su pasión y muerte; y 2ª, desde la experiencia de resurrección, ayudada por la presencia inequívoca del Espíritu Santo. Nosotros pertenecemos, como continuadores, a esta segunda etapa, la definitiva. Solo queda que cuantos nos miren puedan, como en un espejo, ver en nuestra vida el estilo de vida de Jesús, los valores que vivió y proclamó y el Reino de Dios que implantó.