Abr
Evangelio del día
“ Les abrió el entendimiento para que entendiesen las escrituras ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».
Salmo de hoy
Salmo 8, 2a y 5. 6-7. 8-9 R/. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Reflexión del Evangelio de hoy
Arrepentíos y convertíos
El texto de Lucas parte de la curación del paralítico para plantear toda una catequesis sobre la fe pascual. Como en el Evangelio, el milagro es un signo que remite a la llegada del Reino de Dios y a la propia persona de Jesús, en cuyo nombre Pedro y Juan han actuado. Pero en el discurso va mucho más allá del hecho. Se trata de la proclamación del gran Acontecimiento Pascual, que rompe definitivamente las fronteras del mal y la muerte con todas sus rémoras y otorga un sentido esperanzado de un Dios que vive e invita a vivir más allá de los corsés de una religión milagrera.
La catequesis de Pedro a través de Lucas invita, rememorando al Bautista, al arrepentimiento y a la conversión. Solo así se puede “ver” la Pascua, animarse a entrar en su Misterio donde ya todo es Milagro de Amor y Vida.
Soy yo en persona
Los relatos de las apariciones nos muestran la dificultad con que los primeros discípulos vivieron la experiencia de la Resurrección de Jesús, del mismo Maestro con quienes vivieron tres años, al que vieron morir en la cruz. “Mirad, soy yo en persona”, les dice en este texto de Lucas. Está vivo, presente, se deja tocar… pero su realidad va más allá de lo visible. En el Señor Resucitado perciben un Misterio que les sobrepasa, una Vida Plena donde la muerte ya no tiene resquicio. En sus palabras, sus gestos descubren el gran Sacramento de Dios que fue, es y será. Lo conocen, pero lo descubren de nuevo. “Caen en la cuenta de…” como los discípulos de Emaús: el pan, el vino, el compartir todo es ya Sacramento…
Pero la Pascua es mucho más que asombro, Misterio, alegría que rebosa el corazón…El Señor Resucitado anima, invita y llama de manera imperativa a la Misión. La Fe , que ha percibido en toda su trascendencia al Resucitado sería solamente una ilusión subjetiva si no se convirtiera en Amor…y, por propia definición, amar es un verbo de movimiento… La Pascua es un proceso que culmina en Pentecostés cuando el Espíritu hace comprender a los apóstoles, también a nosotros, que el Señor y el Evangelio no solo está con nosotros sino en nosotros y no nos queda otra que testimoniarlo ante los demás con nuestra vida.
Así lo hizo Sta. Inés de Montepulciano, monja dominica, ejemplo de humildad y dedicación generosa al Señor, quien la dotó de un carisma singular para la oración y la contemplación.
¿Crees que los cristianos vivimos plenamente la alegría de las Pascua o es algo que recitamos sin más en el Credo?
¿A qué consecuencias debería llevarnos creer en la Resurrección?
¿Qué personas de nuestra Iglesia pasada y presente consideras que han vivido o viven esta Resurrección en su vida?