Sáb
20
Jun
2009
Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en el corazón

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 27, 1-5. 15-29

Cuando Isaac se hizo viejo y perdió la vista, llamó a su hijo mayor:
-«Hijo mío.»
Contestó:
-«Aquí estoy. »
El le dijo:
-«Mira, yo soy viejo y no sé cuándo moriré. Toma tus aparejos,
arco y aljaba, y sal al campo a buscarme caza; después me guisas un
buen plato, como sabes que me gusta, y me lo traes para que coma;
pues quiero darte mi bendición antes de morir.»
Rebeca escuchó la conversación de Isaac con Esaú, su hijo.
Salió Esaú al campo a cazar para su padre.
Rebeca tomó un traje de su hijo mayor, Esaú, el traje de fiesta,
que tenia en el arcón, y vistió con él a Jacob, su hijo menor; con la
piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lisa del cuello.
Y puso en manos de su hijo Jacob el guiso sabroso que había pre-
parado y el pan.
Él entró en la habitación de su padre y dijo:
-«Padre.»
Respondió Isaac:
-«Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?»
Respondió Jacob a su padre:
-«Soy Esaú, tu primogénito; he hecho lo que me mandaste; in-
corpórate, siéntate y come lo que he cazado; después me bendecirás
tú. »
Isaac dijo a su hijo:
-«¡Qué prisa te has dado para encontrarla!»
Él respondió:
-«El Señor, tu Dios, me la puso al alcance.»
Isaac dijo a Jacob:
-«Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mí hijo Esaú
o no.»
Se acercó Jacob a su padre Isaac, y éste lo palpó, y dijo:
-«La voz es la voz de Jacob, los brazos son los brazos de Esaú. »
Y no lo reconoció, porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Y lo bendijo.
Le volvió a preguntar:
-«¿Eres tú mi hijo Esaú?»
Respondió Jacob:
-«Yo soy.»
Isaac, dijo:
-«Sírveme la caza, hijo mío, que coma yo de tu caza, y así te bendeciré yo. »
Se la sirvió, y él comió. Le trajo vino, y bebió. Isaac te dijo:
-«Acércate y bésame, hijo mío.»
Se acercó y lo besó. Y, al oler el aroma del traje, lo bendijo, diciendo:
«Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma de mí hijo;
que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y de vino.
Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las naciones.
Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti.
Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga.»

Salmo de hoy

Salmo 134, 1-2. 3-4. 5-6 R. Alabad al Señor porque es bueno.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios. R.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya. R.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos. R.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,41-51

Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedo en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Reflexión del Evangelio de hoy

Acercarse a los evangelios de la infancia, supone acercarse a la vida de Jesús como lo hicieron los discípulos, es decir, supone no abordar la vida de Jesús desde su nacimiento, sino desde su resurrección, desde la experiencia que vive la Iglesia en Pentecostés. Supone ver a Jesús con ojos de resurrección.

Así lo hicieron los discípulos de Jesús, y así lo hizo María durante toda su vida. Es la experiencia de la Vida la que reinterpreta toda la existencia de Jesús. Es la experiencia de la Resurrección la que lanza a los discípulos y los anima a saber que su vida ha de dedicarse al proyecto del Evangelio, a la predicación del Reino de Dios.

De esta manera nos resulta imposible concebir a un Jesús que no estuviera desde sus inicios en las cosas de su Padre, entre doctores, pero no entre doctores como el que más sabe, de este modo nos encontraríamos a un Jesús pedante, sabelotodo; sino más bien tenemos que ver a Jesús como aquél que da respuestas entre los sabios, entre los que buscan respuestas. Jesús es el que guía hacia la verdad a aquél que busca; no porque sepa más, sino porque él mismo conoce el camino, porque Él es el camino.

Así, pues, decirnos seguidores de Jesús es decirnos dedicados a las cosas de nuestro Padre, es decirnos mediadores para dar respuestas a nuestro mundo, es decirnos ser guía para encontrar la verdad del ser humano y del mundo. En el fondo, decirnos seguidores de Jesús es afirmar que desde nuestro ser más profundo, desde lo que nos da sentido y nos inicia como personas (por hacer un paralelismo con la infancia) queremos ser movilizados desde Dios, es decir que nuestra más profunda identidad se encuentra enraizada en las cosas de nuestro Padre.

No podemos dejar pasar de largo la figura de María, resulta inevitable pensar que si queremos ser guías y luz de nuestro mundo, primero necesitamos contemplarlo, mirarlo, de manera callada y silenciosa. María entendió la resurrección de Jesús porque supo contemplar su propia vida y la vida de Jesús desde el silencio, porque supo poner la contradicción del sinsentido en las manos silenciosas del Padre. Porque supo esperar.

Desde esta perspectiva, acercarnos a este evangelio supone asumir que somos contemplación silenciosa del misterio del ser humano y del mundo. Pero somos contemplación porque estamos llamados a ser respuesta, y no encontramos otro camino de respuesta que no parta de la experiencia de la vida.