Jul
Evangelio del día
“ No disputará ni reñirá, nadie oirá su voz en las plazas ”
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo 12, 37-42.
En aquellos días, los hijos de Israel marcharon de Ramsés hacia Sucot: eran seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños; y les seguía una multitud inmensa, con ovejas y vacas y enorme cantidad de ganado.
Cocieron la masa que habían sacado de Egipto en forma de panes ázimos, pues no había fermentado, porque los egipcios los echaban y no los dejaban detenerse; y tampoco se llevaron provisiones.
La estancia de los hijos de Israel en Egipto duró cuatrocientos treinta años.
Cumplidos los cuatrocientos treinta años, el mismo día, salieron de Egipto las legiones del Señor.
Fue la noche en que veló el Señor para sacarlos de la tierra de Egipto. Será la noche de vela, en honor del Señor, para los hijos de Israel por todas las generaciones.
Salmo de hoy
Salmo 135,1.23-24.10-12.13-15 R/. Porque es eterna su misericordia
Dad gracias al Señor porque es bueno: R.
En nuestra humillación, se acordó de nosotros: R.
Y nos libró de nuestros opresores: R.
Él hirió a Egipto en sus primogénitos: R.
Y sacó a Israel de aquel país: R.
Con mano poderosa, con brazo extendido: R.
Él dividió en dos partes el mar Rojo: R.
Y condujo por en medio a Israel: R.
Arrojó en el mar Rojo al faraón y a su ejército: R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 14-21.
En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.
Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos lo siguieron.
Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran.
Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones.
No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».
Reflexión del Evangelio de hoy
Partieron los hijos de Israel...
Estamos en los episodios que siguen a la institución de la Pascua.
Dios ha escuchado los lamentos de su pueblo y decide sacarlos de la esclavitud y guiarlos por el camino hacia la Tierra Prometida.
Han sido más de cuatrocientos años los que Israel ha pasado en Egipto; en este tiempo se ha olvidado el trabajo de José y los “invitados” comienzan a ser demasiado numerosos y, consecuentemente, peligrosos para la estabilidad del propio pueblo egipcio.
Y esto ¿qué es para nosotros? Dios no nos quiere instalados, complacidos de nuestro propio bienestar. Nos quiere caminantes, laborando para establecer el Reino de paz y justicia que desde el inicio tiene preparado para el hombre. Es nuestra tarea caminar e ir conquistando pequeñas parcelas de libertad; ir caminado el desierto hasta establecernos, --y con nosotros toda la humanidad-- en la tierra prometida, donde el amor es la única ley y el único tesoro.
Los fariseos planearon como acabar con Jesús.
Jesús se ha hecho ya un elemento incómodo para las clases dirigentes judías; escribas, fariseos, sacerdotes ven amenazado no solo su propio status, sino los fundamentos de la religión que profesan y defienden.
Ciertamente los tres estamentos están legitimados para defender la Ley. El problema radica en que tipo de ley se defiende, porque la Ley de Dios, elemental y sin dificultades, se ha transformado en un maremágnum de normas, no pocas veces distorsiones burdas de la propia Ley.
Jesús predica la vuelta. La recuperación de la Ley inicial en la que solamente había dos preceptos: ama a Dios; ama al prójimo. No hay más que estos dos y algunas concreciones de los mismos: el amor a Dios impedirá la blasfemia, hará respetar las fiestas. Si amamos al prójimo, ¿cómo podremos maltratar, robar, cometer adulterio, etc.?
Y Jesús llegará a entregar su propia vida para testimoniar sus palabras. No hace multitudinarias manifestaciones, no pronuncia mítines ante millares de personas; Jesús predica desde la paz, desde el amor, respetando a los débiles como nos describe la profecía de Isaías.
Esto nos marca a nosotros una tarea a realizar: hay que continuar siendo la voz que siga anunciando el derecho a las naciones, aplicando la mansedumbre, el amor y la justicia de Jesús, hasta que el mundo sea puesto como estrado de sus pies y toda la creación alabe a Dios, aunque para nosotros tampoco sea fácil, pues nos movemos en una civilización donde Dios parece innecesario y hasta puede que sea un obstáculo molesto para aquellos que buscan su propio beneficio o quieren imponer una forma de vida donde Dios molesta y estorba.