Jul
Evangelio del día
“ El Hijo del Hombre es señor del sábado ”
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 38, 1-6. 21-22. 7-8
En aquellos días, el rey Ezequías enfermó mortalmente. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle:
«Esto dice el Señor: “Pon orden en tu casa, porque vas a morir y no vivirás ».
Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor:
«¡Ah, Señor!, recuerda que he caminado ante ti con sinceridad y corazón íntegro; que he hecho lo que era recto a tus ojos».
Y el rey se deshizo en lágrimas.
Le llegó a Isaías una palabra del Señor en estos términos:
«Ve y di a Ezequías: “Esto dice el Señor, el Dios de tu padre David: He escuchado tu plegaria y visto tus lágrimas. Añadiré otros quince años a tu vida y te libraré, a ti y a esta ciudad, de la mano del rey de Asiria y extenderé mi protección sobre esta ciudad”».
Isaías dijo:
«Que traigan un emplasto de higos y lo apliquen a la haga para que se cure».
Ezequías dijo:
«¿Cuál es la prueba de que podré subir a la casa del Señor?».
Respondió Isaías:
«La señal que el Señor te envía de que cumplirá lo prometido será esta: Haré retroceder diez gradas la sombra en la escalera de Ajaz, que se había alargado por efecto del sol».
Y el sol retrocedió las diez gradas que había avanzado sobre la escalera.
Salmo de hoy
Is 38, 10. 11. 12abcd. 16bcd R/. Tú, Señor, detuviste mi alma para que no pereciese.
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años». R/.
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo». R/.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama. R/.
¡Señor, en ti espera mi corazón!,
que se reanime mi espíritu.
Me has curado, me has hecho revivir. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 1-8
En aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado».
Les replicó:
«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes.
¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».
Reflexión del Evangelio de hoy
He visto tus lágrimas
Nuestro texto narra hechos que vienen recogidos también en el segundo libro de los Reyes, en su capítulo 18, si bien aquí con menos precisión histórica. Se pretende presentar al monarca Ezequías como rey ejemplar, y todo parece colaborar a tal propósito, en este caso su enfermedad. En la desgracia es atendido por el profeta Isaías que le invita a orar al Señor, dueño de la vida y la muerte, la salud y la enfermedad. El rey vive su enfermedad como una condena a muerte o como un aviso de su inminencia. Acredita que su vida ha tenido momentos de compasión y solidaridad con sus semejantes y, que como ser vivo que es quien mejor alaba al Señor, él acude al dador de la vida. El enfermo recibe la prueba de que su oración será atendida y, por ello, concluye su oración con una acción de gracias.
El Hijo del Hombre es señor del sábado
Frecuente tema de controversia entre los fariseos y Jesús fue la guarda del descanso sabático. En esta ocasión la polémica comienza por el simple hecho de arrancar los discípulos espigas en sábado, y es de suponer para desgranarlas y comer su tierno grano. Para los fariseos cualquier cosa era suficiente para hacer gala de su intransigencia normativa, dando a entender que en el rigor del cumplimiento se asentaba la gloria de Dios. Jesús de Nazaret no ve las cosas así, por fortuna; y no solo aduce dos sucesos para poner en ridículo tanta severidad leguleya, sino que les cita la luminosa sentencia de Oseas (6,6), uno de los rótulos más expresivos de la verdadera religión: Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos. Jesús es señor del sábado y con más entidad que el propio templo. Está claro que esta apropiación de Cristo debió sonarles como una inaceptable provocación, cuando no como blasfemia. Pero para nosotros los seguidores de Jesús, entonces y ahora, es una afirmación que nos aclara sobremanera su identidad. Nada tiene valor absoluto, solo el Reino de Dios que Jesús de Nazaret anima y predica. La religiosidad se reviste, pues, de misericordia y se muestra prioritaria a los cumplimientos sabáticos. El amor de Dios compartido entre todos y por todos es prevalente siempre en la religión que pretenda dar culto al Dios de Jesús. Y si no es así, es culto vacío, inútil, farisaico. Y sobre tal extremo estamos advertidos con claridad por nuestro Maestro.
¿La comunidad prioriza la eucaristía como principio y fin de su vida y misión?