Oct
Evangelio del día
“ ¿De quién será lo que has acumulado ”
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 1-10
Hermanos:
Un tiempo estabais muertos por vuestras culpas y pecados, cuando seguíais el proceder de este mundo, según el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra Dios. Como ellos, también nosotros vivíamos en el pasado siguiendo las tendencias de la carne, obedeciendo los impulsos del instinto y de la imaginación; y, por naturaleza, estábamos destinados a la ira, como los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.
Salmo de hoy
Salmo 99, 1b-2. 3. 4. 5 R/. El Señor nos hizo y somos suyos
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.
El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».
Reflexión del Evangelio de hoy
San Pablo nos habla en su carta a los Efesios del contraste entre la riqueza del misterio de Jesús de Nazaret, o sea, de la gracia, y la pobreza de la persona humana privada de ese misterio y de esa gracia, de la naturaleza humana al margen de Dios. De esta forma nos describe lo que éramos antes de la llegada de Jesús y lo que poseemos una vez que contamos con él.
En el Evangelio plantean a Jesús un problema de herencias familiares, a las que nosotros estamos tan acostumbrados. Jesús “no entra al trapo” que le ofrecen, pero aprovecha la coyuntura para, sirviéndose de una parábola, dar una lección sapiencial de valores, que sirviera para quien le preguntaba, sus discípulos y para todos nosotros.
“Cuidado con la codicia”. Problema puramente humano.
Entiendo que Jesús habla de la codicia en sentido amplio. Codicia o avaricia es un deseo desordenado de riqueza y de dinero. Es importante el matiz de “desordenado”, porque, ordenadamente, no sólo no es malo sino prudente, razonable y sensato preocuparse por el dinero que todos necesitamos, y por los demás bienes que enriquecen humana y espiritualmente a la persona. El mal no está tanto en el dinero o en la riqueza cuanto en olvidarnos de Dios y acordarnos tanto de nosotros que, incluso, dejemos de lado –cuando no despreciemos- a los demás. Y, si no se anda con cuidado, el dinero ayuda a estas desatenciones.
La avaricia, la codicia, hace al hombre desdichado. Leía hace poco en un periódico de tirada nacional cómo una gran columnista hablaba de que “hay muchas cosas buenas que salen gratis”. Y “hay muchas cosas buenas que, sin ser gratis, salen muy baratas”. Pero la clave para saber discernirlas está en el corazón humano y en su jerarquía de valores. El que cree poder comprarlo todo con dinero, se encuentra con que lo fundamental, incluso humanamente hablando, no está a la venta ni se puede adquirir con esta clase de dinero.
“Cuidado con la codicia”. Problema espiritual.
“Guardaos de la codicia, porque, aunque uno ande sobrado de dinero, la vida no depende de los bienes”, y menos todavía la vida eterna. “Eso le pasa al que amontona riquezas para sí y no es rico para con Dios”.
¿Te sirven los bienes del tipo que sean –dinero, salud, poder, saber, prestigio, etc.- para ser mejor y para que los demás puedan ser mejores? Son buenos. ¿Te sirven para que tu corazón sea cada vez más limpio, más noble y más generoso? Son buenos. Y si lo son, servirán para más fácilmente alcanzar tu perfección y facilitar la de los otros. ¿Te absorben, te quitan la paz, te hacen fiarte de ellos más que de Dios? Puede que seas admirado, envidiado y hasta respetado y venerado, pero escucha hoy el aviso del Señor: “Guardaos de toda clase de codicia… Necio, esta noche te van a pedir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”.