Dic
Evangelio del día
“ Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador ”
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel 1,24-28:
En aquellos días, una vez que Ana hubo destetado a Samuel, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo.
Inmolaron el novillo, y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo:
«Perdón, por tu vida, mi Señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había mi pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida».
Y se postraron allí ante el Señor.
Salmo de hoy
1S 2,1.45.6-7.8abcd R/. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador
Mi corazón se regocija en el Señor,
mi poder se exalta por Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor.
Los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,46-56
En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Reflexión del Evangelio de hoy
“Quedará cedido al Señor mientras viva”
La liturgia nos presenta la consagración del niño Samuel al Señor. Ana, su madre, había suplicado al Señor que le quitase el oprobio de su esterilidad, como era considerada entonces. Si el Señor le concedía esa gracia, ella se lo “cedería al Señor mientras viva”. El cumplimiento de esa promesa de Ana es lo que nos narra esta primera lectura. Que la liturgia nos recuerde este relato dos días antes de la fiesta del nacimiento de Jesús, nos “obliga” a considerar juntos estos dos acontecimientos. Coinciden en la intervención especial de Dios en ambos nacimientos y en la consagración al Señor de los dos nacidos. Samuel ejercerá su consagración a Dios a través de su sacerdocio y profetismo en favor del pueblo. Jesús de Nazaret traducirá su consagración a Dios, su obediencia al Padre, en una consagración total a sus hermanos, los hombres, enseñándonos que la mejor manera de conseguir la vida es entregándola por amor.
“Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”
Lucas sitúa este cántico de María en el contexto de su visita a su prima Isabel, la cual proclama bendita a María: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. María reconoce la bendición de que ha sido objeto y prorrumpe en un gran agradecimiento al Señor. “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. Toda su grandeza, ser la madre de Jesús, el Hijo de Dios, es obra de Dios. Ella, que es humilde, reconoce esta sublime verdad. Debemos imitar a María y cantar siempre agradecidos y alegres las maravillas que ha hecho en nosotros: crearnos, regalarnos su vida divina, regalarnos a su propio Hijo, algo que queremos resaltar con más intensidad en adviento y navidad, para que disipe nuestras tinieblas y nos haga caminar por la vida con luz y siempre en su compañía amorosa… antes de regalarnos la felicidad total. También nos toca trabajar en la línea de la fraternidad que proclama el Magnificat, donde los ricos, los que se creen superiores a los demás, sean destituidos de su soberbia de corazón y pasen a formar parte de los iguales, de los hermanos y vivan como tales.